La luna podría tener más agua de la que creíamos según la NASA

Nuevo experimento confirma que el viento solar genera agua en la Luna, abriendo puertas a misiones más sostenibles en Artemis y futuras bases.
Un equipo de científicos de la NASA ha demostrado en laboratorio que el viento solar puede formar agua en la superficie lunar, confirmando una hipótesis planteada hace décadas. El hallazgo, basado en la simulación acelerada de 80.000 años de exposición solar, podría transformar la planificación de las futuras misiones Artemis. El experimento tuvo lugar en Estados Unidos y usó muestras similares a las de las misiones Apolo para replicar las condiciones lunares. Este descubrimiento abre la puerta a obtener agua directamente en la Luna, vital para la presencia humana sostenible fuera de la Tierra.
Bombardeo solar
La Luna, a diferencia de la Tierra, carece de un campo magnético protector que la resguarde del viento solar. Esto deja su superficie directamente expuesta al bombardeo constante de protones de hidrógeno que viajan a más de un millón de millas por hora. Este flujo de partículas desencadena una serie de reacciones químicas que permiten la formación de moléculas de hidroxilo (OH) y, en condiciones favorables, moléculas completas de agua (H₂O).
Cuando los protones solares impactan la superficie lunar, recogen electrones del regolito —la capa de polvo y fragmentos rocosos— y se transforman en átomos de hidrógeno. Estos átomos recién formados migran y reaccionan con átomos de oxígeno ligados en minerales como la sílice, generando las bases moleculares del agua. Según la NASA, el ciclo de hidratación lunar muestra fluctuaciones diarias, con mayores concentraciones durante las mañanas y mínimos al mediodía.
El experimento que confirmó esta teoría simuló 80.000 años de exposición solar en apenas unos días, acelerando el proceso mediante condiciones de laboratorio controladas. Los resultados corroboran la hipótesis de que la formación de agua por viento solar es continua y dinámica, renovándose constantemente en la superficie lunar. Esta dinámica podría permitir la recolección sostenible de agua en futuras bases habitadas, sin necesidad de transportar grandes cantidades desde la Tierra.
La evidencia de hidrógeno implantado por el viento solar no es nueva: ya había sido detectada en las vesículas de muestras del Apolo. Estas cavidades, formadas tras procesos térmicos y de impacto, sirven como microreservorios naturales donde se almacena el agua creada por el viento solar. Los resultados refuerzan el valor de los regolitos lunares como fuentes de hidratación en misiones de larga duración.
Reacciones químicas y suelo lunar
Las reacciones químicas que permiten la formación de agua dependen de múltiples factores del suelo lunar. La estructura cristalina de los minerales, el tiempo de exposición, y las condiciones térmicas influyen en la eficiencia con la que el hidrógeno se une al oxígeno. Minerales como el olivino, la plagioclasa y el piroxeno presentan una mayor capacidad de almacenar moléculas de agua en sus superficies externas.
Un factor adicional crucial es el impacto de micrometeoritos, que produce pulsos térmicos capaces de alcanzar hasta 1.400 K. Estas explosiones localizadas liberan el agua atrapada en los minerales, facilitando su liberación y renovando el ciclo de hidratación lunar. Además, crean vesículas y cavidades características que los científicos utilizan como indicadores de presencia de agua.
Los estudios de las muestras traídas por la misión china Chang’E-5 confirmaron también la existencia de agua derivada del viento solar en el regolito lunar. Las muestras analizadas contenían un mínimo de 170 partes por millón (ppm) de agua, validando el regolito como un recurso potencial. Aunque la concentración varía según la composición mineralógica y la localización, su presencia generalizada supone un avance estratégico para futuras expediciones.
El Programa de Análisis de Muestras de Nueva Generación de Apolo (ANGSA) ha sido clave en confirmar esta teoría. Al analizar muestras selladas y almacenadas durante casi 50 años, los científicos encontraron evidencias espectroscópicas claras de la formación de hidroxilo a partir de la interacción viento solar-regolito. Estas técnicas modernas permiten estudiar las muestras sin contaminar su composición original, logrando resultados de una precisión sin precedentes.
Un cambio de paradigma lunar
El descubrimiento de agua generada por el viento solar representa mucho más que un avance científico: redefine la manera en que concebimos la exploración lunar. La posibilidad de recolectar agua directamente de la superficie mediante tecnologías relativamente simples reduce drásticamente el coste y la complejidad logística de las misiones. Esto hace viable no solo la exploración, sino también la permanencia humana prolongada en la Luna.
Para el programa Artemis y proyectos futuros, este hallazgo implica un futuro en el que los astronautas podrán «cosechar» agua en vez de transportarla desde la Tierra. Los suelos lunares se convertirán en aliados estratégicos, proporcionando no solo agua para beber, sino también hidrógeno y oxígeno para combustible y respiración. La capacidad de utilizar recursos in situ será una piedra angular de la expansión humana hacia el espacio profundo.
Más allá de la Luna, estas investigaciones abren también interrogantes fascinantes sobre otros cuerpos celestes. Si el viento solar puede crear agua en la Luna, podría haber procesos similares en asteroides, Mercurio, o incluso en Marte, cambiando nuestra comprensión sobre la abundancia de agua en el sistema solar. En un futuro no muy lejano, conocer y aprovechar estos ciclos naturales será vital para las ambiciones humanas entre las estrellas.
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