El 75% de los cultivos depende de ellos: los polinizadores que estamos perdiendo
Los polinizadores sostienen el 75% de los cultivos globales, pero su declive amenaza la seguridad alimentaria mundial.
Cuando imaginamos polinizadores, pensamos en abejas. Sin embargo, esta imagen borra la realidad esencial: existen más de 350.000 especies polinizadoras, un entramado silencioso que sostiene la fertilidad del planeta. Los polinizadores transportan polen entre flores, permitiendo la reproducción de la mayoría de plantas silvestres y de cultivo. Sin ellos, tres cuartas partes de los alimentos que comemos desaparecerían.
Más allá de las abejas: la diversidad que sostiene la vida
Los datos son contundentes. El 80% de los cultivos que producen nuestra comida dependen de polinizadores animales, desde frutas hasta aceites vegetales. Solo en EE. UU., se estima que aportan más de 10.000 millones de dólares anuales en valor agrícola.
Pero la diversidad va mucho más allá de los panales. Mariposas y polillas realizan gran parte del trabajo diurno y nocturno, llevando polen adherido a las escamas de sus alas. Los murciélagos, actores fundamentales en climas tropicales y desérticos, polinizan más de 300 especies de frutas, incluyendo plátano, mango y guayaba. El agave, del cual obtenemos el tequila, depende exclusivamente de murciélagos nectarívoros.
Incluso existen polinizadores inesperados: escarabajos que consumen pétalos y polen mientras dispersan granos entre flores; hummingbirds, sunbirds, honeycreepers y más de 2.000 aves que polinizan flores brillantes cargadas de néctar; y mamíferos como monos, roedores y lemures. El lemur rufo blanquinegro de Madagascar se considera el polinizador más grande del mundo: abre flores enormes con sus manos, se cubre de polen y fecunda las plantas desde la copa de los árboles.
Esta orquesta global de polinización demuestra una verdad fundamental: la vida en la Tierra es una red interdependiente donde cada especie tiene un rol insustituible.
Un mundo sin polinizadores: riesgos reales para la humanidad
A pesar de su importancia, los polinizadores atraviesan una crisis silenciosa. Sus poblaciones disminuyen por pérdida de hábitat, uso masivo de pesticidas, cambio climático, contaminación, y especies invasoras. Las actividades humanas erosionan la base ecológica del sistema alimentario.
La intensificación agrícola destruye flores silvestres y fragmenta los paisajes, creando desiertos biológicos donde abejas, mariposas y escarabajos no pueden sobrevivir. En las ciudades, el aumento de superficies impermeables reduce la diversidad floral, mermando recursos esenciales. Más de 70 especies de polinizadores están oficialmente amenazadas solo en EE. UU.
El clima añade presión. El aumento de temperaturas y la aridez complica la supervivencia de murciélagos, que necesitan beber cada noche para sostener su metabolismo. Plantas estresadas por la sequía producen menos flores, menos néctar y señales químicas alteradas, dificultando que los polinizadores las encuentren.
Las consecuencias ya son medibles. En 2022, el mundo produjo entre un 3 y un 5% menos de frutas, verduras y frutos secos de lo que podría con poblaciones sanas de polinizadores. Esto se traduce en 427.000 muertes adicionales al año por dietas pobres en alimentos frescos, según Environmental Health Perspectives.
Las pérdidas económicas golpean especialmente al Sur global: países de bajos ingresos han perdido entre el 10% y el 30% del valor total de su producción agrícola por una polinización insuficiente.
Mientras tanto, la demanda de cultivos dependientes de polinizadores crece, pero la oferta biológica que los sostiene se derrumba. Esta brecha amenaza la seguridad alimentaria, la estabilidad económica y la biodiversidad.
Lo pequeño sostiene lo inmenso
Los polinizadores no son un detalle ecológico: son la infraestructura viva que hace posible la agricultura, la biodiversidad y la belleza natural. Sin ellos, los sistemas alimentarios colapsan, las cadenas tróficas se deshacen y la productividad ecológica cae en picado.
La ciencia es clara: proteger a polinizadores no es un gesto simbólico, sino una necesidad estructural para la salud humana y planetaria. Restaurar hábitats, limitar pesticidas, combatir invasoras y promover jardines urbanos nativos son medidas sencillas pero transformadoras.
En un mundo de crisis climática y declive de biodiversidad, estos pequeños animales recuerdan una verdad esencial: la estabilidad del planeta depende de criaturas tan diminutas que a menudo pasan desapercibidas. Protegerlas es proteger nuestro futuro colectivo.
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