Etiopía apuesta todo a los VE: primer país en prohibir coches de gasolina y diésel

Alberto Noriega     13 octubre 2025     5 min.
Etiopía apuesta todo a los VE: primer país en prohibir coches de gasolina y diésel

Etiopía se ha convertido en el primer país del mundo en prohibir la importación de coches de combustión.

Cuando el arquitecto Deghareg Bekele compró un Volkswagen eléctrico en Adís Abeba, tenía dudas razonables: la capital etíope sufre frecuentes cortes de electricidad y el mercado de vehículos eléctricos (EV) era prácticamente inexistente hasta hace poco. Sin embargo, cuatro meses después asegura no arrepentirse. Las colas interminables en las gasolineras, donde pasaba horas para encontrar combustible, son ya cosa del pasado. “Ahora ahorro tiempo y dinero. No pienso volver atrás”, dice satisfecho mientras carga su vehículo en una estación recién inaugurada.

Hasta hace poco, los EV eran una rareza en Etiopía. Todo cambió en 2024, cuando el país dio un paso histórico: se convirtió en el primero del mundo en prohibir la importación de vehículos de combustión interna. El resultado ha sido una transformación acelerada. Según el Ministerio de Transporte, hoy circulan 115.000 coches eléctricos en el país, de un parque total de 1,5 millones. La meta oficial es alcanzar los 500.000 en 2030.

La marca más común en las calles de Adís Abeba es la china BYD, que superó recientemente a Tesla como el mayor fabricante de EV del mundo. Pero también se ven modelos europeos, cada vez más atractivos en un contexto donde los precios de la gasolina se han duplicado en los últimos tres años.

Hidroeléctrica barata frente a combustible importado

La transición etíope hacia los vehículos eléctricos no se explica solo por motivos ambientales, aunque estos son relevantes en una capital saturada por la contaminación del tráfico. La motivación central es económica. El país gasta 4.500 millones de dólares anuales en importar combustibles fósiles, una suma insostenible para una economía marcada por la escasez de divisas y una pobreza generalizada.

Pexels Mikebirdy 110844

Frente a ello, Etiopía cuenta con una ventaja estratégica: su abundancia de recursos hidroeléctricos. El 97% de la electricidad que produce ya procede de fuentes hídricas, y con la reciente entrada en funcionamiento de la monumental Presa del Gran Renacimiento Etíope en el Nilo Azul, la capacidad de generación prácticamente se ha duplicado hasta los 5.150 megavatios.

“Tenemos un potencial inmenso en energías renovables”, señala Bareo Hassen, ministro de Estado para el Transporte. Su visión es clara: sustituir importaciones costosas por energía limpia y local, reduciendo tanto la contaminación como la dependencia externa.

Una apuesta con costes desiguales

El entusiasmo no oculta los desafíos. En Etiopía, la mitad de la población no tiene acceso a la electricidad, y solo el 20% disfruta de suministro casi continuo. Los cortes de luz afectan no solo a los hogares, sino también a fábricas y comercios. Además, la red eléctrica necesita inversiones multimillonarias para llegar a las comunidades rurales desconectadas.

Los precios también son un obstáculo. Aunque los EV están exentos de impuestos, un modelo de BYD cuesta alrededor de 2,2 millones de birr (unos 11.000 euros), una cifra exorbitante en un país donde el salario medio de un médico es de apenas 60 euros mensuales. Sin embargo, los precios de los coches de combustión, encarecidos por antiguos aranceles de importación del 200%, también resultaban prohibitivos, lo que ha favorecido cierta aceptación de los EV.

El ahorro en combustible ha convencido a muchos. Firew Tilahun, taxista de Adís Abeba, solía gastar 20.000 birr (unos 105 euros) al mes en gasolina. Hoy, apenas paga 3.000 birr en recargas eléctricas. “No pienso volver atrás. Los cortes de luz existen, pero se puede manejar”, asegura.

Infraestructura insuficiente y un futuro incierto

El gran talón de Aquiles de la transición es la infraestructura de recarga. Actualmente existen poco más de 100 estaciones de carga en todo el país, frente a una meta de 2.300. Casi todas están concentradas en la capital, dejando fuera a quienes viven o viajan al interior. Para comparar: Londres cuenta con más de 21.000 puntos de recarga.

Pexels Kindelmedia 9800006

“Me encanta mi coche, pero no puedo ir hasta Hawassa sin arriesgarme a quedarme tirado”, lamenta Lema Wakgari, directivo de una exportadora de café, en referencia a un popular destino turístico a 285 kilómetros de la capital. Su vehículo tiene una autonomía de 420 km, pero no hay estaciones suficientes en la ruta.

La falta de planificación afecta también al transporte pesado. No existen planes inmediatos para introducir camiones eléctricos, esenciales para trasladar importaciones desde el puerto de Yibuti, del que depende gran parte de la economía etíope.

El sector privado observa la transición con cautela. El director de una importante empresa de transporte urbano admite que al principio pensó que la política sería “un fracaso espectacular”, pero tras comprar un EV reconoce estar “cautelosamente optimista”. El gran reto, añade, será que la infraestructura se expanda al mismo ritmo que la demanda.

Más allá de la importación: la apuesta por la industria local

El Gobierno etíope busca que la transición no se limite al consumo, sino que también impulse el desarrollo industrial y la creación de empleo. En la periferia de Adís Abeba, la empresa Belayneh Kinde Group ensambla minibuses eléctricos importados de China. De momento, la producción es modesta —unos 150 vehículos en un hangar industrial—, pero la idea es que con el tiempo se consolide una capacidad nacional de ensamblaje y fabricación.

“Nuestro objetivo es generar habilidades y empleos locales”, enfatiza Hassen. Para ello, el Estado ha ofrecido exenciones fiscales y apoyo logístico a empresas que inviertan en la industria eléctrica.

Comentarios cerrados