Si 2026 repite el calor de 2025, la biodiversidad del Reino Unido podría colapsar

Alberto Noriega     17 septiembre 2025     4 min.
Si 2026 repite el calor de 2025, la biodiversidad del Reino Unido podría colapsar

El Reino Unido vivió su verano más caluroso. Si el calor extremo se repite, expertos advierten que los ecosistemas británicos no resistirán.

El Reino Unido acaba de vivir el verano más caluroso jamás registrado, con olas de calor, sequías y efectos visibles en la biodiversidad. Los campos secos, la muerte de árboles y la proliferación de garrapatas son algunos de los síntomas del desequilibrio climático que golpea a la isla. Científicos y organizaciones alertan de que, si el fenómeno se repite el próximo año, los ecosistemas británicos no podrán soportarlo. Las consecuencias no solo afectan a la fauna y flora, sino también a la salud y bienestar de millones de personas.

Una nueva normalidad abrasadora

En el sur de Inglaterra, los paseos por el bosque han cambiado: las garrapatas se han multiplicado hasta el punto de convertir la visita a estos espacios en un riesgo sanitario. El Reino Unido ya registra casos crecientes de enfermedad de Lyme y ha detectado encefalitis transmitida por garrapatas, amenazas antes asociadas a otras latitudes. En Escocia y Dorset, los paisajes marchitos y los campos amarillos son testigos de un verano que ha alterado los ciclos naturales y la relación de la población con su entorno.

Los registros confirman la percepción ciudadana: las temperaturas extremas son cada vez más frecuentes. En 2022 el país superó por primera vez los 40 ºC, y la tendencia no ha hecho más que intensificarse. Lo que antes se vivía como un raro episodio meteorológico se ha convertido en una nueva normalidad climática.

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Ecosistemas bajo presión

La sequía y el calor extremo impactan directamente en la fauna. Los anfibios mueren al secarse los estanques, los árboles colapsan por falta de agua y los insectos polinizadores se reducen cuando las plantas dejan de florecer. Estos efectos en cadena afectan a aves migratorias, mariposas, murciélagos y hasta mamíferos en hibernación que dependen del calendario natural de frutos y semillas.

En los ríos y lagos, el descenso del nivel del agua concentra contaminantes y vertidos, reduciendo el oxígeno disponible y aumentando la mortalidad en peces y macroinvertebrados. La sequía no solo amenaza a la vida silvestre: también debilita la resiliencia agrícola, comprometiendo la seguridad alimentaria y elevando la dependencia de importaciones.

Un problema de desigualdad

Las olas de calor no afectan por igual a toda la población. Los barrios con menos cobertura arbórea se convierten en islas de calor urbano, y los hogares de familias de bajos ingresos son más propensos a sobrecalentarse. Estudios recientes advierten que la mortalidad por calor extremo será significativamente mayor en comunidades vulnerables, exacerbando las brechas de clase y raza.

Mientras tanto, las comunidades del sur global enfrentan escenarios aún más devastadores. Allí, las mismas dinámicas de calentamiento significan sequías extremas, colapsos de cosechas y migraciones forzadas. El contraste pone de relieve la injusticia climática: quienes menos han contribuido a la crisis son los más expuestos a sus consecuencias.

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Qué podemos hacer

Organizaciones conservacionistas británicas insisten en que todavía es posible mitigar parte del daño inmediato. Proponen regar árboles urbanos, mantener estanques, instalar bebederos para insectos y aves y fomentar praderas silvestres en jardines y espacios públicos. Estas medidas alivian a corto plazo la presión sobre especies que ya muestran signos de colapso.

Pero los expertos recuerdan que estas soluciones no sustituyen la urgencia de lo esencial: reducir drásticamente las emisiones de combustibles fósiles. Sin esta acción estructural, cualquier esfuerzo local será insuficiente frente a la magnitud de los cambios en curso.

Un verano que redefine el futuro

El verano de 2025 marca un punto de inflexión para el Reino Unido. Lo que solía ser sinónimo de festivales, picnics y paseos se está transformando en una estación de riesgos, pérdidas ecológicas y amenazas a la salud. Los especialistas hablan de solastalgia, la angustia de ver cómo se degrada el entorno que consideramos hogar.

Si el próximo año se repiten las condiciones de este verano récord, los ecosistemas británicos podrían no recuperarse. Lo que está en juego no es solo la biodiversidad, sino la posibilidad de vivir veranos seguros y habitables en el futuro. La pregunta que queda es clara: ¿cuántos récords más vamos a ignorar antes de actuar con la contundencia que exige la crisis climática?

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