Colapso en el Aneto: el mayor glaciar de España se fragmenta y retrocede a 30 hectáreas

Alberto Noriega     2 diciembre 2025     4 min.
Colapso en el Aneto: el mayor glaciar de España se fragmenta y retrocede a 30 hectáreas

El glaciar del Aneto ha perdido 3,6 hectáreas y se ha fragmentado por completo, reduciendo su superficie a 30 hectáreas y marcando el tercer peor año de pérdidas de la serie histórica.

El glaciar del Aneto, el mayor de España y del sur de Europa, ha sufrido una fractura crítica que ha reducido su superficie a 30 hectáreas tras perder 3,6 hectáreas durante el año hidrológico 2024-2025, según informó este lunes el Grupo CryoPyr del IPE-CSIC. La rotura bajo el Pico del Medio ha separado el cuerpo principal del hielo situado bajo el Collado de Coronas, que ya se considera un helero, dejando de cumplir los criterios para ser clasificado como glaciar. La monitorización realizada en septiembre de 2025 confirma una pérdida media de 1,2 metros de espesor y sitúa este ejercicio como el tercer peor año de retracción desde que existen mediciones anuales. El diagnóstico de los científicos es contundente: si la tendencia continúa, los glaciares pirenaicos desaparecerán en una década.

Un glaciar que se deshace en tiempo real

El glaciar del Aneto atraviesa un colapso físico visible y acelerado. Durante la campaña de 2025, el principal cuerpo de hielo se fracturó completamente bajo el Pico del Medio, un proceso que los investigadores describen como un “desmembramiento”. La masa helada que hasta ahora permanecía unida bajo el Collado de Coronas ya no cumple los requisitos geomorfológicos para ser considerada un glaciar: ha perdido el movimiento interno que define a estas masas de hielo y ha quedado reducida a un helero residual.

El investigador Jesús Revuelto, del grupo CryoPyr, sintetizó el fenómeno con una imagen contundente: “Es como si un cuerpo se estuviese desmembrando y quedasen las partes muertas”. La frase resume no solo lo sucedido en el Aneto, sino el destino compartido por los glaciares pirenaicos, sometidos a un proceso de degradación que se ha acelerado en la última década.

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Un año devastador: el tercer peor balance de la serie histórica

Las pérdidas registradas este año hidrológico sitúan 2024-2025 como el tercer peor ejercicio desde que existen mediciones continuas, solo por detrás de los dramáticos 2021-2022 y 2022-2023. Todos los glaciares monitorizados por CryoPyr perdieron más de un metro de espesor de media, aunque la magnitud del retroceso varió de un macizo a otro.

El glaciar de Ossoue (Vignemale) fue, con diferencia, el más castigado: perdió una media de 3,4 metros y llegó a registrar descensos puntuales de 5,4 metros, cifras que recuerdan a los colapsos observados en glaciares alpinos durante veranos extremos.
En Monte Perdido y Llardana (Posets), las reducciones de espesor fueron de 1,3 y 1,4 metros, respectivamente, mientras que el glaciar de Infiernos, tras registrar 1,8 metros de pérdida media, ha sido oficialmente reclasificado como helero.

A pesar de este panorama generalizado de pérdidas, los investigadores detectaron pequeñas zonas de ganancia vinculadas a nieve antigua que sobrevivió al verano. Destacan los 2,8 metros de acumulación en Monte Perdido y los 1,6 metros en sectores altos del Aneto. Sin embargo, CryoPyr indica que “estas ganancias locales no compensan el balance de masa negativo”, que se ha vuelto estructural.

La degradación acelerada de los glaciares pirenaicos

El retroceso del Aneto no es un fenómeno aislado, sino la expresión más visible de un proceso climático de largo recorrido que ha afectado a la totalidad de los glaciares pirenaicos. En los últimos diez años, según los datos del IPE-CSIC, se ha perdido más hielo del que queda. La tendencia es tan pronunciada que ya no se habla de retroceso, sino de terminalidad.

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Para Nacho López Moreno, líder de CryoPyr, el diagnóstico es claro: “No hay esperanza para los glaciares del Pirineo”. El investigador subraya que, aun en escenarios climáticos optimistas, la combinación de inviernos con precipitaciones irregulares, veranos largos y cálidos y una creciente exposición del hielo al sol hace prácticamente inevitable su desaparición. “Con que se repita este patrón una década más, nos habremos quedado sin glaciares”, afirma.

Este proceso tiene implicaciones que van mucho más allá de lo simbólico. Los glaciares actúan como reservorios hídricos, reguladores térmicos y sensores climáticos extremadamente sensibles. Su desaparición señala un cambio profundo en el régimen climático pirenaico y en el equilibrio hidrológico de la región.

Una monitorización rigurosa para un paisaje en transformación

Las mediciones del Aneto y del resto de glaciares pirenaicos se llevan a cabo gracias al apoyo de la Fundación BBVA, el Gobierno de Aragón y la Agencia Estatal de Investigación, lo que permite mantener un seguimiento anual detallado. El trabajo de campo se realiza a finales de verano, cuando las acumulaciones de nieve han desaparecido y el hielo está más expuesto, permitiendo medir pérdidas de espesor, volumen, longitud y superficie.

El conjunto de datos acumulados en las últimas décadas no deja lugar a la duda: el cambio climático está desmantelando los glaciares pirenaicos a un ritmo acelerado e irreversible. Las proyecciones indican que, incluso si se estabiliza el calentamiento global, el hielo remanente se encuentra ya en un estado demasiado degradado como para recuperarse.

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