El ciervo más antiguo de América aparece en Tennessee

Alberto Noriega     8 agosto 2025     4 min.
El ciervo más antiguo de América aparece en Tennessee

Tennessee descubre los fósiles de ciervos más antiguos de América del Norte, una nueva pieza clave en la evolución del venado de cola blanca.

Un equipo de paleontólogos del Gray Fossil Site & Museum de Tennessee ha identificado los fósiles de ciervos más antiguos de América del Norte, con una antigüedad estimada de 5 millones de años. El descubrimiento, publicado en la revista científica Palaeontologia Electronica, revela una conexión evolutiva directa entre los bosques del Plioceno y los actuales ciervos de cola blanca. Los restos hallados pertenecen a la especie extinta Eocoileus gentryorum y coinciden con fósiles previamente encontrados solo en Florida. Este avance amplía el mapa evolutivo de los ciervos y redefine su historia en el continente.

Los ciervos más antiguos del continente

Los fósiles descubiertos en el este de Tennessee representan uno de los registros más antiguos de la familia Cervidae en América del Norte. Se trata de restos óseos de Eocoileus gentryorum, una especie extinta del Plioceno temprano que habría sido un ancestro directo del moderno ciervo de cola blanca.

Los hallazgos incluyen un cráneo parcial juvenil, un molar superior y huesos de las extremidades, todos en excelente estado de conservación. Lo más relevante es que coinciden en morfología y tamaño con fósiles encontrados décadas atrás en Florida, lo que demuestra que esta especie se dispersó rápidamente desde el sureste hacia otras regiones del continente.

Estos ciervos eran mucho más pequeños que los actuales, con un tamaño comparable al de los ciervos de los Cayos de Florida o los temazates centroamericanos”, explicó Olivia Williams, coautora del estudio. Su pequeño tamaño podría haber sido una adaptación a los densos ecosistemas forestales del sureste norteamericano en aquella época, favoreciendo su agilidad y discreción como herbívoros selectivos.

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Conexión ecológica con los ciervos modernos

Lo más fascinante de este hallazgo es cómo los ecosistemas de hace 5 millones de años comparten similitudes con los actuales. El Sitio Fósil Gray, donde se encontraron los restos, conservaba un ambiente de estanque boscoso, característico de un clima cálido y húmedo como el del actual este de Texas o la costa del Golfo de Louisiana.

Ese hábitat acogía una fauna tan exótica como reveladora: mastodontes, tapires, rinocerontes americanos y ahora, estos pequeños ciervos prehistóricos. Según el paleontólogo principal Joshua Samuels, “los ciervos han ocupado probablemente el mismo nicho ecológico en los Apalaches durante millones de años”, actuando como ramoneadores capaces de adaptarse a distintos tipos de vegetación.

Este rol persistente, a pesar de extinciones masivas y cambios climáticos extremos, subraya la resiliencia del linaje cervino y su capacidad de adaptación ecológica. A diferencia de otros grandes herbívoros que desaparecieron, los ciervos supieron mantenerse en el paisaje norteamericano, evolucionando con discreción pero eficacia.

Un año fósil extraordinario en Tennessee

Este descubrimiento se suma a una serie de hallazgos recientes que están convirtiendo al Sitio Fósil Gray en un referente global en paleontología del Plioceno. En los últimos meses se han encontrado allí una salamandra gigante con poderosas mandíbulas y una sorprendente ardilla voladora del tamaño de un gato doméstico, que habría migrado desde Asia cruzando antiguas conexiones terrestres.

Estos fósiles confirman que el este de Tennessee fue en su día un centro de biodiversidad extraordinario, conectado biológicamente con regiones tan distantes como Centroamérica, Asia o el Caribe. La identificación de Eocoileus gentryorum en esta zona no solo amplía su distribución geográfica conocida, sino que también plantea nuevas hipótesis sobre cómo los cambios climáticos y geográficos moldearon la evolución de los mamíferos americanos.

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Además, el hecho de que estos fósiles coincidan tan estrechamente con los de Florida sugiere una rápida dispersión de los ciervos primitivos a lo largo de la costa este, algo que podría replantear modelos anteriores sobre su llegada al continente.

Más que huesos: pistas para el futuro

Este hallazgo no solo cuenta la historia de un pequeño ciervo extinto. Nos habla de una continuidad invisible entre pasado y presente, de cómo la vida encuentra formas de persistir, de adaptarse, incluso cuando el mundo cambia radicalmente. El modesto Eocoileus gentryorum es, en realidad, un antepasado directo de los ciervos que hoy cruzan las carreteras de Tennessee o habitan los parques suburbanos de América.

La ciencia paleontológica, muchas veces ignorada frente a tecnologías más vistosas, demuestra una vez más su valor fundamental: reconstruir las raíces profundas de la biodiversidad actual. En un momento de crisis climática y pérdida de hábitats, entender cómo las especies han resistido cambios antiguos puede ofrecer pistas clave para su conservación futura.

Quizás los fósiles no gritan, pero lo que revelan —cuando se escucha con atención— nos ayuda a entender quiénes fuimos y quiénes podríamos llegar a ser. Tennessee, hoy, vuelve a recordarnos que el pasado sigue vivo bajo nuestros pies. Y que mirar hacia atrás es, a veces, la única forma de avanzar con claridad.

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