Los cruceros baten récords de pasajeros, pero su huella ambiental ahoga los mares

Alberto Noriega     18 septiembre 2025     4 min.
Los cruceros baten récords de pasajeros, pero su huella ambiental ahoga los mares

La industria de los cruceros bate récords de pasajeros, pero su impacto ambiental en aire, mar y fauna marina amenaza con ser insostenible.

El turismo de cruceros vive su mayor auge tras la pandemia, con más de 33 millones de pasajeros previstos en 2025. Pero mientras la industria celebra su expansión, científicos y ONG alertan del coste ecológico: toneladas de aguas residuales, emisiones contaminantes superiores a las de millones de coches y ruido submarino que altera a ballenas y delfines. Los datos son claros: si los cruceros no cambian de rumbo, su impacto sobre océanos, aire y biodiversidad podría convertirse en uno de los mayores problemas ambientales del turismo global.

Contaminación del agua: un mar de residuos

Un crucero de 3.000 pasajeros puede generar 176.400 galones de aguas residuales en una semana, lo que equivale a más de 1.500 piscinas olímpicas de aguas negras al año solo en la flota global. Aunque muchos barcos cuentan con plantas de tratamiento, sustancias como metales pesados o químicos no biodegradables siguen llegando al mar. Investigaciones recientes incluso revelan que los subproductos de desinfección del agua de lastre pueden resultar más tóxicos que los propios desinfectantes, causando mutaciones y daños celulares en organismos marinos.

El vertido de blackwater y greywater provoca la proliferación de algas nocivas y la formación de zonas muertas carentes de oxígeno. Además, el agua de sentina forma capas aceitosas que sofocan aves marinas y afectan a comunidades costeras. Según expertos, estas prácticas agravan la acidificación del océano y reducen la capacidad de los ecosistemas para absorber carbono, en un momento crítico para la lucha contra el cambio climático.

Pexels Matthew Barra 178916 813011

Aire contaminado: cruceros más sucios que un billón de coches

El transporte marítimo de pasajeros también deja una huella preocupante en el aire. En 2022, los 214 cruceros que operaron en Europa emitieron más dióxido de azufre que todos los coches del continente juntos, según Transport & Environment. El azufre y el óxido de nitrógeno liberados generan lluvias ácidas, dañan bosques y ríos, y aceleran el deterioro de monumentos.

Algunas navieras han apostado por el gas natural licuado (GNL) como alternativa, pero este combustible es en gran parte metano, un gas con un potencial de calentamiento 80 veces superior al CO₂ en 20 años. ONG y expertos denuncian el “greenwashing” de las compañías y reclaman una transición real hacia hidrógeno verde y combustibles cero emisiones, acompañada de objetivos intermedios exigentes y controles públicos.

Ruido submarino y basura sólida: la amenaza invisible

La contaminación acústica de los cruceros interfiere en la comunicación de delfines, ballenas y peces, provocando desorientación, estrés y, en casos extremos, la muerte. Estudios recientes muestran que el enmascaramiento acústico actúa como una niebla sonora que degrada el hábitat de las especies marinas. El problema se agrava en zonas protegidas del Mediterráneo y el Ártico, donde la densidad de rutas coincide con corredores de mamíferos sensibles al ruido.

Pexels S N B M 827240 1703909

A ello se suma la generación de 50 toneladas de residuos sólidos en un solo viaje semanal. Aunque parte se recicla, gran cantidad de plásticos y basura termina en el mar. Tortugas, aves y peces confunden los plásticos con alimento, lo que conduce a envenenamiento y muertes masivas. El crecimiento exponencial de la flota —con 33,7 millones de pasajeros previstos en 2025— multiplica la presión sobre ecosistemas ya sobreexplotados.

El rumbo necesario para un mar limpio

El futuro de la industria de cruceros depende de si logra adaptarse a un mundo que exige sostenibilidad. La receta está clara: eliminar plásticos de un solo uso, invertir en combustibles limpios, electrificar los puertos con energía renovable y someterse a controles de emisiones y vertidos transparentes. Organizaciones como Friends of the Earth insisten en que “el crucero limpio” es posible, pero requiere compromisos vinculantes y no campañas de marketing verde.

En un contexto de emergencia climática, los cruceros son un símbolo de la contradicción entre ocio masivo y sostenibilidad. Si el sector no acelera la transición, corre el riesgo de convertirse en la próxima industria señalada por su insostenibilidad. Y con ello, de perder no solo legitimidad social, sino también la confianza de los millones de viajeros que cada año buscan disfrutar del mar sin destruirlo.

Comentarios cerrados