La lluvia no basta: El alarmante desabastecimiento de agua en Inglaterra

Inglaterra afronta su peor sequía en años. Ríos bajos, embalses vacíos y tuberías en ruinas siembran preocupación. ¿Cómo acabamos así?
Inglaterra —tierra de lluvias— atraviesa una de sus peores crisis hídricas en una década. Los embalses están en niveles críticamente bajos, los ríos apenas fluyen y el agua subterránea se agota. El gobierno ha declarado una “escasez significativa” y ya ha impuesto prohibiciones como el uso de mangueras. Mientras, la demanda sigue creciendo, el sistema de suministro envejece y el cambio climático impone sequías cada vez más frecuentes. La pregunta es ya urgente: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
La historia seca de una nación lluviosa
Durante la sequía de 2022, Londres rozó el colapso hídrico. Se ensayaron planes extremos: cerrar piscinas de hotel, detener limpieza de oficinas e incluso secar estanques. Ahora, el problema se ha extendido: la agotada capacidad de los embalses, el caudal extremadamente bajo de los ríos y el descenso del nivel freático han llevado al gobierno a declarar oficialmente una escasez nacional de agua.
Las cuencas fluviales del país, clave para riego, consumo urbano e industria, están al límite. Según el UK Centre for Ecology and Hydrology, sin lluvias superiores al promedio durante varios meses, la crisis se agravará. Los niveles actuales apenas alcanzan el 67,7 % de la capacidad media, una cifra alarmante, pues ningún embalse ha sido construido en los últimos 30 años, sin importar la creciente demanda.
¿Qué ha fallado y por qué sigue empeorando?
El Reino Unido es tradicionalmente húmedo, incluso en regiones secas que reciben más agua que muchos países europeos. Pero esa abundancia ahora parece haber sido tomada por garantizada. El crecimiento demográfico, los usos excesivos (fluidos de 150 litros por persona al día frente a los 120–130 l en otros países) y la altísima tasa de fugas (20 % del agua se pierde en tuberías antiguas) están desangrando los recursos hídricos.
El sistema sigue funcionando con infraestructura de hace siglos, sin inversiones suficientes. La tasa de renovación de tuberías es del 0,05 % anual, insuficiente para reemplazar conductos goteantes o anticuados. Mientras tanto, la demanda sigue creciendo: no solo en hogares, sino en nuevas urbanizaciones como la proyectada en Oxfordshire, donde se planean reservas de agua que coinciden con nuevas zonas de centros de datos, lo que genera debate sobre prioridades.
Para añadir presión, la estructura regulatoria impone multas si se declara una prohibición de agua antes de que sea absolutamente necesario, lo que ha inducido a las compañías a demorar restricciones y agravar la crisis. La sostenibilidad de cauces y acuíferos —especialmente los de recarga lenta como los de tiza— está comprometida: hasta un 27 % del agua subterránea se extrae a niveles insostenibles.
¿Cuáles son las soluciones posibles?
Los expertos coinciden: no basta con esperar que vuelva a llover. Se necesita una estrategia multidimensional:
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Naturaleza como infraestructura: Restaurar humedales, devolver la meandrización a ríos, plantar arboledas ribereñas y mejorar los suelos para que retengan agua.
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Uso inteligente del agua: Incorporar recogida de lluvia para usos no potables, herramientas eficientes como duchas de bajo caudal, y repensar prioridades en jardines, limpieza y piscinas.
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Reforma del suministro: Acelerar la reparación y sustitución de tuberías con fugas, y aplicar tarifas progresivas. Los tan solo minutos menos de ducha o una ducha eficiente pueden marcar la diferencia, aunque eso genera resistencia política.
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Nuevas reservas con visión climática: Nueve embalses nuevos antes de 2050 son una parte de la respuesta —si se construyen con criterios ecológicos, no solo industriales.
Sir David King (exasesor científico) lo resumió: “La sequía en Inglaterra ya no es una advertencia: es una señal clara de que el cambio climático está destruyendo nuestros sistemas naturales y alimentarios ahora mismo.” Es momento de actuar con ambición ecológica y realismo político para transformar crisis en oportunidad.
Inglaterra enfrenta un reto doble: histórico y contemporáneo. Por un lado, sus infraestructuras hídricas descansan sobre siglos de construcción e innovación, pero también de desidia y subinversión. La falta de reservas nuevas, las tuberías envejecidas, y una demografía creciente sin planificación hídrica sólida han convertido esta nación acostumbrada a la lluvia en un paisaje frágil y sediento.
Pero la crisis es también una oportunidad. El agua debe salir del ámbito técnico para reaparecer como asunto central de política verde y diseño urbano. Cambios simples, como pasar a duchas eficientes o recoger agua de lluvia, pueden aliviar la demanda si se aplican a gran escala. Al mismo tiempo, invertir en infraestructuras, restaurar humedales y modernizar la red se alinea con el objetivo de ser resiliente frente al clima cambiante.
Inglaterra puede elegir quedarse a la espera de lluvias improbables o liderar la transición global hacia un modelo hídrico regenerativo. Transformar el suministro de agua es también una prueba de madurez ambiental, política y cultural. En ese terreno, solo faltan dos cosas: voluntad pública real y gestión visionaria.
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