China invierte 625.000 millones en renovables y acelera el fin global de los combustibles fósiles

El boom renovable de China ya reduce su consumo fósil y podría iniciar un declive global de petróleo, carbón y gas en 2030, según Ember.
China, antaño motor de la demanda mundial de combustibles fósiles, se ha convertido en el país que podría precipitar su declive estructural. Según un informe de la organización Ember, la inversión récord de 625.000 millones de dólares en renovables en 2024 ha transformado su sistema eléctrico hasta el punto de que, en 2025, la generación solar y eólica ya superó el crecimiento de la demanda. Este hito redujo un 2% el consumo fósil respecto al año anterior. El impacto global es inminente: la avalancha de tecnologías limpias chinas está abaratando costes en todo el planeta y acelerando la transición energética en economías emergentes.
Una revolución renovable sin precedentes
El alcance de la expansión renovable china es difícil de comparar. Entre 2021 y 2024, el país duplicó su capacidad eólica y solar hasta alcanzar los 1.400 GW, superando en seis años el objetivo de 1.200 GW fijado para 2030. Solo en la primera mitad de 2025, instaló 260 GW adicionales, más del doble que el resto del mundo en el mismo periodo.
Los datos de la China Electricity Council son contundentes: la capacidad eólica instalada aumentó un 98,9% interanual hasta los 50 millones de kilovatios, mientras que la solar creció un 107,1%, alcanzando los 210 millones de kilovatios. Ningún otro país ha desplegado semejante infraestructura en tan poco tiempo.
Esta explosión se explica por una estrategia que combina apoyo estatal masivo, liderazgo manufacturero y objetivos climáticos. China produce hoy el 80% de los paneles solares y el 60% de los aerogeneradores del mundo, además de dominar la fabricación de baterías, vehículos eléctricos y bombas de calor.
Un efecto dominó en los mercados globales
El impacto no se limita a China. Al abaratar tecnologías clave, el gigante asiático está permitiendo que países emergentes salten directamente hacia sistemas energéticos limpios sin pasar por una etapa fósil intensiva.
Según Ember, en 2023 un cuarto de las economías emergentes superaron a Estados Unidos en electrificación, gracias a la llegada de soluciones chinas de bajo coste. Esto ha creado lo que los analistas describen como “momentum autosostenido”: una dinámica en la que la expansión de las renovables y la electrificación avanzan juntas, impulsando un círculo virtuoso de descarbonización.
La organización proyecta que, si se mantiene esta tendencia, la demanda mundial de combustibles fósiles entrará en declive estructural hacia 2030, un punto de inflexión histórico en la lucha contra el cambio climático.
La caída de la demanda fósil
El efecto ya se nota en las cifras domésticas. Durante el primer semestre de 2025, la generación eólica y solar cubrió todo el crecimiento de la demanda eléctrica china, lo que permitió reducir en un 2% el consumo fósil respecto al mismo periodo de 2024.
La magnitud económica de la transición es igualmente notable. El sector de la energía limpia ya aporta 1,9 billones de dólares a la economía nacional, aproximadamente una décima parte del PIB chino, equivalente al tamaño total de la economía australiana. Además, las compañías chinas lideran la innovación tecnológica mundial, con cerca del 75% de las patentes globales en energía limpia registradas por investigadores del país.
Todo esto refuerza la idea de que la transición no es coyuntural ni reversible, sino estructural y profunda.
Exportaciones limpias: el motor de la transición global
El papel de China como exportador multiplica los efectos. Según el Centre for Research on Energy and Clean Air, las exportaciones de tecnología limpia chinas en 2024 redujeron en un 1% las emisiones globales fuera de China y evitarán hasta 4.000 millones de toneladas de CO₂ a lo largo de la vida útil de los productos.
“China es ahora el motor principal de la transición energética mundial”, afirmó Muyi Yang, autor principal del informe de Ember. Con baterías, paneles y turbinas cada vez más accesibles, países de África, Asia y América Latina pueden electrificar su desarrollo sin depender del carbón o el gas.
Este efecto dominó cuestiona la narrativa tradicional de que el crecimiento económico debe ir acompañado de mayores emisiones: la experiencia china muestra que es posible crecer y descarbonizar al mismo tiempo.
Retos en el horizonte
Pese a los avances, no todo es lineal. China enfrenta desafíos significativos en la integración de renovables en su red eléctrica, donde los picos de generación superan a menudo la capacidad de transporte y almacenamiento. En paralelo, algunos países muestran resistencia a la transición, ya sea por dependencia de combustibles fósiles, por intereses políticos o por presiones de industrias extractivas.
Sin embargo, la escala del fenómeno parece imparable. Las inversiones en renovables generan empleos, reducen costes de electricidad y mejoran la seguridad energética al disminuir la dependencia de importaciones fósiles. En este sentido, los analistas consideran que la dinámica de declive fósil es ya irreversible.
El inicio del fin de la era fósil
Lo que hace apenas una década parecía un objetivo lejano hoy se vislumbra como una realidad posible: un mundo en el que el consumo de carbón, petróleo y gas comience a caer antes de 2030.
China, que durante años fue señalada como responsable del crecimiento exponencial de las emisiones globales, se ha convertido en la fuerza que puede acelerar su reducción. El desafío ahora es que el resto del mundo acompañe el impulso, invirtiendo en redes inteligentes, almacenamiento y eficiencia energética.
Si se confirma el escenario proyectado por Ember, el planeta podría vivir en la próxima década el inicio de un cambio de era: la descarbonización estructural de la economía mundial. Un proceso en el que la luz del sol y el viento, canalizados por la capacidad industrial china, podrían sellar el destino de los combustibles fósiles.
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