España se une a Europa en la carrera por las gigafactorías de IA

España presenta su candidatura para acoger una de las cinco gigafactorías de inteligencia artificial impulsadas por la UE.
La Unión Europea ha lanzado un plan sin precedentes para asegurar su autonomía tecnológica: la creación de cinco gigafactorías de inteligencia artificial que permitan triplicar la capacidad de cómputo en los próximos siete años y reducir la dependencia de Estados Unidos y China. Estas instalaciones, que contarán con más de 100.000 chips avanzados cada una, estarán dedicadas al entrenamiento de modelos de IA generativa y proyectos científicos e industriales de gran complejidad.
Con el Plan de Acción AI Continent, Bruselas pretende reforzar su soberanía digital y blindar la competitividad de sectores estratégicos. Austria, República Checa, Dinamarca, Alemania, Países Bajos y España figuran entre los países que han presentado candidatura, a los que se suman propuestas potentes como Finlandia, Francia e Italia. En total, la Comisión Europea ha recibido 76 proyectos de 16 países, que serán evaluados con el objetivo de poner en marcha las instalaciones seleccionadas entre 2027 y 2028.
La dimensión de estas gigafactorías refleja la magnitud del reto. No se trata solo de laboratorios tecnológicos, sino de centros neurálgicos capaces de procesar billones de parámetros, manejar enormes volúmenes de datos y desplegar aplicaciones en sectores como la salud, la energía, la banca o la industria manufacturera. La inversión europea se completará con hasta un 35% de financiación pública, un gesto que subraya el carácter estratégico de estas infraestructuras para el futuro de la región.
La apuesta española: Tarragona como polo de innovación
España se ha postulado con un proyecto ambicioso en Móra la Nova (Tarragona), con una inversión inicial de 5.000 millones de euros. La propuesta está liderada por Telefónica en alianza con ACS, Nvidia, MasOrange, Multiverse Computing, Submer y la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT), dependiente del Ministerio de Transformación Digital.
La candidatura española cuenta con varias fortalezas clave. La primera es la proximidad al Barcelona Supercomputing Center, lo que garantiza sinergias logísticas, retención de talento y un ecosistema científico consolidado. La segunda es su ubicación estratégica, con acceso a redes digitales, cableado submarino y suministro eléctrico reforzado por infraestructuras ya existentes. Además, el consorcio multisectorial que impulsa la propuesta combina músculo financiero, conocimiento técnico e innovación industrial.
El proyecto también aspira a tener un fuerte impacto en el tejido económico local. La construcción de la gigafactoría supondría la creación de empleo de alta cualificación y nuevas oportunidades en una zona marcada por el cierre progresivo de las centrales nucleares. Para los promotores, se trata de un punto de inflexión para situar a España en el mapa europeo de la inteligencia artificial y consolidar su papel como nodo digital de referencia en el Mediterráneo.
Soberanía tecnológica con un reto ambiental
La construcción de estas macroinstalaciones no está exenta de desafíos. El consumo energético y de agua de los centros de datos ya es uno de los grandes puntos de fricción en el debate público. Según la organización The Fossil Fuel Non-Proliferation Treaty, el entrenamiento de modelos avanzados de IA podría elevar el consumo eléctrico mundial en un 160% para 2030, una cifra superior a la demanda anual de países como España.
El problema no se limita a la energía. En 2024, la industria europea de centros de datos consumió 62 millones de metros cúbicos de agua, equivalentes a 24.000 piscinas olímpicas, destinados en gran parte al enfriamiento de los servidores. Según la asociación Water Europe, la cifra podría alcanzar los 90 millones en 2030 si no se adoptan soluciones sostenibles.
Por este motivo, el despliegue de gigafactorías de IA deberá estar vinculado a un firme compromiso con la sostenibilidad ambiental. Entre las soluciones que ya se exploran destacan el uso prioritario de energías renovables, la implementación de sistemas de enfriamiento líquido e inmersión, y la reutilización de aguas residuales o pluviales. En paralelo, las empresas impulsoras están recurriendo a instrumentos de financiación verde, como bonos y préstamos ligados a indicadores ambientales, que vinculan su desarrollo económico a objetivos climáticos claros.
Un futuro en equilibrio entre innovación y sostenibilidad
El proyecto español para acoger una gigafactoría de IA en Tarragona representa un salto de escala en la digitalización del país y un gesto claro de alineación con las prioridades estratégicas de Bruselas. La oportunidad es enorme: situar a España en la vanguardia de la inteligencia artificial, atraer inversión extranjera, crear empleo cualificado y convertir al Mediterráneo en un polo de innovación global.
Sin embargo, la ecuación no estará completa sin abordar la dimensión ambiental. La transición digital europea no puede reproducir los mismos errores que la transición energética: apostar por la innovación sin medir su huella ecológica. El reto pasa por demostrar que es posible conjugar alta capacidad de cómputo con eficiencia energética y respeto por los recursos naturales.
La carrera por las gigafactorías de IA no es solo tecnológica, también política y social. Para Europa, representa la posibilidad de dejar de depender de la infraestructura de Silicon Valley y construir una soberanía digital propia. Para España, la oportunidad de transformar su economía y reforzar su papel en la estrategia europea. Pero en ambos casos, la clave estará en encontrar un equilibrio entre innovación, competitividad y sostenibilidad. Solo así la inteligencia artificial podrá convertirse en motor de progreso y no en una nueva fuente de desigualdades o tensiones ambientales.
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