Plásticos sin ley: colapsa tratado global en Ginebra esperado desde 2022

Las negociaciones de la ONU para firmar un tratado global contra la contaminación por plásticos colapsaron este viernes 15 de agosto en Ginebra. Después de intensas discusiones que se extendieron hasta la madrugada, los delegados de 184 países rechazaron los dos borradores propuestos y no se alcanzó ningún acuerdo. La causa principal: el bloqueo de un pequeño grupo de petroestados, liderado por Arabia Saudí y Kuwait, que se opuso a limitar la producción de plásticos o imponer controles sobre los químicos tóxicos que los componen. Para muchos países insulares y ONGs, el fracaso supone una derrota para el multilateralismo y un golpe directo al futuro del planeta.
Un tratado esencial que se disuelve
Tras más de dos años de negociaciones, la sexta y última ronda del comité intergubernamental concluyó sin avances. A pesar de que más de cien países apoyaban medidas ambiciosas para reducir la producción de plásticos y eliminar los componentes más peligrosos, los borradores fueron finalmente rechazados por todos los países, incluida su propia presidencia. El borrador final, presentado en la madrugada del viernes, ni siquiera contenía un compromiso explícito para frenar la producción global, aunque sí reconocía que el nivel actual era “insostenible”.
Francia, la Unión Europea, Colombia, Tuvalu y otras naciones expresaron su frustración. La ministra francesa de transición ecológica, Agnès Pannier-Runacher, se declaró “enfadada” y acusó a un puñado de países de actuar “guiados por intereses financieros a corto plazo”. Desde Colombia, el delegado Sebastián Rodríguez fue aún más claro: “las negociaciones fueron bloqueadas por unos pocos estados que simplemente no quieren un acuerdo”.
El Reino Unido, aunque sin ocultar su decepción, defendió su papel activo hasta el final. Para los estados insulares del Pacífico, el colapso de las conversaciones es especialmente grave: toneladas de residuos seguirán llegando a sus costas sin que exista ningún compromiso vinculante para detenerlo. Como resumió el representante de Tuvalu, la falta de cooperación global pone en riesgo sus ecosistemas, su alimentación y su cultura.
El fantasma del petróleo y la parálisis del consenso
El principal obstáculo fue, una vez más, la negativa a abordar la raíz del problema: la producción masiva de plásticos, profundamente ligada a la industria petrolera. Arabia Saudí y Kuwait insistieron en que ese aspecto “quedaba fuera del mandato del tratado”, y señalaron que los textos eran “desequilibrados” al centrarse demasiado en la producción en lugar de en la gestión del residuo. En efecto, la industria petroquímica ha redoblado su apuesta por el plástico como mercado de futuro ante el declive del petróleo como combustible.
Luis Vayas Valdivieso, presidente del comité de negociación, intentó salvar la situación con borradores que recogieran las posiciones más conciliadoras. No lo logró. Incluso China, que mostró una actitud menos obstruccionista que sus aliados petroleros, consideró que el resultado no era un final, sino un “nuevo punto de partida” en una “maratón” de largo plazo.
Al salir de la sede de la ONU en Ginebra, muchos delegados se debatían entre el pesimismo y la esperanza. La comisaria europea de medioambiente, Jessika Roswall, sostuvo que el proceso debía ser “replanteado con honestidad” para aprender de lo ocurrido. Para algunos países del Pacífico, la pregunta empieza a ser si tiene sentido continuar en un foro donde quienes contaminan más tienen poder de veto.
¿Un nuevo comienzo sin los de siempre?
La decepción no fue solo política. Organizaciones como Environmental Investigation Agency o Center for International Environmental Law calificaron el resultado como un “golpe al multilateralismo”. Algunas voces empezaron a plantear abiertamente la necesidad de cambiar de estrategia: celebrar nuevas negociaciones sin petroestados o activar el mecanismo de votación dentro del comité, en lugar de seguir buscando consensos imposibles.
Dennis Clare, negociador de Micronesia, evocó su experiencia en la enmienda de Kigali para el tratado de Montreal, donde tardaron ocho años en sortear bloqueos similares por parte de los mismos países. Según él, no es que las negociaciones hayan colapsado, sino que se ha derrumbado “la lógica de seguir dialogando con quienes solo buscan obstruir”.
La paradoja es que mientras los petroestados obstaculizan el avance, muchas miradas se vuelven hacia China. Su economía diversificada y su creciente interés en liderar soluciones globales ofrecen, al menos en teoría, una vía diplomática menos cerrada que la de sus aliados petroleros. Algunos diplomáticos lo consideran el “inicio del inicio” de una nueva etapa para enfrentar la marea plástica global.
Pensar el planeta más allá del petróleo
La escena en Ginebra es una radiografía de las tensiones geopolíticas del siglo XXI: un conflicto entre los que quieren frenar la destrucción ambiental y quienes siguen apostando por un modelo económico basado en combustibles fósiles y productos desechables. El fracaso del tratado del plástico no es solo una crisis medioambiental; es una crisis de gobernanza global.
El multilateralismo atraviesa una prueba de fuego. ¿Puede el mundo ponerse de acuerdo para limitar el daño ambiental si algunos actores clave se oponen sistemáticamente? Las negociaciones fallidas demuestran que la arquitectura diplomática actual favorece el estancamiento cuando los intereses económicos pesan más que el bien común. Frente a esto, surgen propuestas audaces: excluir a los obstruccionistas, avanzar por coaliciones voluntarias, o incluso trasladar las negociaciones a espacios más flexibles.
Pero no se trata solo de dónde ni con quién, sino de para qué. Un tratado global sobre plásticos no es solo una declaración de buenas intenciones: es una herramienta para detener una catástrofe visible en cada océano, cada playa, cada estómago de tortuga. Si estas negociaciones no logran traducirse en acción, las futuras generaciones heredarán un planeta tan saturado de residuos como de promesas rotas. El desafío ahora no es técnico ni logístico: es moral.
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