El polvo cósmico revela 30.000 años de hielo marino ártico

Alberto Noriega     13 noviembre 2025     4 min.
El polvo cósmico revela 30.000 años de hielo marino ártico

Los científicos han descubierto una forma completamente nueva de reconstruir milenios de historia del hielo marino del Ártico mediante el rastreo de polvo cósmico atrapado en sedimentos oceánicos. El hallazgo aporta pistas esenciales para entender cómo podría evolucionar una de las regiones más vulnerables del planeta a medida que las temperaturas globales continúan aumentando.

Un estudio publicado el jueves en Science describe cómo los investigadores analizaron isótopos de helio-3 y torio-230, trazadores transportados por partículas extraterrestres, para reconstruir patrones de cobertura de hielo durante los últimos 30.000 años. La lógica detrás del método es sorprendentemente simple: el hielo marino actúa como un escudo, impidiendo que el polvo cósmico llegue al fondo del océano; cuando el hielo desaparece y el agua queda abierta, las partículas pueden depositarse libremente en el sedimento.

Nuevo método reconstruye patrones antiguos de hielo

El equipo dirigido por Frankie Pavia, profesor asistente de oceanografía en la Universidad de Washington, analizó núcleos de sedimentos extraídos de tres zonas del Océano Ártico que representan distintos regímenes modernos de hielo. Los resultados revelan que la presencia de hielo marino permanente coincide con una caída casi total del polvo cósmico en el sedimento, un patrón que también se observa durante la Última Edad de Hielo, hace unos 20.000 años. Cuando el planeta comenzó a calentarse, el polvo reapareció, marcando el regreso del agua abierta estacional.

«Es como buscar una aguja en un pajar«, afirmó Pavia. “Tienes una pequeña cantidad de polvo cósmico cayendo por todas partes, pero al mismo tiempo los sedimentos terrestres se acumulan muy rápido”.

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Para separar el polvo cósmico del material terrestre, los investigadores midieron helio-3, un isótopo extremadamente raro generado cuando el viento solar impacta sobre granos de polvo en el espacio. El análisis se completó con mediciones de torio-230, utilizado como control para validar que los cambios observados en el helio-3 se debían realmente a fluctuaciones en la cobertura de hielo, y no a otros factores ambientales.

El geoquímico marino Walter Geibert, del Instituto Alfred Wegener, calificó el enfoque como “un avance innovador”. Según él, el método introduce “una herramienta completamente nueva para entender el Ártico, que continúa siendo una de las regiones más enigmáticas del planeta”.

Un archivo natural que ilumina el futuro del Ártico

El estudio se basó en núcleos de sedimento extraídos durante una expedición científica estadounidense al Polo Norte en 1994, lo que permitió conectar la dinámica del hielo marino con indicadores químicos procedentes de conchas de foraminíferos. Estos análisis mostraron que el consumo de nutrientes alcanzó niveles máximos cuando la cobertura de hielo era baja, lo que sugiere un aumento de la productividad biológica a medida que se reducía el hielo marino. Sin embargo, los procesos que explican esta relación siguen siendo inciertos.

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Los datos actuales dibujan un panorama alarmante: el hielo marino del Ártico ha disminuido más del 42% desde que comenzaron las observaciones satelitales en 1979. El 10 de septiembre de 2025, la extensión mínima anual alcanzó 4,60 millones de kilómetros cuadrados, empatando como la décima más baja desde que existen registros. En marzo de 2025, el Ártico registró también su mínima extensión máxima de hielo en la historia moderna. Hoy, la región se está calentando casi cuatro veces más rápido que el promedio mundial.

Si podemos proyectar el momento y los patrones espaciales de la disminución del hielo, podremos entender mejor la dinámica del calentamiento, anticipar cambios en las redes alimentarias, prever impactos en la pesca y prepararnos para transformaciones geopolíticas”, explicó Pavia.

Un equipo multidisciplinar para un Ártico en transformación

El estudio contó con la colaboración de Jesse Farmer, profesor asistente de la Universidad de Massachusetts Boston, quien aportó su experiencia en paleoceanografía y ciclos biogeoquímicos del nitrógeno. También participaron Laura Gemery y Thomas M. Cronin del Servicio Geológico de Estados Unidos, junto a Jonathan Treffkorn y Kenneth A. Farley de Caltech, reforzando un enfoque interdisciplinar imprescindible para desentrañar la historia profunda del Ártico.

Este método basado en polvo cósmico, helio-3 y torio-230 abre una vía completamente nueva para estudiar regiones inaccesibles, ofreciendo una ventana sin precedentes para prever cómo responderá el hielo marino del Ártico en un mundo cada vez más cálido.

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