Japón se prepara para reactivar la mayor central nuclear del mundo tras casi 15 años parada
Japón avanza hacia el reinicio de Kashiwazaki-Kariwa, la mayor central nuclear del mundo, clave para su seguridad energética.
Japón está a punto de reactivar la central nuclear más grande del mundo, Kashiwazaki-Kariwa, tras casi 15 años fuera de servicio desde el desastre de Fukushima. La asamblea prefectural de Niigata se dispone a aprobar el reinicio esta misma semana, despejando el último obstáculo político para Tokyo Electric Power Company (TEPCO) y marcando un punto de inflexión en la política energética del país, en un contexto de creciente demanda eléctrica y elevados costes de los combustibles fósiles.
Un momento decisivo para la política energética de Japón
El posible reinicio de Kashiwazaki-Kariwa, situada en la costa del mar de Japón, representa mucho más que la reactivación de una infraestructura industrial. Se trata de una señal política clara: Japón está dispuesto a volver a apostar por la energía nuclear como pilar de su sistema eléctrico, tras más de una década marcada por la desconfianza social y las restricciones regulatorias posteriores a Fukushima.
El gobernador de Niigata, Hideyo Hanazumi, dio luz verde en noviembre al reinicio de los reactores 6 y 7, calificando la energía nuclear como “extremadamente importante” para estabilizar el suministro eléctrico del este del país y reducir la brecha de precios con las regiones occidentales. Su decisión llegó tras años de revisiones de seguridad por parte de la Autoridad de Regulación Nuclear, que ya había aprobado técnicamente estos reactores avanzados de agua en ebullición en 2017.
El último escollo era político. El voto de confianza de la asamblea prefectural, que funciona en la práctica como un referéndum sobre la postura del gobernador, permitirá formalizar el consentimiento local. Una vez superado este trámite, Hanazumi podrá notificar al Gobierno central y cerrar el proceso. TEPCO ya se prepara para reactivar al menos uno de los reactores en enero de 2026, un calendario respaldado por analistas del sector energético.
Detrás de esta aceleración hay una realidad incómoda: Japón sigue dependiendo entre un 60% y un 70% de combustibles fósiles importados para generar electricidad. La volatilidad de los precios del gas y el petróleo, sumada al aumento de la demanda por centros de datos de IA y fábricas de semiconductores, ha reabierto el debate nuclear con una urgencia inédita en años.
La primera ministra Sanae Takaichi, en el cargo desde el otoño, ha defendido abiertamente los reinicios nucleares como herramienta para reforzar la seguridad energética y contener los costes. El Plan Energético Básico de Japón prevé que la nuclear vuelva a aportar alrededor del 20% de la electricidad en 2040, frente a menos del 10% actual.
Resistencia local y el peso del trauma de Fukushima
Pese al avance institucional, el consenso social en Niigata dista mucho de ser sólido. Encuestas prefecturales realizadas este otoño indican que alrededor del 60% de los residentes considera que aún no se cumplen las condiciones para el reinicio, y casi el 70% expresa dudas sobre la capacidad de TEPCO para operar la planta con seguridad.
La desconfianza tiene raíces profundas. Para muchos ciudadanos, Kashiwazaki-Kariwa no es solo una central nuclear: es un recordatorio permanente de Fukushima Daiichi, gestionada por la misma compañía. Entre las voces críticas está la agricultora y activista antinuclear Ayako Oga, evacuada de Fukushima en 2011 y hoy residente en Niigata, que participa en protestas frente a la asamblea prefectural. Para ella, cada noticia sobre el reinicio reactiva el miedo a un accidente que marque de nuevo generaciones enteras.
Hanazumi ha reconocido abiertamente esa ansiedad, pero defiende su decisión como “difícil pero necesaria”. En sus palabras, los riesgos nunca pueden reducirse a cero, pero gobernar únicamente desde el miedo paraliza al país. Como condición para su consentimiento, ha exigido al Gobierno nacional siete compromisos concretos, entre ellos explicaciones públicas más claras sobre la seguridad, mejoras en las rutas de evacuación, mayor supervisión del desempeño de TEPCO y una revisión del sistema de subsidios a las comunidades anfitrionas.
Por su parte, TEPCO ha prometido invertir 100.000 millones de yenes en Niigata durante la próxima década para apoyar el desarrollo regional y reconstruir la confianza. La compañía insiste en que está “firmemente comprometida a no repetir jamás” un accidente como el de 2011, y que esta vez la seguridad será demostrada con hechos, no solo con discursos.
Energía, clima y un mensaje al mundo
Kashiwazaki-Kariwa no es una central cualquiera. Con siete reactores y más de 8 gigavatios de capacidad, es la mayor planta nuclear del mundo por potencia instalada. Que incluso uno solo de sus reactores vuelva a operar podría aumentar el suministro eléctrico del área de Tokio en torno a un 2%, un margen significativo en un sistema cada vez más tensionado.
Más allá de Japón, la decisión será observada con lupa. Países que evalúan la energía nuclear como herramienta de descarbonización y seguridad energética miran a Tokio como un caso límite: si una nación marcada por uno de los peores accidentes nucleares de la historia logra reactivar su parque atómico con apoyo social suficiente, el mensaje será potente.
Para el Gobierno japonés, el reinicio de Niigata es una apuesta estratégica para las próximas décadas. Para los manifestantes, es una herida que nunca terminó de cerrarse. Entre ambos polos se juega algo más que un reactor: la pregunta de si la energía nuclear puede volver a tener legitimidad social en el siglo XXI. Japón está a punto de ofrecer una respuesta que resonará mucho más allá de sus fronteras.
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