El Chicago River vuelve a ser apto para nadar tras casi un siglo de aguas tóxicas

Alberto Noriega     30 septiembre 2025     4 min.
El Chicago River vuelve a ser apto para nadar tras casi un siglo de aguas tóxicas

Cientos nadan en el Chicago River por primera vez en casi 100 años, símbolo del éxito de décadas de recuperación ambiental en EE. UU.

Este domingo, unos 300 nadadores se lanzaron al Chicago River en el primer baño oficial celebrado en el río desde 1927, un hecho que parecía impensable dada su historia como uno de los cauces más contaminados del mundo. El evento, organizado por la asociación A Long Swim, simboliza el resultado de más de medio siglo de políticas ambientales y movilización ciudadana en EE. UU. Desde la aprobación de la Clean Water Act en 1972 hasta la construcción de infraestructuras modernas de aguas residuales, Chicago ha transformado un río que antaño se utilizaba como cloaca abierta en un espacio de recreo y vida silvestre. La histórica prueba reunió a participantes de 13 países y contó incluso con la olímpica Olivia Smoliga, celebrando una victoria colectiva de regeneración ecológica.

De cloaca industrial a río para nadar

Durante gran parte de su historia, el Chicago River fue un vertedero líquido. A finales del siglo XIX y principios del XX, el cauce recibía desechos humanos, animales y químicos de los mataderos y fábricas que impulsaban la economía de la ciudad. El hedor era tal que el río llegó a conocerse como “el río pestilente”, con episodios de cólera y tifus que obligaron en 1900 a revertir su curso para evitar contaminar el lago Michigan, fuente de agua potable de Chicago.

El desprecio era tal que los edificios ni siquiera abrían ventanas hacia el río, convertido en símbolo de degradación. Incluso en 2004 el episodio del autobús de la banda Dave Matthews Band, que arrojó toneladas de desechos humanos sobre un barco turístico, parecía confirmar que el río seguía condenado a la ignominia.

Sin embargo, la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) en los años 70 y la Clean Water Act marcaron un punto de inflexión. Con nuevas regulaciones, cierres de industrias contaminantes y la inversión en infraestructuras de saneamiento, la ciudad inició un largo proceso de restauración que hoy se traduce en aguas aptas para la natación.

Pexels Hbozman 1058759

Un renacer con peces, tortugas y ciudadanos

El cambio no fue solo regulatorio. Voluntarios y asociaciones como Friends of the Chicago River, fundadas en 1979, impulsaron limpiezas, restauración de hábitats y programas educativos que devolvieron al río su función ecológica. Con el tiempo, decenas de especies de peces, castores y tortugas reaparecieron en sus aguas, incluyendo al famoso Chonkosaurus, una tortuga gigante que se ha convertido en ícono local.

En 2016, la apertura de un paseo ribereño integró el cauce a la vida urbana, con bares, restaurantes y actividades recreativas. Hoy, el río es parte del orgullo de Chicago, hasta el punto de recibir un premio internacional por su recuperación ambiental. “El baño es emblemático: muestra que se puede cambiar el destino de cualquier recurso natural”, señaló Margaret Frisbie, directora de la organización.

La prueba de este domingo consolidó esa percepción. El agua había sido analizada exhaustivamente en las semanas previas, cumpliendo los estándares de la EPA. Para muchos, nadar en el río supuso romper un tabú psicológico que lo mantenía como “intocable”.

Un símbolo con lecciones globales

El primer baño oficial en casi un siglo no es solo una anécdota urbana. Es un caso de estudio internacional sobre cómo políticas públicas, ciudadanía organizada y tiempo pueden revertir la degradación ambiental más extrema. El movimiento encaja en una tendencia global: ciudades como París, Ámsterdam o Múnich también han abierto sus ríos a los nadadores tras décadas de limpieza.

Pexels Imagevain 6622896

No obstante, la historia también sirve de advertencia. La administración Trump ha debilitado la aplicación de la Clean Water Act y flexibilizado normas sobre vertidos industriales, lo que expertos consideran un riesgo de retroceso. “Si el gobierno federal se retira, podemos volver atrás”, advirtió Frisbie.

Aun así, el entusiasmo de los bañistas reflejó la esperanza de que este logro se consolide y se multiplique. “El agua sorprenderá a muchos porque está más limpia de lo que piensan”, dijo Doug McConnell, organizador del evento. Su visión es clara: convertir la travesía en una tradición anual y extenderla a otras ciudades estadounidenses.

El agua como espejo de futuro

El baño en el Chicago River es más que un gesto simbólico: es la materialización de un sueño ambiental que demuestra que incluso los ríos más contaminados pueden renacer. En tiempos en que la crisis climática erosiona la confianza en soluciones, la experiencia de Chicago aporta un mensaje poderoso: la restauración es posible cuando se combinan voluntad política, acción social y regulación eficaz.

El desafío es sostener lo logrado. Si la política federal debilita las protecciones ambientales, el progreso puede desvanecerse. Pero la imagen de cientos de personas lanzándose al agua transmite otra certeza: la ciudadanía no está dispuesta a renunciar a sus ríos recuperados. Lo que ayer era un desagüe, hoy es un espacio de vida, deporte y comunidad. Y esa transformación debería inspirar al mundo entero.

Comentarios cerrados