El Reino Unido podría crear 5.400 empleos si deja de exportar residuos plásticos, según un nuevo informe

Alberto Noriega     9 diciembre 2025     5 min.
El Reino Unido podría crear 5.400 empleos si deja de exportar residuos plásticos, según un nuevo informe

Un informe revela que frenar las exportaciones de residuos plásticos permitiría al Reino Unido crear 5.400 empleos y atraer £800m en inversión.

El Reino Unido podría crear miles de empleos y dejar de depender de las exportaciones de residuos plásticos si decide procesar su propio desperdicio antes de 2030. Así lo detalla un informe de Hybrid Economics, publicado esta semana, que insta al Gobierno a cerrar el vacío legal que hace más barato exportar plástico que reciclarlo. El análisis surge en un contexto de creciente presión ambiental, con países como Indonesia recibiendo volúmenes récord de desechos británicos. La propuesta plantea un giro decisivo en la responsabilidad del país hacia una economía circular más sólida.

Una industria debilitada por la fuga de residuos

El informe de Hybrid Economics desvela una paradoja inquietante: el Reino Unido exportó casi 600.000 toneladas de residuos plásticos en 2024, un aumento del 5% respecto al año anterior, a pesar de que el país afirma impulsar la economía circular. Estos envíos no solo transfieren el problema ambiental a terceros países, sino que perjudican gravemente a la industria nacional de reciclaje. En los últimos dos años, 21 plantas de reciclaje han cerrado, según reveló The Guardian, principalmente por la combinación de tres factores: las exportaciones baratas, el bajo precio del plástico virgen y la entrada de productos plásticos económicos procedentes de Asia.

El análisis estima que, si el Reino Unido dejara de exportar residuos plásticos sin procesar, podrían construirse hasta 15 nuevas instalaciones de reciclaje antes de 2030. Este crecimiento permitiría generar £800 millones de inversión privada, además de £900 millones en valor económico anual y £100 millones adicionales en ingresos fiscales. La magnitud económica demuestra que lo que hoy se descarta en barcos podría convertirse en riqueza local.

El impacto global: un coste que no desaparece

El problema trasciende las fronteras británicas. Muchos de los países receptores carecen de capacidad para reciclar adecuadamente el plástico importado, lo que implica vertidos, incineración informal y contaminación en comunidades vulnerables. Indonesia, uno de los destinos principales en 2025, recibió más de 24.000 toneladas de residuos británicos solo en los primeros meses del año. El país lucha ya contra una crisis severa de contaminación plástica, exacerbada por la llegada de desechos extranjeros difíciles de gestionar.

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Para los activistas, se trata de un ejemplo clásico de externalización ambiental: “Exportar residuos plásticos significa evadir la responsabilidad de su impacto”, afirma el informe. Esta práctica también priva a la industria británica de un recurso esencial: el plástico postconsumo, que podría emplearse como materia prima para nuevos productos, impulsando la innovación y reduciendo la dependencia del petróleo.

Un sistema de pagos que favorece el error

El informe critica directamente el sistema fiscal y regulatorio que incentiva la exportación. Actualmente, las empresas encuentran más barato enviar residuos fuera del país que invertir en su procesamiento interno. La lógica económica está torcida: el plástico virgen cuesta menos que el reciclado, y la normativa no penaliza lo suficiente esta disparidad.
El resultado es un círculo vicioso: baja demanda de plástico reciclado, inversión estancada y más exportaciones.

La ventana de oportunidad: empleo, innovación y soberanía de recursos

El estudio estima que frenar las exportaciones permitiría crear 5.400 empleos directos en la industria del reciclaje británica. Estos puestos incluirían desde técnicos especializados en polímeros hasta operadores industriales, pasando por ingenieros ambientales y profesionales en logística circular. La estrategia también favorecería regiones industriales afectadas por cierres de fábricas, ofreciendo una nueva vía de revitalización económica sostenible.
En otras palabras, la economía circular podría convertirse en una política industrial de pleno derecho.

Además, reforzar la infraestructura interna aliviaría la vulnerabilidad del Reino Unido en el suministro de materias primas recicladas, especialmente cruciales ante la presión internacional para reducir el uso de plástico virgen. Las grandes marcas, sometidas al Impuesto sobre Envases de Plástico, necesitan plástico reciclado para cumplir los requisitos mínimos del 30% de contenido reciclado.
Sin oferta interna suficiente, los objetivos climáticos y fiscales se vuelven difícilmente alcanzables.

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El modelo Biffa: un caso de éxito que podría multiplicarse

James McLeary, director general de Biffa Polymers, recordó que la compañía ha reciclado 10.000 millones de botellas de leche de HDPE en los últimos 20 años, un logro reconocido como un pilar de la economía circular británica. Su mensaje al Gobierno es claro: “Cuando las condiciones son correctas, el reciclaje británico crece, la inversión llega y los beneficios se multiplican”.
Biffa defiende que esta experiencia puede ampliarse a todos los envases plásticos si la regulación acompaña.

El informe plantea dos medidas principales: aumentar el impuesto sobre envases plásticos del 30% actual al 50%, para penalizar el uso de material virgen y rliminar progresivamente las exportaciones de residuos plásticos sin procesar.

Ambas acciones, combinadas, serían suficientes —según Hybrid Economics— para desencadenar una ola de inversión sin necesidad de fondos públicos.

Cerrar el vacío legal que hunde la circularidad

Los activistas denuncian que el actual vacío legal convierte la exportación en la opción preferida para las empresas. Cerrar ese hueco regulatorio no solo frenaría la fuga de residuos; también permitiría que la industria del reciclaje compitiera en condiciones más justas.
El cambio de incentivos es la condición esencial para transformar el sistema.

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