Europa pierde su base verde: informe advierte que la degradación ambiental amenaza la vida cotidiana

Un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente alerta: la degradación ecológica y la pérdida de biodiversidad ponen en riesgo la calidad de vida en Europa.
La Agencia Europea de Medio Ambiente ha publicado su séptimo informe quinquenal con una advertencia contundente: la degradación ecológica amenaza la prosperidad y la calidad de vida en Europa. Aunque el continente ha logrado reducir un 37% sus emisiones de gases de efecto invernadero desde 1990, la pérdida de hábitats, la disminución de bosques y el consumo insostenible están deteriorando los ecosistemas que sostienen la economía. Con más del 80% de las áreas protegidas en mal estado y la absorción de carbono reducida en un 30% en una década, Bruselas alerta de que el modo de vida europeo está en juego si no se intensifican las políticas verdes.
Ecosistemas bajo presión
El diagnóstico es preocupante. El informe revela que ocho de cada diez hábitats protegidos están en situación deficiente o mala, en gran parte por los patrones de producción y consumo actuales. A ello se suma que el sumidero de carbono europeo ha caído un 30% en diez años, debido a la combinación de tala intensiva, plagas y la creciente frecuencia de incendios forestales.
El transporte y la alimentación, dos de los sectores más difíciles de descarbonizar, no han reducido prácticamente sus emisiones desde 2005, lo que contrasta con los avances registrados en la industria y la generación eléctrica. Además, la falta de adaptación a fenómenos meteorológicos extremos —olas de calor, sequías, inundaciones— incrementa la vulnerabilidad de millones de europeos. El estrés hídrico ya afecta a uno de cada tres ciudadanos, una cifra que aumentará con el avance del cambio climático.
“Estamos luchando por alcanzar nuestros objetivos de 2030 en muchas áreas”, reconoció Leena Ylä-Mononen, directora ejecutiva de la agencia. “Esto pone en riesgo la prosperidad futura, la competitividad y la calidad de vida de los europeos”.
Retroceso político y presiones externas
La advertencia llega en un momento en que varios países de la UE han empezado a debilitar la legislación ambiental, presionados por partidos de extrema derecha que niegan la crisis climática. A esta deriva se suma la influencia de Estados Unidos, cuyo gobierno ha pedido a Bruselas rebajar los estándares de importación que afectan a sus combustibles fósiles.
En paralelo, el presidente Donald Trump atacó públicamente la agenda verde europea en la ONU, asegurando —sin pruebas— que la reducción de emisiones había llevado a cierres de fábricas y destrucción de empleos. El discurso fue duramente rechazado por científicos y responsables comunitarios.
Frente a estas críticas, los tres altos cargos de la política climática europea —Teresa Ribera, Jessika Roswall y Wopke Hoekstra— defendieron la continuidad de los compromisos. “Los costes de la inacción son enormes, y el cambio climático es una amenaza directa a nuestra competitividad”, subrayó Hoekstra. Ribera añadió: “Retrasar objetivos solo aumentará costes, desigualdades y vulnerabilidad”.
Biodiversidad y consumo insostenible
El panorama para la naturaleza es especialmente desolador. La UE ya fracasó en su meta de detener la pérdida de biodiversidad en 2020, y ninguno de los indicadores actuales apunta a un cumplimiento en 2030. La única nota positiva es la expansión de las áreas protegidas, que alcanzaron el 26,1% del territorio terrestre y el 12,3% del mar en 2022.
Pero la presión del consumo es devastadora. “La verdadera señal de alarma es nuestro nivel de consumo, que está muy por encima de lo sostenible”, afirmó Tobias Lung, coautor del informe. El tránsito hacia una economía circular apenas avanza: en trece años, el porcentaje de materiales cubiertos por reciclaje pasó del 10,7% en 2010 al 11,8% en 2023.
En paralelo, el propio informe recuerda que las mejoras en la calidad del aire sí han tenido un impacto tangible: desde 2005, las muertes prematuras por partículas finas se han reducido casi a la mitad. Para Ylä-Mononen, este es el mejor ejemplo de por qué no se debe retroceder. “Estamos salvando vidas gracias a estas medidas; es una prueba clara de que hay que seguir adelante”, concluyó.
Entre la competitividad y la supervivencia
Europa se enfrenta a un dilema: mantener el rumbo de su transición ecológica o ceder a la presión de quienes ven las normas ambientales como un lastre para la economía. El informe demuestra que los avances existen, pero son insuficientes y demasiado lentos frente a la magnitud de la crisis.
El riesgo es que la política europea pase de liderar la acción climática global a convertirse en un continente que compromete su propio futuro. La paradoja es evidente: lo que se plantea como “aliviar” a empresas e industrias puede terminar debilitando los mismos ecosistemas que hacen posible la prosperidad económica.
La verdadera pregunta ya no es si Europa puede permitirse ser verde, sino si puede sobrevivir sin serlo.
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