Energías renovables bajo escrutinio tras apagón histórico en la península ibérica que afecta a 55 millones

El mayor apagón en décadas dejó sin luz a 55 millones en España y Portugal. ¿Falló la red, las renovables o ambas? Esto es lo que sabemos.
El lunes 28 de abril, un apagón masivo dejó sin electricidad a 55 millones de personas en España y Portugal durante más de medio día, marcando el mayor corte de energía en Europa occidental en décadas. Mientras algunos señalaron a las renovables como posibles responsables, las investigaciones apuntan a un fallo en la red eléctrica y no en la fuente de generación. Los gobiernos han iniciado indagaciones técnicas para esclarecer los hechos. ¿Qué ocurrió realmente y qué dice esto sobre el futuro de nuestras redes eléctricas?
Un colapso sin precedentes en la red
El corte afectó a más de 55 millones de personas durante al menos 14 horas, paralizando servicios esenciales en toda la península ibérica. La conexión entre España y Francia se interrumpió de forma súbita, y Portugal sufrió una “anomalía de transmisión” sin relación aparente con ciberataques o fenómenos meteorológicos extremos.
Aunque circuló inicialmente una hipótesis sobre un raro fenómeno atmosférico que habría afectado los cables de alta tensión, REN, el operador portugués, desmintió haber emitido tal comunicado, y ni el clima ni el sol jugaban ese día un papel atípico. Las investigaciones apuntan, en cambio, a una combinación de fallos técnicos en la red y una posible pérdida repentina de generación solar.
La red española reportó dos eventos casi simultáneos: uno asimilable a una pérdida de generación eléctrica y otro a una caída masiva de potencia renovable. Esa secuencia provocó una desestabilización que no logró contenerse a tiempo.
¿Una red con demasiada energía verde?
El 80% de la electricidad en la península provenía de fuentes renovables al momento del apagón. Esto avivó el debate sobre la estabilidad de una red con alta penetración de energía solar y eólica, dada su naturaleza intermitente y baja inercia.
Sin embargo, expertos como Daniel Muir de S&P Global rechazan esa tesis simplista: “La magnitud del apagón hace improbable que las renovables por sí solas lo causaran.” En días previos, la generación renovable fue aún mayor sin incidentes.
El verdadero problema es que la infraestructura de transmisión no ha evolucionado al ritmo de las renovables. Los sistemas actuales no están preparados para absorber las fluctuaciones sin apoyo de tecnologías como inversores de red, almacenamiento o reservas térmicas.
Renovables y apagones: ¿hay relación?
Apagones como este han ocurrido con todo tipo de fuentes de energía. En 2003, Londres colapsó eléctricamente con un sistema dominado por combustibles fósiles; en Italia, una línea hidroeléctrica provocó un apagón de 12 horas. Más recientemente, en 2019, un rayo provocó un corte en Reino Unido tras fallos en una planta de gas y otra eólica.
El profesor Keith Bell, de la Universidad de Strathclyde, lo resume así: “No importa de dónde venga la energía, si la ingeniería no está bien diseñada, el sistema colapsa.”
Las redes renovables modernas tienen un punto débil: la baja inercia. Esta propiedad —la capacidad de resistir variaciones bruscas de frecuencia— es naturalmente alta en sistemas térmicos o nucleares, pero escasa en sistemas solares o eólicos.
Cuando se pierde generación súbita en una red con baja inercia, la frecuencia puede caer tan rápido que las protecciones automáticas disparan cortes en cascada. Es probable que esto ocurriera el lunes en España y Portugal.
Inversores, baterías y diseño de red
¿La solución? Tecnología, inversión y rediseño. Inversores formadores de red, almacenamiento en baterías, supercondensadores y volantes de inercia pueden simular el comportamiento de las antiguas plantas térmicas, ofreciendo una respuesta instantánea a perturbaciones.
Pratheeksha Ramdas, de Rystad Energy, advierte que la transición energética requiere redes igual de avanzadas que las fuentes que la alimentan. No basta con tener mucho sol y viento: hay que integrar esa energía de forma estable, con infraestructura capaz de soportar fallos sin colapsar.
Además, las redes europeas están interconectadas por eficiencia, pero eso amplifica el riesgo de un “efecto dominó”: un fallo menor puede escalar si no se contiene a tiempo. Aquí entra en juego el criterio (N-1): diseñar el sistema para resistir la pérdida de un único elemento, sin asumir que todo puede fallar a la vez.
Red robusta, no solo renovable
El apagón ibérico no fue causado por la energía solar o el viento, sino por una red eléctrica que no ha evolucionado al mismo ritmo que su generación. El modelo energético del siglo XXI requiere no solo descarbonización, sino también digitalización, redundancia y flexibilidad.
La lección es clara: una red renovable no es menos segura, pero sí más exigente desde el punto de vista técnico. Requiere nuevas herramientas, planificación sofisticada y vigilancia constante. No es una cuestión de si la red debe ser verde, sino de cómo debe ser diseñada para soportar el futuro.
España y Portugal lideran en renovables. Ahora deben liderar también en resiliencia. Porque la transición energética no será completa si no es también confiable.
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