Récord mundial: tortuga de Galápagos se convierte en papá a los 135

Alberto Noriega     24 junio 2025     4 min.
Récord mundial: tortuga de Galápagos se convierte en papá a los 135

Goliat, una tortuga de Galápagos de 135 años, es padre por primera vez en el Zoo de Miami. Un hito histórico para la especie.

El Zoo de Miami celebró un momento único: Goliat, una tortuga de Galápagos de 135 años, se convirtió en padre por primera vez. El nacimiento de su cría coincidió con el Día del Padre y su propio cumpleaños, marcando un hito sin precedentes en la historia animal. La institución ha solicitado a Guinness que reconozca este evento como récord mundial de paternidad más longeva. Además de lo emotivo, el caso resalta un éxito importante para la conservación de una especie en peligro crítico.

Récord de longevidad y paternidad animal

Con 135 años, Goliat no solo celebró su cumpleaños: también fue reconocido como el padre primerizo más longevo jamás registrado en cautiverio. El evento ha sido propuesto por el Zoo de Miami a los Récords Mundiales Guinness, no solo por la edad de Goliat, sino también por la de su pareja Sweet Pea, que tiene entre 85 y 100 años.

La cría nació el pasado 4 de junio tras 128 días de incubación, pero no fue hasta el Día del Padre que el zoo hizo pública la noticia, aprovechando la coincidencia para destacar el carácter simbólico del acontecimiento. La eclosión representa la primera reproducción exitosa de tortugas de Galápagos en la historia del Zoo de Miami.

De los ocho huevos puestos el 27 de enero, solo uno resultó viable. A pesar de la baja tasa de éxito, este nacimiento tiene un peso excepcional para la especie, cuyas poblaciones fueron devastadas durante siglos por la actividad humana y la introducción de especies invasoras como cabras o ratas, que destruían nidos.

“Goliat es la prueba viviente de que nunca hay que rendirse”, afirmó con emoción Ron Magill, portavoz del zoológico. Su historia es tanto un símbolo de persistencia como una fuente de esperanza para la conservación activa de especies longevas y vulnerables.

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Más de un siglo esperando este momento

Goliat nació entre 1885 y 1890 en la isla Santa Cruz (Galápagos), y llegó al Zoo del Bronx en 1929, antes de ser trasladado al Zoo de Miami en 1981. Desde entonces, fue emparejado con varias hembras sin éxito reproductivo hasta el nacimiento reciente de su primera cría. Su viaje hacia la paternidad ha sido literalmente centenario.

Las tortugas de Galápagos no ofrecen cuidado parental, por lo que la cría fue colocada en un recinto aparte tras la eclosión, siguiendo el comportamiento natural de la especie. Mientras tanto, Goliat y Sweet Pea permanecen juntos en exhibición pública, como símbolo de longevidad, amor improbable y resiliencia biológica.

Actualmente, se estima que existen entre 15.000 y 17.000 tortugas de Galápagos en estado salvaje, frente a los más de 250.000 individuos que habitaban las islas antes del siglo XX. Sin embargo, gracias a programas de cría y reintroducción activos desde la década de 1960, se han devuelto más de 10.000 ejemplares a su hábitat natural.

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Este nacimiento es mucho más que una anécdota tierna: es un gesto de supervivencia. En un mundo marcado por la pérdida de biodiversidad, cada nacimiento en cautiverio representa una victoria evolutiva cuidadosamente lograda por años de trabajo y paciencia.

Paternidad tardía, lecciones urgentes

Goliat es un símbolo perfecto para una época que necesita milagros, pero también constancia. En tiempos de crisis ecológica, la historia de una tortuga que se convierte en padre tras 135 años nos recuerda que la conservación es un maratón, no una carrera de velocidad.

La longevidad de estas criaturas no debería hacernos olvidar su fragilidad. Sin hábitat, sin protección y sin intervención humana responsable, ni siquiera un siglo de espera garantiza un futuro. La cría de Goliat no es solo una celebración de la vida, sino un llamado a seguir apostando por ella.

Mientras el mundo celebra el Día del Padre, Goliat —y su diminuta descendencia— nos enseñan que la persistencia, incluso a paso lento, puede dar frutos inmensos. En una cultura obsesionada con la inmediatez, tal vez debamos aprender algo de aquellos que han sabido esperar toda una vida para dejar su huella.

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