EE.UU. acapara el 86% de la financiación en inteligencia artificial

Alberto Noriega     6 junio 2025     6 min.
EE.UU. acapara el 86% de la financiación en inteligencia artificial

América del Norte concentra el 86% de la inversión global en inteligencia artificial en 2025, liderando a pesar de la incertidumbre política.

Entre febrero y mayo de 2025, América del Norte captó el 86,2% de la financiación mundial en inteligencia artificial, según datos de PitchBook. La cifra, que asciende a 69.700 millones de dólares, destaca especialmente en un contexto político marcado por recortes presupuestarios en ciencia e investigación por parte de la administración Trump. Mientras tanto, Europa intenta acortar distancias con nuevas rondas y fondos públicos, aunque sin alcanzar aún grandes inversiones. El contraste entre capital privado récord y financiación pública amenazada revela una paradoja en el liderazgo tecnológico global.

Estados Unidos concentra el capital

A pesar de un entorno político complejo, América del Norte ha consolidado su dominio absoluto en financiación de inteligencia artificial, acaparando el 86,2% del total global entre febrero y mayo de 2025. Esta cifra equivale a casi 70.000 millones de dólares invertidos en startups de IA y aprendizaje automático, lo que confirma un ritmo de inversión sin precedentes.

Según el rastreador de datos PitchBook, este nivel de financiación ha sido impulsado por megarrondas de empresas como OpenAI, pero también por la apuesta sostenida de fondos de capital riesgo estadounidenses. Aunque el contexto político sugiere incertidumbre —especialmente con los recortes propuestos en ciencia por parte del gobierno federal—, los inversores privados parecen no compartir ese escepticismo y mantienen la presión por liderar la próxima frontera tecnológica.

OpenAI rompe todos los récords

El mejor ejemplo de esta fiebre inversora es OpenAI, que cerró una ronda histórica de 40.000 millones de dólares en marzo de 2025, liderada por SoftBank. Es la mayor ronda privada de financiación en la historia del sector tecnológico, valorando la compañía en 300.000 millones de dólares post-money. Solo SpaceX y ByteDance se sitúan por encima en el ranking de empresas privadas.

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El capital irá destinado a proyectos estratégicos como Stargate —una colaboración con Oracle y SoftBank para escalar la infraestructura de cómputo—, a mejorar ChatGPT, que ya cuenta con más de 500 millones de usuarios semanales, y al avance hacia la inteligencia artificial general (AGI). Sam Altman, CEO de OpenAI, afirmó que esta inversión permitirá “llevar la IA útil a la vida cotidiana”. Aunque parte del acuerdo depende de que OpenAI se convierta formalmente en empresa con ánimo de lucro antes de final de año, la magnitud de la operación marca un punto de inflexión en la carrera tecnológica global.

Recortes públicos, abundancia privada

En paralelo al boom del capital privado, la administración Trump ha presentado un presupuesto 2026 que contempla recortes drásticos a la financiación científica pública, generando fuertes críticas de la comunidad investigadora. Aunque el gobierno afirma que mantendrá la inversión en IA y ciencia cuántica en “agencias clave”, se proponen recortes del 37% al NIH y más del 50% a la NSF, dos pilares del ecosistema de investigación estadounidense.

La Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS) advirtió que estos recortes “acabarían con el liderazgo científico global de Estados Unidos” y pondrían en riesgo la salud, seguridad y prosperidad futuras del país. Aunque algunos fondos han sido bloqueados temporalmente por un juez tras demandas de 22 estados, la incertidumbre sobre el futuro de la financiación pública podría crear una peligrosa dependencia del capital privado para la investigación de base.

¿Quién dirige la innovación?

Esta paradoja —una financiación privada récord coexistiendo con un retroceso institucional— plantea preguntas estructurales: ¿puede una nación liderar el futuro tecnológico con una ciencia pública debilitada? ¿Qué tipo de innovación se prioriza cuando el mercado dicta los ritmos? La concentración del capital en unas pocas empresas gigantes, como OpenAI, Microsoft o Anthropic, podría consolidar un oligopolio de la inteligencia artificial, limitando la diversidad de enfoques y actores en la escena global.

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Europa intenta cerrar la brecha

Europa ha registrado señales positivas en lo que va de 2025, con 4.600 millones de euros invertidos en startups de IA solo en el primer trimestre, un 55% más que en el mismo período de 2024. De hecho, por primera vez, el sector IA ha superado al SaaS en valor de operaciones dentro del ecosistema europeo.

Sin embargo, la participación europea en la financiación global ha caído del 18% al 12%, en gran parte debido al peso descomunal de la ronda de OpenAI. El continente aún no consigue generar “megarrondas” superiores a los 1.000 millones de euros y sigue dependiendo de fondos estadounidenses para cerrar las operaciones más grandes. Esta brecha en escala y autonomía financiera sigue siendo el gran obstáculo europeo.

Iniciativas públicas y fondos dedicados

Frente a esta realidad, la Unión Europea está reforzando su ecosistema de IA mediante programas como Horizon Europe y el EIC Accelerator, que ofrecen subvenciones de hasta 5 millones y 2,5 millones de euros respectivamente. Además, iniciativas privadas como el fondo de 1.000 millones de dólares de Cathay Innovation —el mayor enfocado exclusivamente en IA desde la UE— buscan impulsar soluciones verticales con impacto industrial.

Estas herramientas, aunque valiosas, no alcanzan la potencia de fuego de los gigantes estadounidenses. Europa tiene talento, infraestructura y visión ética, pero necesita consolidar una red de inversión capaz de sostener y escalar a sus líderes emergentes si quiere tener peso real en la gobernanza futura de la IA.

Cuando el capital toma el control

La carrera por la inteligencia artificial no solo es científica o tecnológica, sino también geopolítica y financiera. La brecha entre América del Norte y el resto del mundo no se mide solo en inversión, sino en influencia futura. Si la inteligencia artificial define la productividad, la seguridad y la infraestructura de las próximas décadas, quien la financia hoy estará escribiendo las reglas del mañana.

Pero depender exclusivamente del mercado para dirigir la innovación plantea riesgos profundos: concentración, falta de transparencia, y prioridades guiadas por el retorno económico inmediato. El debilitamiento de la investigación pública —como advierten los recortes propuestos en EE. UU.— puede comprometer los avances que no son comercialmente rentables, pero sí cruciales para el bien común.

El verdadero desafío de la IA no será solo construirla, sino garantizar que esté al servicio de todos. Y eso requerirá tanto capital como visión política. Porque en la nueva era de la inteligencia artificial, no basta con invertir más: hay que invertir mejor.

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