Un océano de hidrógeno bajo tierra podría alimentar al mundo por 170,000 años

Un estudio estima que las reservas naturales de hidrógeno en la corteza terrestre podrían cubrir la demanda energética global durante más de 170.000 años.
Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Oxford, Durham y Toronto ha revelado que la corteza terrestre alberga enormes reservas naturales de hidrógeno. Estas acumulaciones subterráneas, generadas por procesos geológicos, podrían abastecer las necesidades energéticas humanas durante más de 170.000 años. El hallazgo, publicado en mayo de 2025, abre la puerta a una fuente de energía limpia, accesible y de bajo costo, en contraste con los métodos industriales actuales. De confirmarse su viabilidad, el hidrógeno natural podría convertirse en el próximo gran recurso energético global.
Hidrógeno dorado: energía en estado puro
El hidrógeno natural —también conocido como hidrógeno blanco o dorado— se forma dentro de la corteza terrestre a través de reacciones químicas entre agua y minerales ricos en hierro, especialmente en rocas profundas como la peridotita. El principal mecanismo geológico responsable es la serpentinización, un proceso que ocurre cuando el agua se infiltra en rocas ultramáficas del manto y desencadena reacciones exotérmicas que liberan hidrógeno en forma de gas H₂.
Según el Servicio Geológico de EE. UU., la Tierra podría contener hasta 6,2 billones de toneladas de hidrógeno oculto, una cifra suficiente para abastecer la demanda energética mundial durante más de 170.000 años. Estas reservas no requieren electrólisis ni reformado de gas natural, lo que elimina casi por completo la huella de carbono en su producción. Además, su extracción sería hasta cinco veces más barata, con un coste estimado inferior a $1 por kilogramo, frente a los $5-8/kg del hidrógeno verde producido con electricidad renovable.
Rocas que respiran energía
El proceso clave, la serpentinización, transforma hierro ferroso (Fe²⁺) en hierro férrico (Fe³⁺) mientras libera hidrógeno. Esta reacción, altamente exotérmica, puede elevar la temperatura local más de 260 °C y liberar hasta 40 kilojulios por mol de agua. Se presenta de forma más eficiente entre 200 y 315 °C, cuando las rocas están en contacto con fluidos pobres en carbonatos. Cuanto mayor es el contenido de olivina, más hidrógeno se produce, haciendo que la peridotita supere ampliamente a otras rocas como la piroxenita en términos de eficiencia energética.
Aparte de la serpentinización, existen otros procesos geológicos capaces de generar hidrógeno natural, como la radiólisis (cuando el agua se expone a materiales radiactivos en las profundidades), la descomposición térmica de hidrocarburos, y la fracturación sísmica de minerales silicatados. Todos estos mecanismos apuntan a una presencia geológicamente diversa y abundante de hidrógeno, distribuido a lo largo de continentes y cadenas montañosas.
Exploración: un nuevo mapa energético del mundo
El foco de la exploración se centra ahora en regiones de corteza continental antigua, como los cratones, donde las condiciones de presión y temperatura favorecen la generación y acumulación de gas. En EE. UU., el USGS ha identificado al menos 30 estados con potencial, incluyendo Michigan, Kentucky, Dakota del Norte y California. Estas áreas cumplen con los tres criterios clave: fuente de hidrógeno, roca reservorio y sello geológico natural que impida su fuga.
Las cadenas montañosas también se perfilan como zonas privilegiadas. Allí, el ascenso de rocas del manto durante procesos tectónicos lleva materiales ricos en olivina a zonas superficiales donde el agua puede circular a través de fallas profundas, acelerando la producción de hidrógeno. El caso de las bahías de Carolina es especialmente interesante: se teoriza que su origen puede estar ligado a migraciones de hidrógeno desde el manto, a través de la costa este estadounidense.
Sin embargo, la exploración enfrenta un obstáculo biológico: microorganismos subterráneos que consumen hidrógeno. Estos microbios podrían reducir considerablemente el tamaño explotable de las reservas, lo que añade un nuevo factor ecológico a tener en cuenta en la prospección energética del futuro.
Más limpio, más barato, más duradero
En comparación con el hidrógeno verde o azul, el hidrógeno natural no requiere grandes instalaciones industriales ni cantidades masivas de agua o electricidad. Al no depender de energías intermedias, su ciclo de producción es casi directo: extraer y usar. Esto lo convierte en una alternativa energéticamente más eficiente y ambientalmente menos costosa.
Además, su durabilidad como fuente energética es asombrosa. A la tasa actual de consumo energético global, las reservas estimadas permitirían satisfacer la demanda durante más de 170 milenios. Esta cifra no solo garantiza seguridad energética para generaciones futuras, sino que también ofrece una ventana de tiempo crucial para descarbonizar el planeta sin sacrificar desarrollo industrial.
Y no se trata de una utopía a largo plazo: en países como Malí o Francia, ya existen pozos naturales de hidrógeno en producción o exploración avanzada. En Estados Unidos, varias startups están adaptando técnicas de perforación de gas y helio para acceder a estos reservorios sin modificar demasiado la infraestructura existente.
La revolución energética más discreta del siglo
El hidrógeno blanco ha pasado desapercibido durante décadas. A menudo confundido con contaminaciones en pozos de gas o ignorado por su baja concentración, ha sido la fuente energética más infraestimada de la Tierra. Pero los avances recientes en geología, sensores subterráneos y modelos de prospección están cambiando esa percepción.
Ahora que la humanidad busca desesperadamente una salida limpia a su adicción al carbono, la respuesta podría estar bajo nuestros pies, en un gas invisible que se genera desde hace millones de años en las entrañas de la Tierra.
La posibilidad de aprovechar una fuente natural, renovable, de bajo impacto y de distribución global transforma al hidrógeno blanco en algo más que una solución energética: puede convertirse en una estrategia planetaria para la resiliencia energética, climática y geopolítica.
La carrera por su exploración apenas comienza, pero el mensaje es claro: la próxima gran revolución energética puede no estar en el sol ni en el viento… sino en la roca.
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