El planeta se oscurece mientras el humo de incendios crea nueva contaminación invisible

Alberto Noriega     6 octubre 2025     4 min.
El planeta se oscurece mientras el humo de incendios crea nueva contaminación invisible

El planeta refleja cada vez menos la luz solar al espacio, una tendencia que ha acelerado el aumento de las temperaturas récord de los últimos años. Según un estudio de la NASA, la reflectividad terrestre cayó en 2023 al nivel más bajo en 83 años, especialmente en el hemisferio norte. A la par, nuevas investigaciones revelan que el humo de incendios forestales desencadena reacciones químicas ocultas, generando contaminantes peligrosos que agravan la crisis de la calidad del aire. Dos fenómenos distintos que convergen en un círculo vicioso climático con graves consecuencias para la salud y el futuro del planeta.

Un planeta cada vez más oscuro

La investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences muestra que entre 2001 y 2024 la Tierra se volvió progresivamente más oscura, perdiendo su capacidad de albedo, es decir, de reflejar la radiación solar. El responsable principal: la desaparición de nubes bajas sobre los océanos, que funcionan como un “escudo” natural al devolver parte de la luz hacia el espacio.

En 2023, estas nubes habían disminuido un 1,5% respecto a los niveles promedio, lo que contribuyó a un aumento de 0,23 °C en la temperatura récord global de ese año. Helge Gössling, del Instituto Alfred Wegener y coautor del estudio, lo explica con claridad: “Si hay menos nubes bajas, perdemos su efecto refrigerante, y eso solo puede hacer las cosas más cálidas”.

A diferencia de las nubes altas, que actúan como mantas atrapando calor, las nubes bajas enfrían el planeta sin añadir calentamiento adicional. Su reducción, por tanto, rompe el equilibrio natural y alimenta un peligroso bucle de retroalimentación climática: menos nubes implica más calor, y más calor puede a su vez reducir la formación de nubes.

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Factores detrás de la pérdida de nubes

El estudio vincula esta disminución a varios factores:

  • Regulaciones más estrictas sobre combustibles marítimos, que han reducido los aerosoles emitidos por barcos. Estos aerosoles solían favorecer la formación de nubes al actuar como núcleos de condensación.

  • Variabilidad climática natural, que modula la cobertura nubosa en escalas de décadas.

  • El propio calentamiento global, que altera la circulación atmosférica y la capacidad de condensación.

El resultado es un planeta más oscuro, que absorbe más radiación solar de la que refleja, reforzando el calentamiento. Y todo esto en un contexto en el que 2023 ya fue el año más cálido jamás registrado.

El humo de incendios: fábricas químicas en el aire

Mientras tanto, un equipo de la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología (KAUST), en Arabia Saudí, ha demostrado que el humo de incendios forestales funciona como un laboratorio químico en miniatura. Cuando las partículas de humo absorben luz solar, ciertos compuestos orgánicos actúan como fotosensibilizadores: entran en estados excitados y producen radicales peróxidos y peróxidos a un ritmo miles de veces más rápido que los mecanismos tradicionales.

Este hallazgo, publicado en Science Advances, explica por qué las mediciones de campo durante incendios muestran altos niveles de contaminación incluso en ciudades alejadas del fuego, donde en teoría las rutas químicas clásicas deberían estar bloqueadas.

“Es un proceso sorprendentemente eficiente, que genera contaminantes de forma invisible y acelerada”, señaló el profesor Chak Chan, coautor del estudio. En la práctica, esto significa que el humo de incendios no solo transporta partículas tóxicas, sino que además las transforma y multiplica, intensificando el smog urbano y la exposición de millones de personas.

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Impacto en salud pública: una amenaza creciente

Las consecuencias no son solo atmosféricas. Un estudio publicado en Nature estima que la exposición al humo de incendios podría causar más de 71.000 muertes adicionales al año para 2050 en escenarios de alto calentamiento. El riesgo es especialmente alto en regiones con poca experiencia previa en incendios, donde la población carece de estrategias de adaptación.

Estos resultados sugieren que los modelos climáticos actuales subestiman el impacto real de los incendios en la salud pública, pues no incluyen esta nueva ruta química de formación de contaminantes. De confirmarse, la carga sanitaria del cambio climático sería aún mayor de lo previsto.

Consecuencias para la política climática

Estos descubrimientos llegan en un momento crítico, cuando los gobiernos deben presentar en la COP30 de Brasil nuevos planes nacionales de reducción de emisiones para 2035. Los expertos advierten que ignorar estas dinámicas invisibles —la pérdida de albedo y la química oculta del humo— podría dejar incompletas las proyecciones y subestimar los riesgos reales.

Además, el enfriamiento indirecto que antes proporcionaban las nubes y los aerosoles contaminantes de barcos ya no está presente, lo que hace aún más urgente acelerar la transición hacia energías limpias y la reducción drástica de emisiones.

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