Los «ríos voladores» del Amazonas se debilitan por la deforestación

Alberto Noriega     8 octubre 2025     5 min.
Los «ríos voladores» del Amazonas se debilitan por la deforestación

Un nuevo informe advierte que la deforestación en Brasil está debilitando los “ríos voladores” del Amazonas, amenazando con sequías sin precedentes en Perú, Bolivia y más allá, y acelerando la transformación de la selva en sabana.

El Amazonas no solo es el pulmón verde del planeta, también actúa como una gigantesca bomba de agua que regula el clima de Sudamérica. Un estudio de Amazon Conservation’s Monitoring of the Andean Amazon Project (MAAP) advierte que los llamados “ríos voladores” —corrientes de humedad que viajan miles de kilómetros desde el Atlántico hacia los Andes— se están debilitando.

La causa es clara: la deforestación en Brasil está interrumpiendo este sistema natural que mantiene el flujo de lluvias sobre gran parte del continente. Carlos Nobre, climatólogo brasileño que acuñó el término en 2006, estima que hasta el 50% de la lluvia en el oeste amazónico depende de estos ríos invisibles de vapor de agua.

“Estos son los procesos que crean y sostienen el Amazonas”, explica Matt Finer, investigador principal de MAAP. “Si rompemos esa bomba al talar demasiados árboles, las lluvias dejarán de llegar a donde se necesitan”.

Sequías sin precedentes en el corazón del Amazonas

Los hallazgos llegan en un momento crítico: el Amazonas atraviesa las peores sequías registradas en su historia reciente.

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  • En 2024, el río Solimões, cerca de Tabatinga, cayó 254 centímetros por debajo del nivel cero del medidor en octubre, un mínimo histórico.

  • El río Madeira, uno de los mayores afluentes, descendió a solo 48 centímetros en Porto Velho, muy lejos de su promedio de 3,32 metros.

Estas sequías extremas han aislado a más de 130 comunidades indígenas en Perú durante 2023 y 2024, al cortar sus vías de transporte fluvial. Además, han alterado los calendarios ecológicos tradicionales que marcan las épocas de siembra, pesca y caza.

“La selva lleva dos años atravesando condiciones críticas”, advierte Corine Vriesendorp, directora científica de Amazon Conservation en Cusco. “Estamos viendo un cambio en la dinámica del agua que pone en riesgo la supervivencia de millones de personas y ecosistemas”.

El análisis también revela una vulnerabilidad estacional: durante la estación seca, cuando la selva más necesita humedad, los ríos voladores atraviesan zonas del sur de Brasil donde la deforestación ha eliminado gran parte de la cobertura forestal que los alimenta.

Consecuencias que traspasan fronteras

Uno de los aspectos más preocupantes es que la destrucción en un país afecta directamente a otros.

El Parque Nacional del Manu en Perú, considerado una joya mundial de la biodiversidad, podría ver reducidas sus lluvias a pesar de los esfuerzos de conservación locales. “Perú puede hacer todo bien para proteger lugares como Manu”, señala Finer. “Pero si Brasil sigue deforestando la bomba hídrica, las lluvias que lo sostienen podrían dejar de llegar”.

El Amazonas cuenta con 400.000 millones de árboles, que liberan cada día unos 20.000 millones de toneladas de agua a la atmósfera. Esta humedad no solo regula el clima regional: influye en los patrones meteorológicos que afectan a los 670 millones de habitantes de América Latina.

Los científicos calculan que, si la selva desaparece, las lluvias podrían reducirse hasta un 40% en zonas agrícolas de Argentina, con consecuencias devastadoras para la producción de alimentos.

Aunque Brasil informó en 2024 de una reducción del 30,6% en la deforestación amazónica, la más baja en nueve años, los expertos advierten que esta caída no es suficiente. La combinación de pérdida forestal y cambio climático podría desencadenar un punto de no retorno que convierta vastas zonas de selva en sabana seca en cuestión de décadas.

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Una bomba hídrica en riesgo

El mecanismo de los ríos voladores funciona gracias a la transpiración de los árboles: absorben agua del suelo y la liberan en forma de vapor, que luego es transportado por el viento hacia el interior del continente. Al llegar a la cordillera de los Andes, la humedad se condensa y genera lluvias que alimentan ríos, cultivos y acuíferos.

Sin embargo, con cada hectárea perdida, se reduce la capacidad del bosque para reciclar agua. Los frentes de deforestación en el sur de Brasil —impulsados por la expansión de la soja y la ganadería— son los que más afectan al sistema.

En palabras de Nobre: “La selva depende de sus propias lluvias para sobrevivir. Si se destruye demasiado, entrará en un ciclo de retroalimentación donde menos bosque significa menos lluvia, y menos lluvia significa más bosque muerto”.

Este fenómeno es lo que los científicos llaman un punto de inflexión ecológico, un umbral a partir del cual el ecosistema se degrada de forma irreversible.

Un desafío político y regional

El problema de los ríos voladores pone de relieve que la crisis amazónica no puede resolverse con políticas nacionales aisladas. Aunque Brasil es el principal responsable por albergar el 60% de la selva, países como Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador dependen directamente de la humedad que genera.

Expertos señalan que será necesario reforzar la cooperación regional, más allá de los compromisos climáticos internacionales. En particular, instan a proteger corredores ecológicos, restaurar áreas degradadas y controlar el avance ilegal de la deforestación.

Los datos de la MAAP sugieren que si se lograra frenar la pérdida de bosques en los próximos cinco años, todavía sería posible estabilizar los ríos voladores y preservar la resiliencia del Amazonas.

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