Electricidad y combustibles disparan los precios en España en pleno verano

España registró en julio una inflación del 2,7%, una de las mayores subidas de la OCDE, impulsada por electricidad, combustibles y transporte.
España ha vuelto a colocarse en el foco de la inflación internacional tras registrar una de las mayores subidas de precios entre los países de la OCDE en julio. La tasa anual alcanzó el 2,7%, cuatro décimas más que en junio, mientras que en el conjunto de la organización la inflación cayó al 4,1%. El repunte estuvo marcado por el encarecimiento de la electricidad, los combustibles y el transporte, que presionaron especialmente al grupo de vivienda. Este contraste con la tendencia a la baja en la mayoría de los países desarrollados refleja una brecha creciente con la eurozona y el objetivo del Banco Central Europeo.
Un repunte contra la corriente internacional
Según los datos publicados por la OCDE, España se situó en julio entre los cuatro países con mayor aumento de la inflación, solo superada por Eslovenia, donde la tasa subió seis décimas hasta el 2,8%. En el mismo mes, Dinamarca y Estonia registraron incrementos similares al español. En el resto de la organización, las presiones inflacionarias se moderaron: la media cayó una décima, hasta el 4,1% anual, en un contexto de descensos en 12 de los 38 países miembros.
Esta divergencia acentúa la posición de España en el mapa económico internacional. Mientras buena parte de los socios logra estabilizar o incluso reducir sus precios, la economía española enfrenta un nuevo ciclo de encarecimiento vinculado a la energía, un factor históricamente determinante en su estructura de costes.
La energía como motor de la inflación
El Instituto Nacional de Estadística (INE) atribuye el repunte principalmente al incremento del precio de la electricidad, que pasó de descensos en julio de 2024 a un fuerte repunte este año. El grupo de vivienda fue el que más presión ejerció, con una subida de 2,5 puntos hasta alcanzar el 6,7% anual.
El transporte también empujó al alza el índice, con una subida de un punto en su tasa anual, hasta el 0,2%, debido al mayor coste de combustibles y lubricantes para vehículos personales. A esto se sumó el encarecimiento de los paquetes turísticos y el transporte de pasajeros, que aumentaron casi un 26% en plena temporada estival.
Estos datos reflejan la elevada sensibilidad de la inflación española a los precios energéticos y a los patrones de consumo estacionales, que amplifican las variaciones respecto a la media europea.
Brecha con la eurozona y con los socios europeos
La comparación con la eurozona muestra con claridad la diferencia: la inflación en el bloque monetario se mantuvo estable en el 2% por segundo mes consecutivo, alineada con el objetivo del Banco Central Europeo. Esto deja a España con un diferencial de siete décimas por encima, lo que puede erosionar su competitividad frente a países vecinos.
Dentro de Europa, Francia registró un 1%, Alemania un 2% e Italia un 1,7%, todos claramente por debajo de la cifra española. Aunque la tasa del 2,7% se mantiene 1,4 puntos por debajo de la media de la OCDE, el contraste regional es lo que más preocupa a analistas e instituciones. Un diferencial sostenido puede traducirse en tensiones en salarios, pérdida de poder adquisitivo y un mayor coste de financiación para las empresas.
La inflación subyacente y las expectativas
Más allá de la inflación general, el INE informó de que la inflación subyacente —que excluye alimentos no elaborados y energía— alcanzó el 2,3%, una décima más que en junio. Este dato refleja que, aunque el principal motor es la energía, los precios estructurales también muestran cierta resistencia a moderarse.
Sin embargo, algunos analistas se muestran moderadamente optimistas. Los mercados energéticos anticipan precios más estables para lo que queda de 2025, lo que podría indicar que el pico inflacionario está cerca. De confirmarse, España podría iniciar un proceso de convergencia con la eurozona a finales de año, siempre que no se produzcan nuevas tensiones en el mercado energético internacional.
Entre la fragilidad y la oportunidad
La evolución de la inflación en España refleja una doble vulnerabilidad. Por un lado, la fuerte dependencia energética hace que el país sea especialmente sensible a los vaivenes de los mercados internacionales de electricidad y combustibles. Por otro, la brecha con los socios europeos incrementa el riesgo de que las familias y las empresas soporten un diferencial de precios que complique la recuperación económica.
No obstante, esta situación también abre un espacio de oportunidad. Una apuesta decidida por la transición energética y por reducir la exposición a la volatilidad internacional podría reforzar la estabilidad de precios a medio plazo. España, que ha liderado el despliegue de renovables, necesita ahora acelerar la interconexión y la capacidad de almacenamiento para que ese liderazgo se traduzca en una mayor resiliencia económica frente a los choques inflacionarios.
Inflación en la encrucijada
La subida de la inflación al 2,7% en julio coloca a España en una encrucijada clave: consolidar su recuperación en línea con la eurozona o quedarse rezagada frente a sus principales socios. La presión de la electricidad y los combustibles es una llamada de atención sobre la necesidad de reforzar el sistema energético y de diversificar las fuentes de crecimiento económico.
Lo que está en juego no es solo la evolución de los precios en los próximos meses, sino la capacidad de España para mantener la confianza de consumidores e inversores en un contexto de desaceleración global. Si la inflación logra estabilizarse pronto, el país podrá retomar la senda de convergencia. Si no, corre el riesgo de que el diferencial con Europa se convierta en una carga estructural difícil de revertir.
Comentarios cerrados