China censura publicaciones “pesimistas” en redes ante récord de desempleo juvenil

Alberto Noriega     28 septiembre 2025     4 min.
China censura publicaciones “pesimistas” en redes ante récord de desempleo juvenil

China inicia una campaña de dos meses contra publicaciones “pesimistas” en redes sociales, en plena crisis de desempleo juvenil récord.

La Administración del Ciberespacio de China lanzó este lunes una campaña nacional de dos meses para censurar contenido “malicioso” en redes sociales, incluidas publicaciones con comentarios pesimistas sobre la economía o frases como “el trabajo duro es inútil”. La iniciativa llega en un contexto de desempleo juvenil récord del 18,9% en agosto de 2025 y creciente desilusión de los jóvenes frente al futuro. Plataformas como Weibo, Kuaishou y Xiaohongshu ya han recibido sanciones por difundir lo que el Gobierno considera “contenido indeseable”. Pekín asegura que busca “un entorno en línea más racional”, aunque la medida refleja el temor oficial a la erosión de la confianza social en plena crisis económica.

Una campaña contra el pesimismo

El organismo regulador anunció que perseguirá publicaciones que “inciten sentimientos violentos u hostiles” o que promuevan un “desgaste vital” en la población. Entre los ejemplos citados figuran expresiones como “estudiar es inútil” o “esforzarse no sirve”, mensajes asociados a los movimientos juveniles de “tumbarse” (tang ping) y “dejarse pudrir” (bai lan), que rechazan la cultura laboral extenuante a favor de estilos de vida minimalistas.

La campaña se enmarca en la estrategia de “Internet Limpia”, impulsada desde junio de 2025 para frenar rumores y limitar el contenido de entretenimiento considerado excesivo. A diferencia de operaciones anteriores, esta ofensiva apunta directamente al estado de ánimo colectivo: combatir la percepción de que el sistema educativo y el mercado laboral ya no garantizan movilidad social.

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Plataformas bajo presión

Weibo, Kuaishou y Xiaohongshu han sido los primeros blancos de sanciones, acusadas de dar visibilidad a chismes de celebridades y narrativas negativas. Aunque las autoridades no detallaron las multas, sí exigieron medidas correctivas inmediatas y reforzar los sistemas de moderación de contenidos.

El objetivo es claro: frenar la viralización de discursos que erosionen la narrativa oficial de progreso. Sin embargo, expertos señalan que este tipo de controles puede incrementar la autocensura y restringir aún más el debate en torno a los problemas estructurales de la economía. La tensión aumenta tras el reciente caso del actor Yu Menglong, cuya muerte el 11 de septiembre desató teorías conspirativas en redes; la policía detuvo a tres mujeres acusadas de difundir información falsa, un ejemplo de cómo el gobierno asocia la desinformación con la inestabilidad social.

El trasfondo económico y social

La represión digital coincide con cifras alarmantes. Según Caixin Global, el desempleo juvenil alcanzó en agosto un máximo histórico del 18,9%, lo que afecta a más de 12,2 millones de graduados que ingresan en un mercado laboral saturado y poco flexible. Se trata del nivel más alto desde que Pekín cambió la metodología estadística en 2023, y refleja los obstáculos estructurales de la segunda mayor economía del mundo: crecimiento ralentizado, crisis inmobiliaria y menor confianza de los consumidores.

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Frente a este panorama, los movimientos de jóvenes que se resisten a la presión laboral ganan popularidad como respuesta cultural a la precariedad. El gobierno percibe estas actitudes no solo como un síntoma de frustración, sino como una amenaza potencial a la estabilidad política, lo que explica la severidad de la campaña de censura.

Entre control y desconfianza

Las autoridades presentan la iniciativa como un esfuerzo por “fomentar un entorno civilizado y racional en línea”. Pero la amplitud de la medida —que abarca desde críticas económicas hasta expresiones de apatía personal— sugiere un objetivo más profundo: reconstruir la confianza social en medio de un contexto de vulnerabilidad económica.

El dilema para Pekín es que la censura difícilmente puede revertir el descontento generado por factores materiales como la falta de empleo y la presión educativa. En lugar de resolver las causas, la estrategia apunta a controlar la narrativa, evitando que el malestar se convierta en un movimiento organizado.

El riesgo es que esta represión digital alimente una espiral de desconfianza: los jóvenes, ya escépticos frente a las promesas de movilidad social, podrían percibir la censura como una confirmación de que el sistema no ofrece respuestas reales. En última instancia, lo que China intenta sofocar en sus redes es la expresión pública de un malestar que sigue creciendo fuera de ellas.

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