Más allá de los titulares: Las políticas que sí ganaron terreno para la naturaleza en 2025
De áreas protegidas a sentencias históricas, 2025 dejó avances clave para la naturaleza que pasaron desapercibidos.
Mientras 2025 estuvo marcado por crisis climáticas, conflictos y retrocesos ambientales, también dejó avances significativos en la protección de la naturaleza. Gobiernos, comunidades e instituciones judiciales lograron expandir áreas protegidas, reforzar derechos indígenas y sentar precedentes legales históricos. Estos logros, menos visibles que los desastres, están redefiniendo la política ambiental a escala global. Mirarlos de cerca permite entender qué tipo de decisiones sí generan cambios duraderos.
El océano como frente prioritario de conservación
Uno de los avances más tangibles de 2025 fue la expansión y el fortalecimiento de las áreas marinas protegidas (AMP). Estas zonas, cuando cuentan con protección real, permiten la recuperación de ecosistemas marinos degradados y el aumento de biodiversidad. El problema histórico ha sido su efectividad: muchas AMP permiten actividades extractivas que limitan su impacto positivo.
Bajo el marco del Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal, los países se comprometieron a proteger al menos el 30% de la tierra y los océanos para 2030. Sin embargo, a comienzos de 2025 solo el 9,6% del océano mundial estaba efectivamente protegido. Este déficit hizo aún más relevante un hito clave del año: la entrada en vigor del Tratado de Alta Mar, tras la ratificación de Marruecos como el país número 60.
Este tratado crea por primera vez una base legal para establecer AMP en aguas internacionales, una condición imprescindible para alcanzar el objetivo 30×30. La importancia del avance quedó reforzada por un estudio publicado en julio, que mediante inteligencia artificial y observación satelital demostró que en las AMP totalmente protegidas la pesca industrial es prácticamente inexistente, desmontando la idea de que muchas eran meros “parques de papel”.

Una expansión marina sin precedentes
El impulso político se tradujo en decisiones concretas. Australia aprobó 11 nuevos santuarios marinos, Argentina creó un área protegida de tamaño comparable al Parque Nacional de Yosemite, y en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, Portugal, Colombia y Santo Tomé y Príncipe anunciaron diez nuevas AMP. La Polinesia Francesa designó la mayor área marina protegida del mundo, mientras España autorizó seis nuevas AMP y Pakistán estableció la tercera de su historia.
Algunos países optaron por reforzar zonas ya existentes. Grecia se convirtió en el primer país europeo en prohibir el arrastre de fondo en todas sus AMP, una práctica extremadamente destructiva para los fondos marinos. El Reino Unido anunció planes similares en 41 áreas protegidas.
El enfoque dejó de ser solo cuantitativo para centrarse en la calidad de la protección.
La tierra firme también avanza hacia el 30×30
En ecosistemas terrestres, 2025 mostró un cambio de ritmo. Aunque el 17,6% de la superficie terrestre está protegida a nivel mundial, varios anuncios reforzaron la tendencia. Colombia lideró algunos de los avances más ambiciosos. En marzo, el país creó un territorio de más de un millón de hectáreas para proteger a un pueblo indígena en aislamiento voluntario, prohibiendo cualquier actividad económica.
Poco después, Colombia se convirtió en el primer país amazónico en declarar todo su bioma amazónico como reserva de recursos naturales, bloqueando nuevos proyectos petroleros y mineros en una zona que representa el 43% del país. La decisión fue presentada en la COP30 como un llamado a la cooperación regional para preservar un ecosistema que no reconoce fronteras.
En Asia Central, Kirguistán anunció un corredor ecológico de 1,2 millones de hectáreas, conectando áreas protegidas existentes. La evidencia científica respalda este enfoque: la conectividad ecológica es clave para mantener diversidad genética y resiliencia climática. En Australia, el anuncio del Gran Parque Nacional del Koala añadió 176.000 hectáreas de hábitat crítico para una especie emblemática en peligro.
El compromiso más ambicioso llegó desde Surinam, que prometió proteger el 90% de sus bosques tropicales. Con una de las mayores coberturas forestales del mundo, el país se consolida como uno de los pocos sumideros netos de carbono, junto a Bután y Panamá.
Derechos de la naturaleza y justicia ambiental
Más allá de áreas protegidas, 2025 avanzó en innovaciones legales. En Nueva Zelanda, una cadena montañosa obtuvo personalidad jurídica, siguiendo precedentes como el río Whanganui. El nombre colonial “Mount Egmont” fue reemplazado oficialmente por su denominación maorí: Taranaki Maunga. Iniciativas similares surgieron en el Reino Unido y en París, donde se impulsa reconocer derechos legales al río Sena.
En Estados Unidos, California cerró el mayor acuerdo de “land back” de su historia, devolviendo 19.000 hectáreas a la tribu Yurok y creando el Santuario del Salmón Blue Creek. La medida forma parte del mayor proyecto de eliminación de presas del mundo, restaurando el río Klamath tras más de un siglo de fragmentación ecológica.
Cuando las victorias silenciosas redefinen el futuro
Los avances de 2025 demuestran que la política ambiental no avanza solo en grandes cumbres o titulares espectaculares. Muchas de las transformaciones más relevantes se construyen a través de decisiones técnicas, marcos legales y luchas comunitarias persistentes. La expansión de áreas protegidas, el reconocimiento de derechos indígenas y las sentencias judiciales a favor del clima no son gestos simbólicos: son cambios estructurales.Estas victorias también revelan un patrón claro.
Allí donde la conservación se vincula a justicia social, soberanía territorial y ciencia sólida, la protección se vuelve más resistente al vaivén político. La entrada en vigor del Tratado de Alta Mar, los fallos judiciales internacionales y el reconocimiento legal de la naturaleza indican que el derecho ambiental está evolucionando hacia una lógica más preventiva y equitativa.
Comentarios cerrados
