Los gobiernos incumplen compromisos climáticos y elevan sus planes de extracción fósil: se duplicará la producción prevista para 2030

Un informe revela que 20 países planean aumentar la extracción de carbón, gas y petróleo, duplicando lo compatible con el límite de 1,5 °C.
Un nuevo informe del Stockholm Environment Institute (SEI) advierte que los planes de extracción de combustibles fósiles de los gobiernos superan incluso los de 2023, situando el objetivo climático de 1,5 °C fuera de alcance. El Production Gap 2025 report, elaborado junto con Climate Analytics y el International Institute for Sustainable Development, muestra que si se materializan todos los proyectos previstos, el mundo producirá en 2030 más del doble de carbón, gas y petróleo de lo compatible con el Acuerdo de París. Aunque la ONU pidió “transitar fuera de los combustibles fósiles” en la COP28, once de los veinte países analizados han incrementado sus planes de producción. Solo Reino Unido, Australia y Noruega prevén reducciones de aquí a 2030, en contraste con gigantes como EE. UU., Rusia, Arabia Saudí, China e India.
La brecha entre promesas y realidad
El informe llega en vísperas de la Asamblea General de la ONU, donde António Guterres exigirá nuevos compromisos nacionales de reducción de emisiones para 2035. Pero la distancia entre compromisos y realidad es abismal. En 2021, en la COP26 de Glasgow, los países prometieron “reducir progresivamente el carbón”; en 2023, en Dubái, la meta se amplió a “transitar fuera de los fósiles”. Sin embargo, los planes actuales se mueven en dirección contraria.
Según Emily Ghosh (SEI), “la producción fósil debería haber alcanzado ya su pico y empezar a caer. Cada año de retraso aumenta la presión y agota rápidamente el presupuesto de carbono restante”. Este presupuesto, calculado como la cantidad máxima de CO₂ que se puede emitir sin superar el límite de 1,5 °C, se consume a una velocidad alarmante.
De los veinte países más productores, solo tres planean reducciones netas. El resto sigue expandiendo infraestructuras extractivas, alentadas por la demanda energética y por la influencia de los lobbies fósiles, que presionan para mantener el modelo económico vigente.
El espejismo del crecimiento renovable
El informe también señala que, aunque las energías renovables crecen de forma sostenida, su avance sigue siendo aditivo, no sustitutivo: la demanda de carbón, gas y petróleo no ha alcanzado aún su pico. “Lo que vemos es que las renovables se suman al consumo fósil en lugar de desplazarlo”, explicó Neil Grant de Climate Analytics.
La electrificación del transporte, la calefacción y la industria puede reducir la necesidad de energía primaria, dado que la electricidad es más eficiente que los combustibles fósiles. Pero persiste un riesgo: si la caída de la demanda abarata los fósiles, podría producirse un efecto rebote que prolongue su uso.
El dilema es claro: la transición energética avanza, pero no a la velocidad necesaria. Y mientras tanto, los gobiernos diseñan estrategias que prolongan el uso de recursos contaminantes, creando una doble inercia difícil de revertir.
Oportunidades bloqueadas y retrasos costosos
El informe advierte que la falta de acción está frenando inversiones de gran potencial. Según el Industrial Transition Accelerator, de más de 700 instalaciones industriales de bajas emisiones en planificación, solo 15 al año logran financiamiento suficiente para ponerse en marcha. Se trata de una oportunidad de 1,6 billones de dólares que el mundo está dejando pasar.
Derik Broekhoff, autor principal del informe, fue tajante: “En 2023, los gobiernos reconocieron la necesidad de alejarse de los fósiles. Pero hoy muchos parecen atrapados en un guion obsoleto, planificando incluso más producción que hace dos años”.
El contraste es evidente: mientras las promesas internacionales buscan limitar el calentamiento, las políticas nacionales siguen apostando por el negocio fósil. La consecuencia es una crisis climática amplificada, con impactos económicos y sociales que se volverán cada vez más difíciles de gestionar.
Entre la inercia fósil y la urgencia climática
El Production Gap 2025 expone con crudeza la contradicción de la política energética mundial: discursos de transición frente a planes de expansión fósil. Mantener este rumbo equivale a aceptar que el límite de 1,5 °C será rebasado, con consecuencias irreversibles.
Los expertos insisten en que todavía hay margen de acción, pero requiere un cambio de rumbo inmediato: frenar nuevas inversiones en carbón, gas y petróleo, redirigir los recursos hacia renovables, reforzar la eficiencia energética y diseñar transiciones centradas en la justicia social y comunitaria.
De lo contrario, las próximas décadas estarán marcadas por un desajuste profundo entre la ciencia y la política, con un costo humano y económico que superará con creces los beneficios de mantener los fósiles. El mensaje es claro: cada año de retraso no solo agranda la brecha climática, sino que hipoteca el futuro de millones.
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