El apagón no fue culpa de las renovables: La energía verde sigue en pie
Alberto Noriega
23 junio 2025
4 min.
El gran apagón en España y Portugal reabre el debate sobre las renovables. Pero los fallos no prueban fracaso: prueban que el cambio ya está en marcha.
En abril de 2025, un apagón masivo dejó sin luz a España y Portugal y desató una ola de críticas contra las políticas climáticas y las energías renovables. Políticos como Nigel Farage acusaron al modelo net-zero de ser responsable del colapso, en un intento por desacreditar la transición energética. Sin embargo, el operador Red Eléctrica aclaró que el incidente fue producto de múltiples factores, no solo de las fuentes renovables. Lejos de ser prueba de fracaso, el episodio demuestra que la transición energética exige mejoras, no retrocesos.
Ni perfecto ni inmediato
El fallo de abril afectó a casi 60 millones de personas, y fue aprovechado por los detractores del modelo verde para reavivar el discurso del miedo. El líder del partido Reform en Reino Unido declaró: “Si seguimos con esta locura del net-zero, las luces se apagarán aquí también”. Pero la realidad fue más compleja. Red Eléctrica identificó desconexiones inesperadas de plantas solares, fallos en plantas convencionales y falta de inversión en modernización de redes como causas simultáneas del apagón. No fue un colapso de las renovables, sino del sistema en su conjunto.
Cada tecnología, cuando se implementa a gran escala, enfrenta obstáculos. Internet, hoy esencial, también fue ridiculizado en sus inicios por sus caídas frecuentes y lentitud. La transición energética enfrenta desafíos similares: integrar fuentes variables como el sol y el viento, almacenar energía, y actualizar redes construidas para otro siglo. Pero los errores no indican inviabilidad. Indican necesidad de inversión, planificación y adaptación, no de retroceso.
Más inteligente, no más frágil
Las críticas que oponen sostenibilidad a comodidad o crecimiento económico caen en una falsa dicotomía. La sostenibilidad no es resignación, es rediseño del bienestar. Vivir mejor con menos. Apostar por la eficiencia, la resiliencia y el acceso equitativo a la energía. Las renovables, bien gestionadas, no solo reducen emisiones: abaratan costes, crean empleo, y blindan contra los vaivenes del petróleo y del gas. También protegen la salud pública y reducen los daños de desastres climáticos cada vez más frecuentes.
Sí, la transición requiere inversión inicial. Pero los beneficios a medio y largo plazo —económicos, sociales y ecológicos— superan con creces los costes. Un sistema energético moderno no solo debe ser limpio: debe ser estable, justo y resistente al cambio climático. Y para eso, hay que construir, no abandonar.
El verdadero riesgo es no actuar
El peligro no es el apagón de abril. El verdadero apagón es el de la voluntad política para adaptarse al siglo XXI. El cambio climático ya está intensificando sequías, incendios, inundaciones y desplazamientos humanos. Cada año perdido multiplica los daños futuros. Y los informes científicos son inequívocos: el IPCC advierte que vamos camino de superar los 1,5 °C de calentamiento esta misma década, lo que podría activar puntos de inflexión irreversibles como el deshielo polar o el colapso de arrecifes.
Ignorar estos avisos por miedo a las incomodidades temporales de una transición es una irresponsabilidad generacional. No actuar por temor a los fallos es seguir apostando por un modelo fósil que ya ha fracasado. Porque los apagones puntuales pueden corregirse; los ecosistemas colapsados, no. Rechazar las renovables por una crisis puntual es como haber abandonado la revolución digital por culpa del módem de 56 kbps.
El futuro se construye
El apagón ibérico no debe ser una excusa para frenar, sino una razón para acelerar. La historia energética está llena de transiciones lentas, pero hoy no tenemos siete décadas como con el carbón. Necesitamos acción audaz, inversión estratégica y compromiso constante. Porque el futuro no llega por inercia: se forja con decisión. Perseverar no es esperar; es avanzar pese a los tropiezos. Enfrentar los desafíos no con cinismo, sino con innovación y urgencia.
Las luces parpadearon. Pero eso no significa que debamos volver a la oscuridad. Significa que tenemos que seguir iluminando el camino, sin miedo a los errores, con la convicción de que cada paso nos acerca a un sistema más justo, limpio y resiliente. En un mundo en crisis, construir ese futuro ya no es una opción: es una responsabilidad.
Parpadeos que enseñan
Cada interrupción, cada contratiempo técnico, es también una oportunidad para aprender dónde ajustar, qué reforzar, y cómo avanzar. El apagón de abril dejó al descubierto no una debilidad estructural de las renovables, sino la falta de preparación del sistema eléctrico para una transición que ya está ocurriendo. Mostró la urgencia de modernizar redes, diversificar fuentes, mejorar almacenamiento y reforzar protocolos de emergencia. Estos desafíos no invalidan la transición: la fortalecen, si se atienden con responsabilidad y visión de futuro. Porque lo que realmente amenaza nuestra estabilidad no es un fallo puntual, sino la negación persistente del cambio necesario.