Trump cancela proyecto eólico marino en EE. UU. y pone en jaque miles de millones en inversión verde

Alberto Noriega     23 diciembre 2025     5 min.
Trump cancela proyecto eólico marino en EE. UU. y pone en jaque miles de millones en inversión verde

Trump suspende los grandes proyectos de eólica marina en EE. UU., afectando a Vineyard Wind y a la inversión de Iberdrola.

La Administración de Donald Trump ha ordenado la suspensión inmediata de todos los proyectos de eólica marina en construcción en aguas federales de Estados Unidos, alegando riesgos para la seguridad nacional identificados por el Departamento de Defensa. La medida afecta directamente a Vineyard Wind 1, el primer gran parque eólico marino comercial del país, donde Iberdrola ya tiene comprometida una inversión superior a 2.700 millones de euros, y abre una nueva etapa de incertidumbre para el despliegue de renovables en la costa Este.

Un frenazo abrupto a la eólica marina

El Departamento del Interior de Estados Unidos ordenó la paralización inmediata de los cinco grandes proyectos eólicos marinos actualmente en desarrollo en aguas federales del Atlántico. La decisión afecta a Vineyard Wind 1 (Massachusetts), Revolution Wind (Rhode Island y Connecticut), Coastal Virginia Offshore Wind, Sunrise Wind y Empire Wind (Nueva York).

La suspensión no fija un plazo concreto y se presenta oficialmente como una “pausa técnica” para evaluar medidas de mitigación. En la práctica, todos los proyectos quedan congelados, incluidos aquellos que ya han comenzado a generar electricidad.

El caso más sensible es el de Vineyard Wind 1, participado al 50 % por Iberdrola —a través de su filial estadounidense Avangrid— y por el fondo danés Copenhagen Infrastructure Partners. Con 62 aerogeneradores y una potencia de 806 MW, el parque está diseñado para abastecer a más de 400.000 hogares y negocios de Massachusetts.

A diferencia de otros desarrollos aún en fase temprana, parte de Vineyard Wind ya está construida y conectada a la red, lo que eleva de forma sustancial el riesgo económico de una interrupción prolongada. La inversión total supera los 2.700 millones de euros, cerca de 3.000 millones de dólares, respaldados por contratos de suministro a largo plazo con las tres principales eléctricas del estado.

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La seguridad nacional como argumento

Interior justificó la suspensión citando informes —en parte clasificados— del Pentágono, que advierten de posibles interferencias de los aerogeneradores sobre sistemas de radar militar. Según estas evaluaciones, las turbinas pueden generar “clutter”, un ruido visual que dificulta la detección de aeronaves o misiles, produciendo falsos ecos u ocultando objetivos reales.

“El deber primordial del Gobierno de Estados Unidos es proteger al pueblo estadounidense”, afirmó el secretario del Interior Doug Burgum, señalando que la rápida evolución tecnológica de potenciales adversarios obliga a revisar infraestructuras cercanas a la costa Este, una de las regiones más densamente pobladas del país.

Tribunales, política y un nuevo frente regulatorio

La suspensión llega en un momento especialmente tenso. Apenas dos semanas antes, una jueza federal había anulado una orden ejecutiva de Trump que buscaba bloquear de forma generalizada nuevos proyectos eólicos, calificándola de “arbitraria y caprichosa” y contraria a la ley.

Tras ese revés judicial, organizaciones ambientalistas y defensores de las renovables interpretan la nueva decisión como un ataque político reconfigurado, ahora apoyado en el argumento de seguridad nacional, mucho más difícil de impugnar en los tribunales. A diferencia de criterios ambientales o económicos, las evaluaciones militares suelen gozar de un amplio margen de discrecionalidad.

Para los estados costeros del noreste —Massachusetts, Nueva York, Connecticut o Rhode Island— la pausa supone un golpe directo a sus planes climáticos y de reindustrialización verde, que incluyen miles de empleos locales, nuevas cadenas de suministro y reducción de emisiones.

Impacto directo para Iberdrola

Hasta ahora, las amenazas de Trump contra la eólica marina se habían concentrado en proyectos aún no iniciados, lo que había limitado el impacto contable inmediato para empresas como Iberdrola. Vineyard Wind 1 es diferente: es un proyecto avanzado, con capital ya desplegado y contratos firmados.

La compañía española había previsto que el parque alcanzara plena operación comercial a mediados de 2026, tras superar retrasos regulatorios y problemas en la cadena de suministro global. La suspensión introduce ahora incertidumbre sobre el calendario, los costes financieros y el retorno de la inversión.

Cualquier revisión técnica adicional, exigencias de mitigación o renegociación con las autoridades federales podría volver a desplazar los plazos varios meses o incluso años, con efectos directos sobre la rentabilidad del proyecto.

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Un golpe al sector naciente

Para el conjunto de la industria, la decisión es aún más profunda: todos los grandes proyectos de eólica marina en construcción en EE. UU. quedan paralizados al mismo tiempo. El país, que aspiraba a replicar el modelo europeo de despliegue masivo, se enfrenta ahora a un escenario de bloqueo institucional.

La transición energética en manos del complejo de seguridad

La suspensión de la eólica marina revela una tensión estructural en Estados Unidos: la transición energética avanza, pero lo hace bajo la sombra del complejo militar y de seguridad. Cuando las renovables chocan con radares, doctrinas defensivas y espacios estratégicos, el conflicto deja de ser técnico y pasa a ser político.

El uso de la seguridad nacional como argumento regulatorio marca un precedente inquietante. No solo pone en riesgo proyectos concretos como Vineyard Wind, sino que introduce una incertidumbre sistémica para cualquier inversión renovable en aguas federales.

Para Iberdrola, el golpe es especialmente simbólico: Vineyard Wind representaba la entrada definitiva en el mercado eólico marino estadounidense. Para EE. UU., el mensaje es aún más amplio: sin estabilidad regulatoria, la transición verde puede detenerse incluso cuando las turbinas ya están girando.

El desenlace de este pulso —entre clima, industria y defensa— será clave para saber si Estados Unidos consolida su apuesta por la eólica marina o si, por el contrario, la seguridad nacional se convierte en el freno definitivo de su revolución energética offshore.

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