Galicia repite tragedia forestal con la segunda ola de incendios más grave desde 2006

Alberto Noriega     21 agosto 2025     4 min.
Galicia repite tragedia forestal con la segunda ola de incendios más grave desde 2006

El mayor incendio de la historia de Galicia arrasa más de 82.000 hectáreas en Ourense, revelando una crisis estructural y ecológica repetida.

Más de 82.000 hectáreas han sido arrasadas por los incendios forestales que azotan Galicia este agosto de 2025, especialmente en la provincia de Ourense. El mayor foco, en Larouco, ha quemado más de 30.000 hectáreas, superando cualquier registro previo en la historia gallega. Seis fuegos permanecen activos mientras la Xunta mantiene la situación 2 de emergencia, con la Unidad Militar desplegada. Pero la verdadera alarma no está solo en las llamas, sino en la repetición cíclica de un desastre previsible.

El incendio más grande jamás registrado

Larouco ha ardido con una fuerza nunca antes vista: 30.000 hectáreas calcinadas. Se trata del incendio más destructivo en la historia de Galicia, muy por encima de los siniestros de 2006, cuando la comunidad alcanzó los 95.000 hectáreas totales quemadas, pero ningún foco individual superó esta cifra. Chandrexa de Queixa y Oímbra-Xinzo de Limia le siguen en gravedad, con 19.000 y 17.000 hectáreas devastadas, respectivamente.

La magnitud no solo se mide en hectáreas, sino en el impacto ecológico directo sobre espacios protegidos, como Pena Trevinca, la cumbre más alta de Galicia y uno de los enclaves naturales más valiosos del noroeste peninsular. Las llamas han alcanzado zonas con lagos glaciares y especies forestales milenarias, alterando ecosistemas frágiles con difícil recuperación. Esta pérdida ambiental no es puntual, sino acumulativa, y erosiona el capital natural de Galicia año tras año.

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Paisajes que arden cada década

Lo más alarmante no es solo la superficie quemada, sino que estas zonas ya habían ardido antes. Valdeorras, Larouco, Oímbra o el Parque Natural de O Courel han vivido incendios repetidos en ciclos casi predecibles, que se han intensificado en la última década. Según WWF, Galicia presenta la tasa más alta de incendios intencionados de toda España, con un 80 % de los fuegos provocados, frente al 55 % nacional.

Este patrón de reincidencia muestra una vulnerabilidad estructural enquistada, ligada a conflictos rurales no resueltos, uso del fuego como herramienta agrícola y falta de sanciones efectivas. En Ourense, 42 de los 92 municipios están afectados, y la simultaneidad de los tres mayores incendios históricos en un solo mes evidencia un punto de ruptura. El paisaje gallego ya no se regenera: se mediterraniza, convirtiéndose en un entorno árido, inflamable y ecológicamente empobrecido.

Emergencia declarada, causas desatendidas

La Xunta ha activado la situación 2 de emergencia en toda Ourense, desplegando más de 200 efectivos, decenas de hidroaviones y la Unidad Militar de Emergencias. No obstante, como advierten diversos biólogos y bomberos forestales, la respuesta reactiva llega siempre tarde en un territorio que ya es combustible. El abandono agrario, el envejecimiento de la población y la falta de limpieza forestal forman un cóctel que convierte los montes gallegos en una trampa de fuego.

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La acumulación de biomasa no gestionada—ramas secas, matorral denso, plantaciones de eucalipto mal planificadas—crea corredores perfectos para la propagación del fuego. A esto se suma la falta de vigilancia efectiva y la lentitud de los tribunales en sancionar negligencias e incendios provocados, de los que apenas se condena un 5 %. En esta ola de fuegos, ya hay tres detenidos y 22 investigados, con un caso confirmado de negligencia en Oímbra.

Galicia como zona de sacrificio climático

Galicia se ha convertido en una zona de sacrificio ecológico, víctima del cambio climático, la negligencia política y el abandono rural. Lo que antes eran incendios estacionales aislados se han convertido en catástrofes crónicas que redefinen el paisaje, desplazando fauna, destruyendo suelos y expulsando población. El éxodo rural no solo deja pueblos vacíos: deja los bosques sin guardianes.

La conexión ferroviaria entre Galicia y Madrid lleva siete días suspendida, símbolo de un territorio interrumpido, atrapado entre llamas y decisiones pendientes. Cada incendio no es solo una tragedia natural, sino un síntoma de una enfermedad estructural: una Galicia vacía, sobrecalentada y sin un modelo de gestión forestal adaptado al siglo XXI. Mientras los focos se repiten, la solución sigue sin llegar, y el bosque gallego, que antes fue humedad y verde, se calcina en bucle bajo un cielo cada vez más seco.

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