Las nutrias más famosas de Japón podrían esconder una red de tráfico ilegal

Un estudio vincula cafés de nutrias en Japón con el comercio ilegal desde Tailandia. Detrás de los selfies virales se esconde una red preocupante.
En Japón, las nutrias de uñas pequeñas se han convertido en estrellas de cafés temáticos y redes sociales, pero su creciente popularidad tiene un coste oculto. Un nuevo estudio revela que muchas de estas nutrias podrían provenir de zonas de caza furtiva en Tailandia, lo que apunta a un posible vínculo con el comercio ilegal de fauna salvaje. La investigación, publicada en la revista Conservation Science and Practice, comparó el ADN de 81 nutrias en cautiverio con poblaciones silvestres en el sudeste asiático. El hallazgo ha generado alarma entre conservacionistas, quienes advierten que esta tendencia podría poner en peligro a una especie ya catalogada como vulnerable.
Detrás del cristal y los likes
Las nutrias de cafés en Tokio parecen disfrutar de su protagonismo: posan para fotos, aceptan premios de comida y nadan en pequeñas piscinas frente a clientes emocionados. Pero la ciencia acaba de descubrir algo mucho menos adorable. Un análisis genético realizado a 81 nutrias en zoológicos, cafés y decomisos aduaneros reveló que la mayoría proviene de dos focos de caza ilegal en el sur de Tailandia. Estas coincidencias no demuestran directamente que fueron traficadas, pero el ADN coincide con precisión con poblaciones silvestres en áreas con histórico de contrabando.
El comercio internacional de nutrias de uñas pequeñas está prohibido desde 2019 bajo la Convención CITES, al considerarlas vulnerables. Aun así, su popularidad en Japón y otras partes de Asia no ha hecho más que crecer. Canales de YouTube, reels de TikTok y cuentas en Instagram las muestran como mascotas adorables, sin mencionar los riesgos éticos, sanitarios y ecológicos que implica tener a un animal salvaje en un entorno doméstico.
ADN que delata
Según Mayako Fujihara, investigadora de la Universidad de Kioto y coautora del estudio, muchos propietarios creen que están ayudando a conservar a la especie al criar nutrias en cautiverio. Pero si los animales provienen de padres capturados ilegalmente antes de 2019, eso no solo legitima el tráfico anterior, sino que podría fomentar nuevas capturas. “Queríamos saber de dónde venían. Y lo que encontramos es alarmante”, explica Fujihara.
El equipo de investigación, que incluye científicos de Japón, Francia y Tailandia, advierte que algunas de estas nutrias pudieron haber sido criadas en cautiverio, pero a partir de individuos capturados ilegalmente, lo que representa una forma encubierta de lavado de fauna silvestre. Las nutrias, además, sufren frecuentemente en estos entornos: signos de estrés, sobrepeso, vómitos y mutilaciones son visibles en muchos videos, aunque pasen desapercibidos bajo una música tierna y filtros adorables.
Una especie en riesgo por su ternura
El atractivo de las nutrias ha sido su maldición. Su apariencia “kawaii” y comportamiento juguetón las convirtieron en mascotas virales y protagonistas de cafés temáticos, especialmente en Japón, donde se han abierto numerosos locales que ofrecen la experiencia de acariciar o alimentar a estos animales. Pero tras esa fachada, la presión sobre las poblaciones silvestres ha aumentado drásticamente. En 2018, un informe conjunto de TRAFFIC y la UICN ya alertaba del problema: en solo cuatro meses de 2017 se encontraron más de 500 anuncios de venta de nutrias, la mayoría de ejemplares menores de un año.
La caza furtiva y el contrabando de estas nutrias exacerban los daños provocados por la pérdida de hábitat y la contaminación de los ecosistemas acuáticos asiáticos. En su entorno natural, estos animales juegan un papel crucial en el equilibrio ecológico de humedales, manglares y ríos, regulando poblaciones de cangrejos, moluscos y otros invertebrados. Su desaparición comprometería seriamente la salud de estos hábitats, muchos de los cuales ya están amenazados por la actividad humana.
El espejismo de la cría en cautiverio
Una de las principales excusas de los cafés de nutrias es que los animales son criados de forma legal. Pero como advirtió Kanitha Krishnasamy, directora de TRAFFIC en el sudeste asiático, la cría en cautiverio con fines comerciales ha sido históricamente una puerta para el blanqueo de animales silvestres. La falta de trazabilidad en la cadena de reproducción y la inexistencia de mecanismos de verificación robustos facilitan que animales capturados ilegalmente sean registrados como nacidos en criaderos.
Además, la reproducción en cautiverio no resuelve los problemas de bienestar animal. Las nutrias son criaturas sociales, monógamas, que necesitan territorios amplios, estimulación mental y rutinas naturales. En los cafés, muchas muestran signos de ansiedad: sobrepeso, automutilación, vómitos y comportamiento errático. “No es una buena idea ir a estos cafés, por mucho que amemos a los animales”, insiste Fujihara. La exhibición pública, en lugar de sensibilizar, puede alimentar el problema al normalizar el cautiverio de una especie salvaje vulnerable.
Cuando la ternura se convierte en complicidad
El caso de las nutrias en Japón ilustra un patrón cada vez más común: la forma en que el mercado de las emociones digitales puede alimentar el ecocidio. En una época donde el contenido adorable garantiza atención, la industria de los animales virales se convierte en una maquinaria difícil de detener. Pero cada «like» tiene consecuencias. Si las nutrias se extinguen en sus hábitats naturales, será por una combinación letal de ignorancia, omisión y complicidad colectiva.
La solución no pasa solo por prohibir cafés o penalizar la posesión de estas mascotas, sino por construir una conciencia crítica en torno al consumo de contenidos con animales salvajes. Como espectadores, tenemos poder. Podemos dejar de seguir cuentas que explotan esta estética y exigir transparencia en la procedencia de los animales. También corresponde a los gobiernos reforzar la legislación, poner fin al blanqueo a través de criaderos e imponer controles reales sobre la venta y tenencia de especies en peligro.
Japón, país de profunda relación con la naturaleza y sofisticación tecnológica, puede liderar una nueva ética del cuidado animal. Tiene los recursos, la influencia cultural y el prestigio para hacerlo. Pero para eso, deberá reconocer que hasta los negocios más dulces pueden tener raíces amargas.
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