Un hallazgo en Kenia desafía la historia del uso de herramientas: no solo el Homo sabía tallar piedra

Un descubrimiento en Kenia de fósiles de manos de 1,5 millones de años demuestra que Paranthropus boisei, conocido como el “Hombre Cascanueces”.
El hallazgo de unos huesos de mano fosilizados de 1,5 millones de años en Kenia está revolucionando la comprensión de nuestros orígenes. Los restos, descubiertos en la región de Koobi Fora, a orillas del lago Turkana, pertenecen a Paranthropus boisei, un pariente extinto de los humanos conocido por su mandíbula colosal y potentes molares, características que le valieron el apodo de “Hombre Cascanueces”.
El descubrimiento, publicado el 15 de octubre en la revista Nature, demuestra que esta especie no solo tenía fuerza bruta, sino también una sorprendente destreza manual. Por primera vez, los científicos pueden vincular con certeza restos de mano y pie a P. boisei, revelando una combinación inédita de fuerza simiesca y precisión humana.
“Es la primera vez que podemos relacionar de forma concluyente a Paranthropus boisei con huesos específicos de la mano y el pie”, explicó la paleoantropóloga Carrie Mongle, de la Universidad de Stony Brook, quien dirigió el estudio internacional. “Su anatomía muestra una mezcla extraordinaria: dedos anchos y robustos, pero también un pulgar largo y móvil, capaz de movimientos finos para manipular herramientas”.
El fósil, designado KNM-ER 101000, fue excavado entre 2019 y 2021 por un equipo liderado por Louise Leakey, heredera de una dinastía de científicos que transformaron la paleoantropología. Su abuela, Mary Leakey, descubrió el primer cráneo de P. boisei en 1959, y ahora, más de seis décadas después, su nieta continúa ampliando esa historia.
Manos de gorila, precisión humana
El análisis del nuevo fósil muestra una estructura de mano sorprendentemente similar a la humana. Los dedos son rectos y largos, con un pulgar potente y articulaciones que permitían una amplia movilidad. Esta configuración, combinada con un meñique flexible, habría proporcionado una capacidad de agarre fuerte y controlada, muy parecida a la que usamos hoy para sostener un martillo o un cincel.
Pero la semejanza no se limita al agarre: los científicos también encontraron que las proporciones de los huesos son idénticas a las de un agarre de precisión. “Los dedos anchos y el pulgar robusto indican que P. boisei podía realizar un ‘agarre de precisión’, manipulando objetos pequeños con movimientos delicados”, explicó Mongle. “Eso implica que eran capaces de tallar piedra o manipular herramientas básicas con gran control”.
No obstante, los fósiles también presentan rasgos únicos. Las falanges son mucho más gruesas que las humanas, y su curvatura recuerda a la de los gorilas, lo que sugiere una fuerza de agarre descomunal. Según los investigadores, P. boisei habría usado esa potencia tanto para procesar vegetales duros —su dieta principal— como para realizar tareas que requerían resistencia manual, como golpear o tallar.
“No conocemos ningún otro hominino con una mano tan parecida a la de un gorila, y eso amplía enormemente nuestra comprensión de lo que era posible en la evolución de la destreza humana”, señaló Tracy Kivell, directora del Departamento de Orígenes Humanos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.
El hallazgo cuestiona una creencia largamente establecida: que solo los miembros del género Homo (como Homo habilis o Homo erectus) eran capaces de fabricar herramientas de piedra.
Un artesano inesperado en la evolución humana
Durante décadas, los paleoantropólogos pensaron que Paranthropus boisei —con su cráneo masivo, rostro ancho y dientes enormes— era una especie más primitiva, adaptada a triturar alimentos duros pero sin habilidades cognitivas o motoras complejas. Sin embargo, las nuevas pruebas indican que este pariente no solo tenía el cerebro suficiente para fabricar herramientas, sino también las manos necesarias para hacerlo.
“Existía una controversia sobre si esta especie fabricaba y utilizaba herramientas, y este fósil la resuelve definitivamente”, afirmó Matt Tocheri, coautor del estudio y especialista en evolución humana de la Universidad Lakehead (Canadá).
Los hallazgos coinciden con el registro arqueológico de herramientas en la misma región. En los alrededores de Koobi Fora se han encontrado instrumentos de piedra Olduvayenses (de hace 2,6 a 1,2 millones de años), tradicionalmente atribuidos a Homo habilis o Homo erectus. Pero si P. boisei coexistía allí y poseía la destreza necesaria, es probable que ambos grupos fabricaran herramientas en paralelo, o incluso compartieran técnicas.
Este escenario cambia por completo la línea temporal de la evolución tecnológica. En lugar de una progresión lineal, donde la inteligencia y la habilidad manual aumentan de especie en especie, los nuevos datos apuntan a una evolución convergente, en la que distintos homininos desarrollaron capacidades similares de forma independiente.
La huella de la familia Leakey
El hallazgo tiene un fuerte componente simbólico. Se produjo en los mismos terrenos donde los Leakey —una de las familias más influyentes en la historia de la paleoantropología— encontraron algunos de los fósiles más importantes del siglo XX.
La propia Louise Leakey ha descrito el momento como una “continuación natural del legado familiar”. “Mi abuela descubrió el rostro del Hombre Cascanueces”, explicó, “y ahora, más de sesenta años después, podemos ver por primera vez las manos que sostuvieron aquellas herramientas”.
El fósil KNM-ER 101000, minuciosamente conservado, incluye huesos del pulgar, los dedos y la muñeca, y su estudio requirió una combinación de tomografía computarizada y modelado 3D para reconstruir su estructura completa. Los resultados fueron tan concluyentes que los investigadores consideran el espécimen “una pieza clave” para entender cómo la destreza manual evolucionó de forma paralela en varias especies humanas.
Un nuevo relato sobre lo que nos hace humanos
El descubrimiento de las manos del “Hombre Cascanueces” no solo amplía el árbol genealógico de los fabricantes de herramientas, sino que redefine una de las preguntas fundamentales de la antropología: ¿qué nos hace humanos?
Si Paranthropus boisei fue capaz de planificar, tallar y utilizar instrumentos, entonces la inteligencia práctica y la habilidad manual no fueron exclusivas del género Homo. Varias ramas del árbol evolutivo pudieron haber compartido esa chispa de creatividad hace más de un millón de años.
“Estos hallazgos demuestran que la evolución humana no fue una línea recta, sino un mosaico de especies que compartían habilidades y comportamientos”, concluyó Mongle. “La destreza que hoy asociamos con nuestra especie tiene raíces mucho más profundas de lo que imaginábamos”.
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