Presentan agua con burbujas de CO₂ capturado de la atmósfera

El agua neutra en carbono es ya una posibilidad real: plantas autosostenibles, embotellado responsable y CO₂ reciclado para crear burbujas.
El agua que bebemos también puede tener huella de carbono. Pero eso está empezando a cambiar. En Europa y América Latina, empresas, ayuntamientos y tecnológicas están transformando la forma en que se produce, trata, embotella y distribuye el agua. Desde la captura directa de CO₂ para carbonatar bebidas, hasta plantas de depuración autosuficientes que generan su propia energía, la neutralidad climática llega al ciclo del agua. Y aunque aún es una meta ambiciosa, cada vez hay más proyectos que demuestran que beber agua sin calentar el planeta es posible.
Del grifo al río: cómo descarbonizar el ciclo urbano del agua
Aunque no suele estar en el centro del debate climático, el ciclo urbano del agua también genera emisiones de gases de efecto invernadero. La potabilización, la distribución, el tratamiento de aguas residuales y la gestión de infraestructuras consumen energía, químicos y recursos. Según Veolia, uno de los líderes en este proceso, los puntos críticos están en la captación de agua —que requiere energía—, las pérdidas en la red, y el uso de reactivos con alta huella ambiental.
Pero también es donde más se puede actuar. El servicio +Positive de Veolia acompaña a entidades públicas y privadas hacia la neutralidad hídrica con medidas como la integración de energías renovables, la mejora en la eficiencia de las plantas de tratamiento, y la optimización de las redes de distribución para evitar pérdidas. Como afirma Yago Lorenzo, director del servicio, “producir menos agua es tan importante como producirla mejor”.
Además, muchas plantas están explorando un nuevo modelo energético: convertirse en generadoras netas. Esto se logra con tecnologías como la digestión anaerobia de lodos, que produce biogás y biometano. Estos combustibles permiten que las instalaciones cubran sus propias necesidades energéticas e incluso viertan excedentes a la red, lo que representa una revolución en la relación entre agua y energía. Un ejemplo es la planta de Severn Trent en Reino Unido, que espera capturar 34.000 toneladas de CO₂ al año, el equivalente a 34.500 vuelos transatlánticos.
Cuando las burbujas capturan carbono
La neutralidad climática también llega al agua embotellada. Aunque su huella está más vinculada al embotellado, el transporte y los materiales, varias marcas han comenzado procesos para calcular, reducir y compensar sus emisiones. La compañía gallega Cabreiroá, por ejemplo, ha conseguido operar con energías 100% renovables y ha compensado su impacto residual con proyectos de reforestación en Brasil, logrando la neutralidad climática de sus instalaciones desde 2021.
Le siguió Aquaservice, que en 2022 fue la primera empresa del sector del agua en obtener el certificado de Carbono Neutro de AENOR. Para ello, reforestó zonas afectadas por incendios en Gredos y Pontevedra y se unió al programa REDD Madre de Dios en Perú. La hoja de ruta: calcular, reducir y compensar lo no eliminable, se ha convertido en un estándar dentro del sector.
Pero uno de los casos más innovadores lo protagoniza la empresa suiza Climeworks, que utiliza tecnología de captura directa de aire (DAC) para recoger moléculas de CO₂ atmosférico. Ese mismo gas es el que se usa para carbonatar las botellas de agua Valser de Coca-Cola Hellenic. Así, por primera vez, un residuo climático se convierte en una burbuja refrescante. Una idea tan simple como poderosa: usar el problema para crear la solución.
Otras marcas, como Lanjarón, han reducido su impacto apostando por envases de PET 100% reciclado. Según sus datos, esta medida permitió evitar la emisión de 7.877 toneladas de CO₂ en 2022, lo que equivale a más de 7.000 vuelos de ida entre París y Nueva York. Esta reducción en la fase de packaging demuestra que la sostenibilidad no solo depende de los procesos de tratamiento, sino también del diseño y materiales del producto final.
Agua que no pesa: redefinir lo esencial
Beber agua sin contaminar ya no es solo una aspiración idealista. Lo que antes parecía utópico —un líquido esencial sin huella— comienza a convertirse en un estándar posible. Pero el camino hacia la neutralidad en carbono no depende solo de una innovación tecnológica puntual, sino de una visión sistémica que abarque desde la energía que alimenta las plantas, hasta el tipo de botella, el proveedor de transporte, los materiales y los residuos.
Además, el agua puede desempeñar un papel simbólico poderoso. Al ser un bien tan básico, lograr que sea neutro en carbono envía un mensaje claro: si se puede descarbonizar lo más esencial, también se puede transformar el resto. En este sentido, el agua puede ser una puerta de entrada para que millones de consumidores entiendan cómo la neutralidad climática puede integrarse en su día a día, sin complicaciones ni sacrificios.
La revolución silenciosa del agua neutra en carbono ya ha comenzado. Y si continúa expandiéndose, puede ser una de las formas más tangibles y cotidianas de combatir el cambio climático. Porque a veces, el cambio no llega con ruido, sino con un simple gesto: abrir el grifo, o elegir una botella que respira menos carbono y más futuro.
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