El clima extremo se triplica y los modelos no lo vieron venir

Las ondas planetarias que provocan olas de calor, sequías e inundaciones se han triplicado desde 1950, según un estudio reciente.
Un nuevo estudio publicado en PNAS alerta que los eventos extremos de verano se han triplicado desde los años 50 por un fenómeno climático poco reflejado en los modelos. La investigación, liderada por científicos como Michael Mann, muestra cómo las ondas planetarias pueden quedar atrapadas, intensificando el calor o la lluvia en regiones enteras. El hallazgo afecta directamente a EE. UU., Europa y Asia, y podría explicar por qué las olas de calor son cada vez más largas, intensas y mortales. Con el precedente de un El Niño en 2024, este verano 2025 podría ser el más estancado de todos.
Tres veces más clima extremo
Las ondas planetarias que desencadenan olas de calor, sequías o inundaciones ahora ocurren tres veces más que en la década de 1950. Así lo confirma una nueva investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), que cuantifica este aumento alarmante: de un promedio de un evento por verano, hemos pasado a tres.
Estas ondas atmosféricas son fluctuaciones gigantescas en la corriente en chorro—el río de aire que circula a gran altitud en el hemisferio norte—y que determinan en gran parte los patrones meteorológicos. Cuando estas ondas se amplifican y se estancan, generan lo que los científicos llaman “amplificación cuasi-resonante”: una situación donde el clima se atasca en un modo extremo durante semanas.
Según el climatólogo Michael Mann, coautor del estudio, estas ondas fueron responsables de eventos devastadores como la ola de calor en el noroeste del Pacífico en 2021, las inundaciones en Pakistán o el calor letal en Rusia (2010) y Europa (2003). Todos estos casos comparten un patrón común: un sistema de alta presión bloqueado sobre una región, mientras otro sistema de baja presión inunda otra zona de lluvias sin pausa.
Este comportamiento fue evidente, por ejemplo, en el verano de 2018, cuando durante más de un mes el oeste de EE. UU. sufrió una ola de calor persistente y el este se empapó con lluvias torrenciales. La anomalía no fue puntual. La nueva investigación sugiere que la frecuencia y duración de estos eventos es ahora estructural, no anecdótica.
Uno de los puntos más críticos del estudio es que los modelos climáticos actuales subestiman sistemáticamente estos fenómenos. Y esto tiene consecuencias directas: las proyecciones de olas de calor o lluvias extremas que manejan gobiernos y organismos internacionales pueden estar gravemente desactualizadas.
Veranos sin alivio: predicciones para 2025
El estudio también lanza una advertencia específica para este año: tras un potente episodio de El Niño en 2024, el verano de 2025 podría ser especialmente vulnerable a estos bloqueos atmosféricos. Michael Mann subraya que los años posteriores a un El Niño son propensos a ver ondas más amplificadas y estacionarias, exacerbando el riesgo de calor extremo en el hemisferio norte.
Pero el fenómeno no se limita al Pacífico. El rápido calentamiento del Ártico—tres a cuatro veces más veloz que el promedio global—está alterando el equilibrio de todo el sistema. Al reducirse el gradiente térmico entre los trópicos y el Polo, las corrientes en chorro pierden fuerza y las ondas se ralentizan, aumentando su tendencia a quedarse quietas.
En la práctica, esto significa que si una ciudad cae bajo un domo de calor o bajo un río atmosférico de lluvia, puede quedarse atrapada durante semanas, con consecuencias devastadoras para la salud, la agricultura y las infraestructuras. Y lo que es peor: estos patrones extremos podrían volverse norma antes que excepción.
Los modelos fallan y el riesgo crece
Jennifer Francis, científica del Woodwell Climate Research Center, quien no participó en el estudio, advirtió que estos hallazgos muestran un vacío peligroso en los modelos climáticos actuales. Aunque se preveía un aumento de fenómenos extremos por el calentamiento global, su intensidad real ha sorprendido a muchos expertos.
«Los modelos no están captando este mecanismo vital», explicó Mann. Y eso implica que las predicciones oficiales podrían estar infraestimando el verdadero peligro que enfrentamos. Si no se corrige este sesgo, podríamos estar entrando a ciegas en una nueva era de clima extremo sin las herramientas adecuadas para prevenir daños.
Francis lo deja claro: “A menos que dejemos de emitir gases de efecto invernadero, las olas de calor serán más grandes, durarán más y serán más intensas.” También se espera un agravamiento de las sequías, afectando cultivos clave y amenazando la seguridad alimentaria global. La desconexión entre modelos y realidad, por tanto, no es solo un problema técnico: es una emergencia estratégica.
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