La Agencia Espacial Europea crea eclipses solares artificiales desde el espacio

La misión Proba-3 de la ESA genera eclipses artificiales en el espacio para observar la corona solar hasta 6 horas por órbita.
La Agencia Espacial Europea ha creado eclipses solares artificiales en órbita mediante dos satélites que vuelan con precisión micrométrica. La misión, llamada Proba-3, se lanzó en diciembre de 2024 y busca estudiar la corona solar en condiciones sin precedentes. Gracias a esta formación en vuelo, los eclipses pueden durar hasta seis horas por órbita, muy por encima de los breves minutos de un eclipse natural. Las imágenes obtenidas podrían resolver uno de los mayores misterios de la física solar: por qué la atmósfera del Sol es más caliente que su superficie.
Eclipse diario desde el espacio
Por primera vez en la historia, un equipo de satélites ha recreado eclipses solares desde el espacio para estudiar la corona solar con detalle constante. La misión Proba-3 de la Agencia Espacial Europea ha demostrado con éxito su capacidad para bloquear la luz del disco solar utilizando un disco ocultador a bordo de un satélite, mientras otro captura las imágenes a 150 metros de distancia.
Este sistema genera eclipses artificiales durante hasta seis horas en cada órbita de 19,6 horas, una cifra muy superior a los escasos minutos que ofrece un eclipse natural desde la Tierra. Durante esa fase, el instrumento principal ASPIICS observa las capas externas de la atmósfera solar desde tan solo 1,08 radios solares del centro del Sol, llenando una brecha crítica entre los instrumentos EUV y los coronógrafos existentes.
La clave tecnológica detrás del éxito es el vuelo en formación. Los satélites Coronógrafo (CSC) y Ocultador (OSC) vuelan con una separación fija de 150 metros y alineación precisa a nivel micrométrico, algo nunca antes logrado en condiciones orbitales. La formación se mantiene de forma autónoma durante hasta 8 días sin intervención desde Tierra, con sensores ópticos y algoritmos de navegación que permiten reconstituir la alineación tras cada paso por el perigeo.
Durante la fase de apogeo—cuando los satélites alcanzan más de 50.000 km de altitud—el gradiente gravitacional es mínimo, lo que reduce el uso de propelente y permite mantener la alineación con un consumo energético muy bajo. Esta órbita elíptica cuidadosamente diseñada ofrece las condiciones ideales para observaciones solares largas y estables.
ASPIICS: un eclipse en cada órbita
El instrumento principal de la misión, ASPIICS, es un coronógrafo espacial sin precedentes: sus componentes están divididos entre dos satélites. Mientras el OSC porta el disco ocultador de 1,4 metros de diámetro, el CSC alberga el telescopio, cámaras y sensores científicos. Esta separación permite simular un eclipse con una calidad óptica comparable a la de un eclipse total lunar, pero disponible cada órbita, casi todos los días.
ASPIICS opera en tres longitudes de onda críticas para estudiar la corona solar: un continuo amarillo-rojo (536-566 nm), la línea de emisión de hierro ionizado (Fe XIV, 530,4 nm) y la línea de helio He I D3 (587,7 nm). Estas bandas permiten analizar la dinámica del plasma coronal, los flujos magnéticos y la temperatura del gas ionizado, claves para entender el comportamiento extremo de la atmósfera solar.
El campo de visión se extiende desde 1,08 hasta 3 radios solares (e incluso hasta 4,24 en los extremos), permitiendo rastrear eyecciones de masa coronal (CME), ondas de choque y estructuras magnéticas complejas que impactan directamente en el clima espacial. Los datos serán procesados desde el Real Observatorio de Bélgica en Bruselas, que lidera las operaciones científicas.
Este instrumento es especialmente valioso porque cubre una región del Sol difícil de estudiar con otros métodos. Ni los telescopios solares terrestres ni los generadores de imágenes UV pueden observar esta franja intermedia con suficiente nitidez, lo que convierte a Proba-3 en una herramienta sin precedentes para resolver enigmas solares como el calentamiento coronal.
El misterio de la corona ardiente
Uno de los objetivos centrales de Proba-3 es ayudar a resolver el problema del calentamiento coronal: por qué la corona solar puede superar el millón de grados Celsius, mientras que la superficie solar apenas llega a 5.500 °C. Esta contradicción térmica ha desconcertado a los físicos durante décadas y desafía los principios clásicos de transferencia de calor.
Entre las teorías más aceptadas se encuentran las nanollamaradas—pequeños estallidos magnéticos continuos—y las ondas de Alfvén, vibraciones en los campos magnéticos que podrían transportar energía desde el interior solar hacia la atmósfera exterior. Observaciones recientes del Solar Orbiter de la ESA ya habían detectado evidencia indirecta de estas ondas rápidas, pero la alta resolución y constancia de Proba-3 podría confirmar su impacto energético real.
También se estudian los llamados «parches magnéticos» o «alfombra magnética», zonas de reorganización del campo magnético solar que emergen y desaparecen en ciclos de 40 horas, liberando grandes cantidades de energía térmica. ASPIICS podría ayudar a rastrear visualmente la evolución de estos fenómenos en tiempo real, conectando su dinámica con picos de temperatura coronal.
Una ventana perpetua al Sol
Proba-3 no es solo una misión sobre el Sol; es un experimento de precisión orbital que redefine cómo construimos telescopios espaciales. Al distribuir un instrumento entre dos naves volando en formación, la ESA está ensayando el futuro de la astrofísica de alta resolución, donde los límites físicos de una sola nave pueden superarse mediante cooperación espacial.
Además, su contribución científica podría ser histórica. Resolver el enigma del calentamiento coronal no solo implicaría comprender mejor al Sol, sino también proteger mejor nuestra infraestructura terrestre de fenómenos extremos como tormentas solares. En un mundo cada vez más electrificado y digital, entender el clima espacial ya no es un lujo, sino una necesidad.
Proba-3 es también una lección sobre constancia y sofisticación tecnológica europea: un proyecto que ha llevado años de desarrollo y que ahora empieza a ofrecer imágenes diarias de una de las regiones más esquivas del sistema solar. Donde antes dependíamos de un eclipse raro y breve, hoy tenemos una ventana artificial que se abre cada 20 horas.
Y esa ventana, por pequeña que parezca, nos está dejando ver el fuego invisible que arde más allá del Sol.
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