La circulación atlántica podría colapsar en pocas décadas incluso con bajas emisiones

Un estudio advierte que el colapso de la corriente atlántica (AMOC) ya no es improbable y podría volverse inevitable en 10 a 20 años.
Un nuevo estudio internacional concluye que el colapso de la circulación meridional de vuelco del Atlántico (AMOC) ya no puede considerarse un evento de baja probabilidad. La investigación, publicada en Environmental Research Letters, muestra que incluso en escenarios de bajas emisiones existe un 25% de riesgo de colapso. En caso de emisiones intermedias, la probabilidad asciende al 37%, y con emisiones altas llega al 70%. Los científicos califican los hallazgos de “impactantes” y advierten que el punto de no retorno podría alcanzarse en las próximas dos décadas.
Una corriente vital para el clima mundial
El AMOC es una de las corrientes oceánicas más importantes del planeta. Transporta aguas cálidas desde los trópicos hacia Europa y el Ártico, donde se enfrían, se hunden y retornan en profundidad hacia el sur. Este mecanismo regula el clima europeo, la estabilidad del cinturón de lluvias tropicales y el nivel del mar en varias regiones del mundo.
Sin embargo, debido al calentamiento global, el AMOC se encuentra ya en su nivel más débil de los últimos 1.600 años. El deshielo del Ártico y de Groenlandia, junto con el aumento de precipitaciones, está inyectando agua dulce al océano, reduciendo la densidad del agua y frenando su capacidad de hundirse.
Los modelos climáticos utilizados por el IPCC sugerían que un colapso antes de 2100 era improbable. Pero el nuevo análisis, al extender las simulaciones hasta 2300 y 2500, encontró que el punto de inflexión que vuelve inevitable el colapso podría alcanzarse en 10 o 20 años, aunque el apagón total de la corriente tardaría entre 50 y 100 años más en materializarse.
Riesgos devastadores para millones de personas
El impacto de un colapso del AMOC sería catastrófico. El cinturón de lluvias tropicales, del que dependen millones de agricultores en África, Asia y Sudamérica, se desplazaría drásticamente, alterando los ciclos agrícolas y poniendo en riesgo la seguridad alimentaria global.
Europa enfrentaría inviernos extremadamente fríos y veranos de sequías intensas, mientras que el aumento del nivel del mar en la costa atlántica de Estados Unidos y Europa sumaría hasta 50 centímetros adicionales a las proyecciones actuales.
El profesor Stefan Rahmstorf, del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, afirmó: “Lo que antes estimábamos como un riesgo del 10% ahora podría ser del 25% incluso cumpliendo el Acuerdo de París. Y un 10% ya era demasiado alto como para considerarlo aceptable”.
Señales de alarma en el Atlántico norte
Los investigadores recuerdan que el AMOC ya colapsó en el pasado de la Tierra, desencadenando cambios abruptos en el clima global. Desde 2021, las observaciones en el Atlántico norte profundo han mostrado una tendencia descendente consistente con las proyecciones de los modelos.
El profesor Sybren Drijfhout, del Instituto Meteorológico Real de los Países Bajos, advirtió: “Incluso en escenarios de bajas emisiones, el AMOC se ralentiza drásticamente hacia 2100 y se apaga por completo después. El riesgo de colapso es mucho más serio de lo que la mayoría imagina”.
El mecanismo que acelera este proceso es un bucle de retroalimentación: el calentamiento reduce la capacidad del agua para enfriarse y hundirse, lo que provoca acumulación de lluvias y desalinización superficial. Estas aguas menos densas frenan aún más la circulación, en un ciclo cada vez más difícil de revertir.
Incertidumbres y limitaciones de los modelos
El estudio utilizó los modelos estándar del IPCC, pero extendiendo las simulaciones más allá del año 2100. Esto permitió detectar riesgos invisibles en análisis previos, aunque los propios autores reconocen limitaciones.
El doctor Jonathan Baker, del Met Office Hadley Centre en Reino Unido, señaló que el tamaño de muestra sigue siendo pequeño y se necesitan más simulaciones para cuantificar con precisión el riesgo. Sin embargo, advirtió: “El océano ya está cambiando, y un debilitamiento significativo del AMOC es prácticamente seguro, con consecuencias graves para el clima europeo en las próximas décadas”.
Además, los modelos no incluyeron el flujo masivo de agua dulce del deshielo de Groenlandia, lo que significa que las cifras podrían ser aún peores en escenarios reales.
Una llamada urgente a reducir emisiones
Para los científicos, el mensaje central es claro: la única forma de reducir el riesgo es recortar de manera drástica y rápida las emisiones de carbono. Si se supera el punto de inflexión en los próximos 10 a 20 años, las decisiones de la próxima década determinarán si el Atlántico sigue siendo el gran motor climático del planeta o se apaga de forma irreversible.
Rahmstorf lo resume con contundencia: “Estamos hablando de una cuestión de evaluación de riesgos: incluso un 10% de probabilidad de colapso del AMOC es inaceptable. Ahora parece ser mucho más alto”.
En definitiva, aunque aún hay incertidumbres sobre la fecha exacta, la ciencia advierte que el riesgo ya no es remoto ni hipotético. El futuro de la circulación atlántica, y con ella la estabilidad climática global, depende de la rapidez con que el mundo abandone los combustibles fósiles.
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