El gobierno de Trump desactiva la protección climática nacional

Trump promete desmantelar FEMA tras la temporada de huracanes. Expertos temen impacto devastador para zonas rurales ante eventos extremos.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha prometido eliminar la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) a partir de noviembre, cuando termine la actual temporada de huracanes. El anuncio se dio el martes 12 de junio en la Casa Blanca, acompañado por su secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem. La medida, según Trump, busca trasladar las competencias a los estados para reducir el gasto federal. Expertos y organismos climáticos alertan del riesgo de dejar indefensas a miles de comunidades ante fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes.
Trump desactiva la respuesta federal
Durante una conferencia en el Despacho Oval, Trump reafirmó que quiere ver a FEMA “prácticamente desmantelada” una vez termine la temporada de huracanes, bajo el argumento de que “vamos a repartir menos dinero” y que las emergencias deben gestionarse “a nivel estatal”. Esta decisión llega justo cuando la NOAA ha pronosticado una temporada “por encima de lo normal”, con entre seis y diez huracanes, de los cuales entre tres y cinco podrían ser de categoría 3 o superior. La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, defendió la medida como un acto de empoderamiento hacia los gobernadores estatales, pero la comunidad científica no comparte el optimismo. Las grandes ciudades podrían absorber parte de las competencias, pero las zonas rurales o menos desarrolladas quedarían expuestas y sin capacidad de respuesta inmediata. La medida no solo afecta a la emergencia climática, sino también a terremotos, incendios forestales, inundaciones y cualquier desastre natural declarado a nivel federal.
Lo que hace FEMA (y lo que se perdería)
El presupuesto de FEMA en 2024 fue de 28.000 millones de dólares. De ellos, 18.000 millones se destinaron a la recuperación tras desastres, 4.000 millones al programa de seguros contra inundaciones y 3.800 millones en subvenciones directas a comunidades e individuos. Además, la agencia lidera programas de formación, educación, mitigación y resiliencia climática. También proporciona equipos y coordinación logística en los días posteriores a una catástrofe. Antes de los despidos ordenados por Trump este mismo año, FEMA contaba con más de 20.000 empleados especializados en emergencias. La eliminación de la agencia significaría, en la práctica, que cada estado deberá asumir por sí solo funciones complejas como evacuaciones masivas, gestión de albergues, restauración de servicios esenciales o distribución de ayuda humanitaria, sin la coordinación ni los recursos del gobierno federal. Es un paso atrás sin precedentes en la historia reciente del país.
Servicios meteorológicos, también recortados
Los recortes no terminan con FEMA. Bajo esta administración, se han producido despidos y recortes en otros organismos clave como la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y el Servicio Meteorológico Nacional (NWS). En marzo, el NWS suspendió temporalmente las observaciones con globos meteorológicos en seis ubicaciones. Esta práctica permite recopilar datos vitales sobre temperatura, humedad, viento y presión, fundamentales para prever tormentas, tornados y huracanes con antelación. Según los meteorólogos, la falta de estos datos reduce la precisión de los modelos y pone en riesgo la capacidad del país para anticiparse a fenómenos extremos. La debilitación de estas agencias ocurre justo cuando el cambio climático incrementa la frecuencia e intensidad de eventos destructivos. Las temperaturas oceánicas elevadas, consecuencia directa del calentamiento global, están alimentando huracanes más potentes y duraderos. Renunciar a las herramientas científicas que permiten entender y enfrentar estos eventos es, según muchos expertos, “jugar a la ruleta rusa con vidas humanas”.
Temporada peligrosa, decisiones irresponsables
En 2024, FEMA destinó 4.300 millones de dólares tras el paso del huracán Helene, que arrasó comunidades enteras. Se usaron fondos para la retirada de escombros, la construcción de viviendas temporales y apoyo a hogares y gobiernos locales. Este año, con una temporada de huracanes oficialmente iniciada el 1 de junio y prevista para terminar el 30 de noviembre, se espera que las tormentas sean más severas que nunca. Los científicos advierten que reducir las capacidades de respuesta en este contexto es negligente.
“Estamos estresando el sistema justo cuando más lo necesitamos”, advirtió Deanne Criswell, administradora de FEMA. En años recientes, la agencia ha tenido que declarar una moratoria de “financiación por necesidades inmediatas”, pausando casi 9.000 millones en pagos pendientes por desastres anteriores. Aun así, ha mantenido en marcha miles de proyectos comunitarios. Su cierre definitivo podría congelar todas estas iniciativas, dejando a las poblaciones más vulnerables en estado de abandono.
Falsedades, ataques y desinformación
Además del desmantelamiento, FEMA ha tenido que combatir otra amenaza: la desinformación. Tras el huracán Helene, circularon bulos que afirmaban que la agencia bloqueaba evacuaciones en Florida o que solo ofrecía préstamos y no ayuda directa. FEMA se vio obligada a desmentir estas afirmaciones en rueda de prensa, explicando que estas campañas generan “desconfianza tanto en el gobierno federal como en el estatal” y afectan el trabajo de los primeros intervinientes. En contextos de emergencia, donde cada minuto cuenta, la desinformación puede ser tan letal como el propio desastre. La eliminación de FEMA, una institución clave para la coordinación y la información oficial, podría dejar aún más espacio para los rumores y teorías conspirativas. La erosión de la confianza pública en las instituciones de respuesta puede tener efectos devastadores en la efectividad de cualquier plan de contingencia.
El costo humano de la ideología
La decisión de Trump de eliminar FEMA no es técnica ni presupuestaria: es ideológica. Forma parte de una cruzada más amplia para reducir el papel del Estado en la protección ciudadana, incluso si eso implica abandonar a comunidades enteras frente a incendios, inundaciones o huracanes. Mientras algunos gobernadores celebran la “descentralización”, miles de alcaldes, organizaciones comunitarias y servicios de emergencia temen verse desbordados sin un respaldo federal. Las decisiones climáticas no ocurren en el vacío: tienen consecuencias directas sobre vidas, infraestructuras y economías locales. En lugar de fortalecer el tejido de resiliencia climática, el gobierno de Trump está arrancando sus cimientos. FEMA no es perfecta, pero su ausencia podría ser catastrófica. Lo que está en juego es más que una agencia: es la capacidad de un país para proteger a su gente.
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