El 89% de la población quiere intensificar la acción climática, pero casi nadie lo sabe

Un 89% de la población global apoya la acción climática, pero lo desconoce. Romper esta «espiral de silencio» puede acelerar el cambio.
Un estudio con más de 130.000 personas en 125 países revela que un abrumador 89% desea que sus gobiernos intensifiquen la acción climática. Sin embargo, la mayoría cree, erróneamente, que están solos en esa preocupación. La desconexión entre la percepción pública y la realidad ha generado una “espiral de silencio” que frena el activismo y las políticas necesarias. Esta ilusión colectiva se convierte así en una de las barreras más invisibles pero decisivas en la lucha contra el cambio climático.
Un respaldo global ignorado
89% quiere más acción climática, pero solo el 43% cree que otros también lo quieren. Este es el hallazgo central de un estudio publicado en Nature Climate Change que encuestó a más de 130.000 personas en 125 países, cubriendo el 96% de las emisiones globales. El trabajo evidencia una desconexión preocupante entre lo que la gente piensa y lo que cree que los demás piensan.
En China, el 97% apoya que el gobierno intensifique las políticas climáticas; en EE. UU., el país peor posicionado, el respaldo aún supera el 75%. Pero lo verdaderamente transformador sería que todos supieran que no están solos.
El experimento del dinero que cambió actitudes
En un estudio experimental en EE. UU., a los participantes se les pidió repartir 450 dólares entre sí mismos y una ONG climática. Los que sabían que la mayoría de sus conciudadanos apoyaba la acción climática donaron 16 dólares más, en promedio. El mero conocimiento de un apoyo mayoritario provocó un aumento significativo de la generosidad.
Esto demuestra que las percepciones sociales condicionan nuestras decisiones. La percepción errónea de estar solos en la lucha climática inhibe la acción colectiva. Corregir esa creencia podría desencadenar efectos en cadena de cooperación social.
Por qué callamos (y por qué importa)
Según la psicología social, muchas personas moderan su comportamiento o sus opiniones si creen que están en minoría—a esto se le llama “espiral de silencio”. En el caso del clima, esta autocensura impide que se hable abiertamente del tema, que se vote con el medioambiente en mente, o que se apoyen políticas verdes.
Pero la paradoja es evidente: existe una mayoría silenciosa, pero el silencio la hace invisible. Si se rompe esa ilusión, los efectos pueden ser exponenciales, como muestra la correlación entre países con mayor percepción de apoyo social y el número de políticas climáticas que implementan.
El poder de una ilusión compartida
Una encuesta global de la ONU en 2024 ya lo advertía: el 80% de la población quiere compromisos climáticos más ambiciosos de sus países. Otra investigación en 40.000 personas de las 20 naciones más contaminantes concluyó que el 86% compartía esa voluntad. Aun así, en EE. UU., la percepción general es que solo el 40% respalda tales medidas.
Estas cifras confirman que la desinformación no solo afecta al conocimiento científico, sino también al clima emocional y político de la ciudadanía. Se trata de una ilusión compartida: creemos que a los demás no les importa, así que actuamos como si a nosotros tampoco.
Incluso en países exportadores de combustibles fósiles como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos, ocho de cada diez personas afirmaron estar dispuestas a donar parte de su salario para combatir el cambio climático. Sin embargo, en estos países ni siquiera se permitió preguntar si deseaban que sus gobiernos hicieran más, lo que demuestra cómo la represión también alimenta esta espiral de silencio.
¿Y los políticos? También subestiman el apoyo climático
Los legisladores no son inmunes a estos sesgos. En el Reino Unido, una encuesta de Climate Barometer reveló que solo el 19% de los diputados pensaba que sus electores apoyaban la energía eólica en tierra, cuando en realidad el respaldo era del 72%. Esta desconexión frena decisiones clave y ralentiza desarrollos renovables urgentes.
En EE. UU., una dinámica similar ha sido documentada en el Congreso, donde se tiende a sobreestimar la oposición a regulaciones climáticas y subestimar la voluntad de los votantes de asumir costes si hay justicia y equidad.
Es más: el 62% de quienes votaron por partidos abiertamente negacionistas dijeron que les importaba que el gobierno actuara frente a la crisis climática. Lo que demuestra que el voto no siempre refleja una visión climática, sino otras prioridades, como migración o seguridad.
Hablar de clima sí cambia las cosas
El ser humano es profundamente social. Estudios muestran que las personas se comprometen más con causas colectivas si creen que los demás también lo hacen. Lo mismo sucede con la sostenibilidad: si crees que tus vecinos reciclan, tú reciclas; si crees que tus compatriotas donan a causas verdes, es más probable que tú lo hagas.
Proyectos piloto han demostrado que informar a la gente sobre la verdadera magnitud del consenso científico en torno al cambio climático aumenta su disposición a actuar. En cambio, cuando se subestima este consenso, se paralizan o desvían voluntades.
Una investigación de la Universidad de Princeton encontró que, si bien corregir percepciones no siempre lleva a cambios inmediatos de conducta, sí incrementa la frecuencia con la que se habla sobre el tema, lo que refuerza el círculo virtuoso. Hablar de clima rompe el silencio.
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