La OMS respalda los fármacos como Ozempic o Wegovy como tratamiento crónico para la obesidad
Recomendándolos como terapia crónica y advirtiendo que menos del 10% de los pacientes tendrá acceso para 2030.
La Organización Mundial de la Salud publicó este lunes sus primeras directrices globales sobre el uso de medicamentos GLP-1 para tratar la obesidad, recomendando condicionalmente fármacos como Ozempic, Wegovy y Mounjaro como opciones de tratamiento a largo plazo, según un artículo en el Journal of the American Medical Association. La OMS, que considera la obesidad una enfermedad crónica y no un problema de estilo de vida, advierte que menos del 10% de quienes podrían beneficiarse tendrán acceso antes de 2030, debido al alto costo y la limitada capacidad de fabricación. La decisión llega en un momento de incremento global de la obesidad, que afectó a más de 1.000 millones de personas en 2024.
Un giro histórico en la concepción de la obesidad
Las nuevas directrices representan uno de los movimientos más significativos de la OMS en décadas en relación con la obesidad. Al recomendar fármacos GLP-1 como tratamiento crónico, el organismo declara oficialmente que la obesidad no es un fallo de voluntad, ni una consecuencia exclusiva de hábitos de vida: es una enfermedad duradera, con causas metabólicas complejas, que requiere un manejo continuado.
El Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, subrayó este cambio de paradigma afirmando que la organización se compromete a apoyar “de manera efectiva y equitativa” a los países en la lucha contra lo que ya es una de las crisis sanitarias más extensas del siglo XXI. Y aunque enfatizó que los fármacos no resolverán por sí solos la epidemia global de obesidad, sí pueden ayudar a millones de personas a reducir los riesgos metabólicos, cardiovasculares y funcionales asociados a la enfermedad.
Los medicamentos recomendados —semaglutida, tirzepatida y liraglutida— actúan sobre las hormonas que regulan el apetito y la saciedad, reduciendo la ingesta calórica y facilitando la pérdida de peso sostenida. La evidencia acumulada en los últimos años muestra reducciones del peso corporal del 10% al 20% dependiendo de la molécula, la dosis y la duración del tratamiento.
Una recomendación condicionada por la evidencia y por la realidad global
La OMS clasifica sus recomendaciones como “condicionales”, una fórmula que reconoce tanto su eficacia probada como las limitaciones actuales en datos de seguridad a largo plazo. Los estudios disponibles confirman beneficios clínicos claros en el primer año de uso, pero el impacto más allá de ese periodo aún requiere más investigación. De hecho, la propia organización señala que los resultados más sólidos provienen de ensayos donde el medicamento se combina con intervención conductual intensiva, un modelo difícilmente replicable en la mayoría de sistemas sanitarios.
A estas incertidumbres científicas se añaden obstáculos logísticos y económicos. El precio de tratamientos como Wegovy o Mounjaro —entre 800 y 1.300 dólares mensuales según el país— limita su adopción en sistemas de salud públicos, especialmente en países de ingresos bajos o medios. La organización advierte que, incluso con una expansión acelerada de la producción, menos del 10% de los pacientes elegibles accederá a estos fármacos en los próximos cinco años.
La escasez actual de GLP-1 en el mercado global, provocada por una demanda explosiva impulsada tanto por indicaciones médicas como por usos cosméticos de pérdida de peso, también frena la disponibilidad. La producción aún es insuficiente para cubrir incluso a los pacientes con diabetes tipo 2, el grupo para el que inicialmente se desarrollaron estos medicamentos.
La doble presión de la epidemia: salud pública y economía global
La obesidad fue responsable de 3,7 millones de muertes en 2024 y, de no tomarse medidas inmediatas, se proyecta que el número de personas afectadas se duplique para 2030. La OMS calcula que los costes económicos asociados —pérdida de productividad, complicaciones médicas y tratamientos derivados— alcanzarán los 3 billones de dólares anuales en apenas cinco años, una cifra que supera el PIB anual de países como Francia o Reino Unido.
En este contexto, la disponibilidad de medicamentos eficaces podría tener un impacto estructural profundo. Las directrices especifican que los adultos con un IMC de 30 o más —o de 27 o más si existen comorbilidades— pueden ser candidatos para tratamientos GLP-1, siempre integrados en un plan de salud que incluya dieta equilibrada, actividad física regular y acompañamiento clínico. Las mujeres embarazadas quedan excluidas por razones de seguridad.
La OMS también señala un punto clave para el futuro del acceso: las patentes de semaglutida comenzarán a expirar en 2026 en países como India, Brasil, China o Canadá. La llegada de genéricos podría reducir drásticamente los precios y ampliar el alcance poblacional de estos tratamientos, aunque las capacidades de fabricación deberán multiplicarse para satisfacer la demanda.
Una desigualdad farmacológica que amenaza con ampliarse
Las directrices ponen sobre la mesa un problema ético urgente: la creciente brecha global en el acceso a medicamentos para la obesidad. Mientras que en países de altos ingresos los fármacos GLP-1 ya se están integrando en la práctica clínica —y en algunos casos se utilizan incluso con fines estéticos—, en gran parte del mundo en desarrollo siguen siendo inaccesibles.
La organización reclama “acciones urgentes” para evitar que los tratamientos de obesidad reproduzcan la misma inequidad que se vio con terapias antirretrovirales en los años 90 o con las primeras vacunas contra la covid-19 en 2021. Esto implica acuerdos de producción regional, flexibilización temporal de patentes y subsidios internacionales que alivien la carga para los sistemas sanitarios.
En 2026, la OMS planea colaborar con gobiernos y socios industriales para priorizar el acceso a quienes más lo necesitan: personas con obesidad severa, con complicaciones metabólicas y con menores recursos.
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