Dos de cada tres muertes por calor en Europa fueron causadas por el cambio climático

Un estudio de Imperial College London concluye que el 68% de las muertes por calor en Europa durante el verano de 2025 se debieron al calentamiento global.
El verano de 2025 se ha convertido en uno de los más mortales que recuerda Europa. Según un análisis preliminar realizado por investigadores del Imperial College London, dos de cada tres muertes relacionadas con el calor extremo tuvieron su origen en el calentamiento global provocado por la acción humana. En total, de las 24.400 muertes registradas entre junio y agosto en 854 grandes ciudades del continente, unas 16.500 se atribuyen directamente a las emisiones de gases de efecto invernadero.
El estudio, que combina datos de mortalidad con modelos climáticos, señala que la crisis climática elevó en promedio 2,2 ºC las temperaturas en las urbes europeas, intensificando los riesgos para la salud de los más vulnerables. “La cadena causal que va desde la quema de combustibles fósiles hasta el aumento del calor y la mortalidad es innegable”, afirmó la climatóloga Friederike Otto, coautora del informe. Su conclusión es tajante: sin décadas de dependencia de carbón, petróleo y gas, la mayoría de esas muertes podrían haberse evitado.
El hallazgo no ha sido aún revisado por pares, pero utiliza metodologías consolidadas en la epidemiología climática. Los investigadores compararon la mortalidad observada en las ciudades estudiadas con un escenario hipotético sin calentamiento global. El resultado fue claro: el 68% de los fallecimientos no habrían ocurrido en un mundo sin crisis climática.
Un impacto devastador en los mayores y los trabajadores expuestos
La investigación confirma algo que los médicos y servicios de emergencia llevan años advirtiendo: el calor mata sobre todo a los mayores. El 85% de los fallecidos tenían más de 65 años, y un 41% superaban los 85. La mayoría murió en hogares y hospitales, donde condiciones preexistentes como enfermedades cardiovasculares o respiratorias se ven agravadas por temperaturas extremas. Sin embargo, el calor rara vez se menciona en los certificados de defunción, lo que invisibiliza parte del problema.
Algunas muertes, sin embargo, se hicieron públicas en los medios locales. En La Rambla (Córdoba, España), el exconcejal Manuel Ariza Serrano, de 77 años, colapsó durante un paseo cuando los termómetros superaban los 45 ºC. En Italia, Brahim Ait El Hajjam, padre de cuatro hijos y propietario de una empresa de suelos, murió en plena obra de construcción escolar cerca de Bolonia, bajo 38 ºC. Su caso fue especialmente trágico: falleció dos días antes de que entrara en vigor una orden regional que prohibía trabajar al aire libre en las horas más calurosas.
“La mayoría de las muertes por calor ocurren en silencio, en viviendas donde las personas ya frágiles no logran resistir”, explicó el epidemiólogo Garyfallos Konstantinoudis, coautor del estudio. “Pero seguimos tratándolo con demasiada ligereza, como si fuera un inconveniente y no una amenaza mortal”.
Preparación insuficiente ante una amenaza creciente
Aunque Europa ha avanzado desde el devastador verano de 2003, cuando una ola de calor mató a 70.000 personas, las ciudades aún no están preparadas para la magnitud de la amenaza climática actual. La población envejece, las olas de calor son cada vez más largas e intensas y los servicios de salud y emergencias se encuentran al límite de su capacidad.
Los expertos señalan que hacen falta planes locales de emergencia, protocolos claros para proteger a trabajadores expuestos, la creación de más espacios verdes urbanos que refresquen las ciudades y la instalación de aire acondicionado en residencias y hospitales. Estas medidas pueden salvar miles de vidas en los próximos veranos.
“Ninguna ciudad en Europa es inmune”, advirtió Madeleine Thomson, experta en adaptación climática de la organización Wellcome. Su diagnóstico es claro: si no se actúa con urgencia, la mortalidad aumentará. El riesgo no es solo sanitario: los días de calor extremo también afectan a la productividad laboral, la calidad del aire y la infraestructura urbana, generando un impacto económico y social cada vez más grave.
El futuro de Europa en un continente que se recalienta
Los datos del Imperial College London llegan en un momento en que la política climática europea está bajo presión. El auge de partidos negacionistas en varios países ha impulsado retrocesos en normativas ambientales, mientras que la Unión Europea intenta equilibrar la competitividad económica con la urgencia de mantener sus compromisos climáticos.
Los científicos recuerdan que el calor extremo ya no es un fenómeno excepcional, sino la nueva normalidad. “Nadie esperaría que una persona trabajara bajo un huracán, pero seguimos aceptando que lo haga bajo un calor mortal”, lamentó Konstantinoudis. Esta banalización del riesgo, añadida a la falta de políticas adaptativas contundentes, convierte al calor en un asesino silencioso que cada año deja miles de víctimas.
Los investigadores insisten en que las cifras de este verano son un aviso de lo que está por venir. Si las emisiones no se reducen drásticamente, las ciudades europeas podrían afrontar veranos con decenas de miles de muertes adicionales, en un contexto de sistemas de salud debilitados y población envejecida. La ecuación es simple: más combustibles fósiles, más calor, más muertes.
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