“No puedo dormir”: el calor nocturno en Hong Kong revela una desigualdad creciente
 
					Las noches tropicales de Hong Kong se multiplican por el cambio climático y la urbanización, dejando sin descanso a miles de personas que no pueden pagar el aire acondicionado.
En el barrio costero de Kennedy Town, Kenneth Fan espera su turno para conseguir una colchoneta en un centro comunitario. Afuera, los rascacielos de hormigón liberan el calor acumulado durante el día. Dentro, el aire frío del aire acondicionado ofrece un respiro temporal. “Vengo cuando el calor en casa se vuelve insoportable”, dice Fan, de 33 años. “Si dejo el aire encendido toda la noche para mi familia, la factura se dispara”. Durante un verano reciente, el calor lo despertó veinte noches seguidas.
Hasta hace poco, las principales preocupaciones climáticas de Hong Kong eran los tifones y las inundaciones. Pero tras registrar su año más caluroso, una amenaza más silenciosa y persistente se impone: el calor extremo nocturno. Según el profesor David Bishai, director de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong, las olas de calor ya son la décima causa de muerte en la ciudad, equiparándose con enfermedades crónicas como la diabetes.
Entre 2014 y 2023, el calor causó 1.455 muertes —unas 150 al año—, la mayoría sin ser reconocidas oficialmente en los certificados de defunción. “Cada año será el más caluroso de la historia”, advierte Bishai. “Y así será el resto de nuestras vidas”.
La ciudad que nunca se enfría
En un siglo, las noches calurosas —aquellas en que la temperatura no baja de 28 °C— se han multiplicado por 38 en Hong Kong. Entre 2022 y 2024 se registraron hasta 56 noches tropicales al año, y los modelos climáticos prevén 150 para 2100.
La explicación está en la combinación letal de cambio climático y urbanización extrema. Con 7,5 millones de habitantes apilados en torres de hormigón, el calor queda atrapado entre las fachadas. “El sol calienta estos edificios durante el día, y por la noche se comportan como hornos de pizza”, explica Bishai.

Un estudio de la Universidad China de Hong Kong (2020) demostró que las noches consecutivas de calor son incluso más peligrosas que los picos diurnos. Sin un descanso térmico, el cuerpo no logra recuperarse: el corazón y los pulmones trabajan al límite, como si corrieran una maratón sin fin. Las muertes aumentan varios días después del inicio de una ola de calor y pueden prolongarse semanas.
Calor e inequidad: una ciudad partida por la temperatura
El calor nocturno no afecta a todos por igual. Más de 220.000 personas viven en 110.000 microviviendas subdivididas, espacios minúsculos, mal ventilados y a menudo sin ventanas. En ellos, las temperaturas interiores pueden alcanzar 44 °C durante la noche. Los centros comerciales ofrecen refugio temporal, pero cierran al caer la medianoche.
Los ancianos y enfermos crónicos son los más expuestos. Durante los episodios de calor, las llamadas a ambulancias se disparan, afirma Chen Weiquan, del Departamento de Bomberos de Hong Kong. La Cruz Roja local reparte dispositivos portátiles para medir signos vitales en mayores, pero su coordinadora, Eva Yeung, advierte que no reemplazan la atención médica inmediata.
En un reciente estudio, su equipo instaló sensores en casas precarias del distrito de Hung Shui Kiu. Los resultados fueron alarmantes: las temperaturas nocturnas superaban habitualmente los 35 °C, un riesgo directo para la salud. “La gente sufre de verdad”, señala Yeung, reclamando la creación de refugios públicos accesibles durante la noche.
Refugios que no alcanzan
Actualmente, Hong Kong cuenta con 19 centros de enfriamiento, muchos abiertos durante las alertas de calor. En el verano de 2024 permanecieron operativos 66 noches consecutivas. “Cuando el aviso sigue activo a las 4:30 p. m., abrimos y preparamos fideos y mantas”, comenta Lucy Shih, empleada del centro comunitario de Kennedy Town.

Pero la cobertura es desigual. Fan, que vive al otro lado de la ciudad, debe desplazarse largas distancias porque los refugios cercanos están saturados o mal acondicionados. Algunas instalaciones apagan el aire a las 11 p. m., y una investigación de Greenpeace descubrió que un tercio de los centros carece completamente de aire acondicionado. Además, la mayoría de usuarios son hombres, lo que genera preocupación por la seguridad y la accesibilidad para mujeres y familias.
El costo energético también frena la adaptación. Miles de hogares evitan usar el aire acondicionado por miedo a facturas impagables, mientras que la mala ventilación de los edificios públicos agrava el problema. Aunque las empresas eléctricas ofrecen subsidios —CLP destinó 50 millones de dólares de Hong Kong a 70.000 hogares y HK Electric otorgó 1,2 millones a 1.200 viviendas precarias— la ayuda resulta insuficiente ante un problema estructural.
El impacto económico se extiende. Las enfermedades relacionadas con el calor generan costes sanitarios crecientes: un estudio de 2023 calculó pérdidas de 2.200 a 4.800 millones de yuanes (309 a 674 millones de dólares) entre 2014 y 2019 en 24 regiones chinas, con especial incidencia en hombres mayores de 65 años. En Hong Kong, el calor nocturno se asocia con un aumento del 3,1% en las hospitalizaciones.
La respuesta fragmentada de la ciudad
Pese a la gravedad del problema, el Plan de Acción Climática 2050 de Hong Kong se centra casi exclusivamente en la reducción de emisiones, relegando la adaptación al calor a un segundo plano. Mientras el control de inundaciones cuenta con fondos y protocolos claros, la respuesta al calor extremo depende de una maraña de departamentos desconectados: el observatorio emite alertas, las agencias abren refugios y los hospitales improvisan protocolos, pero no existe un plan coordinado de emergencia térmica.
El doctor Bishai lo resume con contundencia: “Falta un plan de adaptación climática real”. Su investigación muestra que 140 países ya cuentan con planes de acción frente al calor. Los más avanzados disponen de una agencia líder que coordina alertas, refugios, hospitales y comunicación pública, con foco en los grupos más vulnerables. Algunas ciudades, como Ahmedabad (India), han logrado evitar más de 1.100 muertes al año con sistemas de alerta temprana y educación comunitaria.
En Guangzhou, ciudad vecina, el programa “Disfruta el verano sin golpe de calor” combina avisos digitales, visitas domiciliarias y una línea directa 24/7 para mayores. Hong Kong, reconoce Bishai, “va a la zaga”.
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