Cambio de hora: Europa mantiene el debate abierto mientras España plantea eliminarlo en 2026
El cambio de hora sigue siendo motivo de debate global. Aunque nació como medida de ahorro energético, su impacto hoy es mínimo.
Cada vez que se acerca el momento de atrasar o adelantar los relojes, el debate vuelve a encenderse. En la Unión Europea, el horario se adelanta una hora el último fin de semana de marzo y se atrasa el último de octubre. Pero, ¿sigue teniendo sentido mantener esta práctica en pleno siglo XXI?
El próximo cambio de hora en España será la noche del sábado 25 al domingo 26 de octubre de 2025. A las tres de la madrugada volverán a ser las dos, lo que marcará el inicio del horario de invierno. Como cada año, los dispositivos electrónicos realizarán el ajuste de forma automática.
La medida, que durante décadas se justificó por razones de ahorro energético, enfrenta hoy un creciente escepticismo. Diversos estudios científicos apuntan a efectos negativos en la salud, mientras los beneficios económicos y ambientales resultan cada vez más marginales.
De Benjamin Franklin al siglo XXI: una historia de luz y relojes
El origen del cambio de hora se remonta al siglo XVIII, cuando Benjamin Franklin propuso aprovechar mejor la luz solar para reducir el consumo de velas. La idea fue retomada a comienzos del siglo XX por el constructor inglés William Willett, pero fue Alemania, durante la Primera Guerra Mundial, quien la aplicó por primera vez el 30 de abril de 1916 con un objetivo claro: ahorrar combustible.
Poco después, otros países europeos siguieron el ejemplo, y tras más de un siglo de idas y venidas, casi todo el continente —excepto Rusia y Turquía— mantiene la medida. En Estados Unidos también se aplica, aunque con fechas y excepciones distintas, mientras que en América Latina solo unos pocos países la conservan.

Según datos de Statista, menos del 40 % de los países del mundo ajustan hoy la hora, aunque más de 140 lo hicieron alguna vez. En África, los intentos de aplicarlo se abandonaron hace años.
Cómo afecta el cambio de hora al cuerpo humano
Más allá del reloj, el cambio horario tiene consecuencias en nuestro reloj biológico. Altera el ritmo circadiano, el ciclo natural de sueño y vigilia, generando lo que los expertos comparan con un “jet lag” leve pero generalizado.
“Hay estudios médicos que certifican que el cambio de hora provoca desajustes temporales en el organismo, sobre todo en el sueño”, explica un meteorólogo de Meteored y consultor de la Organización Meteorológica Mundial. “Tras unos días, el cuerpo se adapta, pero los niños y las personas mayores son quienes más lo acusan”.
El cambio al horario de verano (marzo) suele generar más alteraciones que el regreso al horario de invierno (octubre). Sin cambio de hora también varían las horas de luz a lo largo del año, pero al hacerlo de forma gradual, el cuerpo no sufre el mismo desajuste.
En la práctica, muchas personas experimentan fatiga, insomnio o irritabilidad durante los días posteriores al ajuste. En los niños, se observan alteraciones del sueño y de la atención; en los mayores, una mayor sensación de cansancio y desorientación.
¿De verdad se ahorra energía?
La pregunta que justifica todo el debate es la misma desde hace décadas: ¿sirve realmente el cambio horario para ahorrar energía?
El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) estima que la medida genera un ahorro medio de 6 euros por persona y año, gracias a un mejor aprovechamiento de la luz solar. Sin embargo, esa cifra es mínima y varía según la zona.
“En regiones cálidas, donde la gente pasa más tiempo al aire libre, el ahorro puede ser algo mayor”, aclara Viñas. “Pero en zonas frías, donde se necesita más calefacción o iluminación interior, el ahorro desaparece o incluso encarece la factura”.
En otras palabras, no existe consenso científico. Los beneficios energéticos parecen haber quedado atrás, mientras que los costes en bienestar y salud son cada vez más evidentes. España tiene suficiente luz solar, incluso en invierno. En verano, el día se alarga tanto que mucha gente duerme menos, lo que termina provocando más cansancio y menor productividad”.

El debate europeo: entre la costumbre y la reforma
En 2019, el Parlamento Europeo votó a favor de eliminar los cambios de hora y permitir que cada país eligiera entre el horario de invierno o el de verano. Sin embargo, la implementación se pospuso indefinidamente, y la medida sigue vigente al menos hasta 2026.
Uno de los defensores del sistema actual, José María Martín Olalla, profesor de Física de la Universidad de Sevilla, argumenta que el cambio de hora tiene “utilidad y naturalidad” en sociedades modernas. En un estudio publicado en Scientific Reports (grupo Nature), explicó que la diversidad de latitudes en Europa hace difícil adoptar un horario único: “La UE abarca desde Chipre, donde el amanecer varía tres horas entre invierno y verano, hasta el norte de Finlandia, donde cambia 24 horas. En estas condiciones, un horario único sería ineficaz”.
Pese a ello, la tendencia política parece inclinarse hacia su eliminación. En septiembre de 2025, Pedro Sánchez anunció que España propondrá formalmente a la UE poner fin al cambio de hora semestral a partir de 2026, alegando que el ahorro energético “ya no compensa los trastornos en el ritmo biológico”.
¿Hacia el fin del cambio de hora?
La iniciativa española busca reactivar el debate europeo paralizado desde hace seis años. Si prospera, el ajuste de octubre de 2025 podría ser uno de los últimos bajo el sistema actual.
El Gobierno baraja mantener el horario de invierno todo el año, en línea con las recomendaciones de expertos en salud. En cambio, algunos sectores económicos —como el turismo o el comercio— prefieren el de verano, que alarga la luz del día para actividades de ocio.
Mientras tanto, los ciudadanos seguirán ajustando sus relojes dos veces por año, divididos entre los que disfrutan de tardes más largas y los que sufren el cansancio del “mini jet lag” anual.
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