Estudiantes descubren un hongo secreto podría tratar la depresión y el trauma

Alberto Noriega     11 junio 2025     5 min.
Estudiantes descubren un hongo secreto podría tratar la depresión y el trauma

Una estudiante descubre un hongo alucinógeno oculto en plantas que podría revolucionar el tratamiento del PTSD y la depresión.

Corinne Hazel, estudiante de microbiología ambiental en la Universidad de Virginia Occidental, ha descubierto un hongo extremadamente raro que podría cambiar el rumbo de la psiquiatría moderna. El organismo, bautizado como Periglandula clandestina, fue identificado mientras estudiaba plantas de morning glory y demuestra producir compuestos psicodélicos similares al LSD. El hallazgo resuelve un misterio que ha intrigado a científicos desde los años 30 y abre nuevas vías terapéuticas para el tratamiento del PTSD, la depresión y las adicciones. Gracias a una beca universitaria, Hazel logró secuenciar el ADN del hongo y confirmar lo que durante casi un siglo fue solo una hipótesis.

El hongo invisible que Hofmann no pudo ver

La historia comienza en el laboratorio del campus, donde Hazel observó un fino vello blanco en las semillas de Ipomoea tricolor. Este detalle, imperceptible a simple vista, resultó ser la primera evidencia visual de Periglandula clandestina, un hongo simbionte que había eludido a la comunidad científica desde hace más de 80 años.

Gracias a una Student Enhancement Grant del Davis College, Hazel pudo extraer y secuenciar el genoma del hongo, confirmando su identidad como una especie nueva.
El nombre elegido —clandestina— refleja su naturaleza esquiva y el hecho de que se había mantenido invisible incluso para expertos en micología y etnobotánica. El hallazgo resuelve una incógnita que se remonta a los años 30, cuando el químico suizo Albert Hofmann, creador del LSD, teorizó que el poder psicodélico de las semillas de morning glory no provenía de la planta en sí, sino de un hongo no identificado.

Hazel trabaja ahora en técnicas para cultivar el hongo, que crece muy lentamente, y en determinar si otras especies de Ipomoea podrían albergar simbiontes similares. El potencial médico de este descubrimiento podría ser inmenso si se confirma su capacidad para producir derivados del ácido lisérgico, compuestos con aplicaciones terapéuticas en salud mental.

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Una alianza evolutiva entre planta y hongo

La relación entre Periglandula clandestina y las plantas de morning glory es un ejemplo refinado de coevolución simbiótica, donde ambos organismos se benefician mutuamente. El hongo ocupa espacios protegidos dentro de los tejidos vegetales, especialmente en los hipocótilos, mientras que la planta recibe potentes alcaloides ergolínicos que actúan como defensa contra los herbívoros.

A diferencia de los hongos patógenos, esta especie no daña a su huésped, sino que se adapta a zonas poco expuestas, como los tricomas glandulares. El equipo de Hazel empleó análisis de PCR cuantitativa para detectar la distribución del hongo en distintas partes de la planta, hallando concentraciones variables según la edad del vegetal y la densidad de glándulas.

Los resultados confirman que el hongo no se encuentra en las raíces, aunque los compuestos alucinógenos sí aparecen en todos los tejidos. Esto sugiere un sistema de defensa química centralizado y distribuido, cuya complejidad evolutiva aún no se comprende del todo. Pero lo que es seguro es que, sin P. clandestina, la planta perdería sus propiedades más intrigantes.

El legado de Hofmann cobra vida

En 1938, Albert Hofmann sintetizó el LSD a partir de alcaloides del cornezuelo, pero su atención pronto se dirigió hacia las semillas de morning glory mexicanas, utilizadas en rituales indígenas como el ololiuqui. Hofmann descubrió que contenían compuestos naturales muy parecidos al LSD, como la lisergida y el ácido lisérgico hidroxietilamida, pero jamás logró identificar al organismo responsable.

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La teoría de Hofmann era que un hongo simbionte debía estar involucrado, pero ni los medios técnicos ni la tecnología genética de su época eran suficientes para demostrarlo. Ese vacío científico ha sido finalmente llenado por Hazel casi un siglo después.

Con el descubrimiento de Periglandula clandestina, se valida la intuición de Hofmann y se cierra un ciclo iniciado con uno de los compuestos psicodélicos más influyentes del siglo XX. Además, se abre la puerta a la producción natural y controlada de análogos del LSD con fines terapéuticos, evitando las rutas sintéticas complejas y legalmente restringidas que dificultan su uso médico.

Cuando la ciencia escucha a la naturaleza

Lo más fascinante del hallazgo de Hazel no es solo lo que revela sobre los morning glories, sino lo que sugiere sobre la cantidad de relaciones invisibles que aún esperan ser descubiertas entre plantas y hongos. En un mundo donde la biotecnología avanza a pasos agigantados, este tipo de descubrimientos recuerdan que la naturaleza ya ha resuelto muchos de los problemas que la medicina moderna aún intenta abordar.

El potencial terapéutico de los alcaloides derivados del ácido lisérgico es ya bien conocido: estudios recientes los vinculan con la mejoría de traumas postraumáticos, adicciones resistentes y depresiones profundas. Pero sin una fuente segura, legal y natural, el camino hacia su aplicación médica estaba estancado.

Periglandula clandestina podría cambiar eso. Y lo más esperanzador es que no fue encontrada por una farmacéutica ni por una inteligencia artificial, sino por una estudiante atenta al detalle. Es un recordatorio de que la ciencia más revolucionaria a veces nace del asombro, la paciencia y una lupa enfocada en el lugar correcto. En tiempos de inteligencia artificial, el conocimiento más transformador puede seguir saliendo del suelo.

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