Una fábrica en órbita: Space Forge quiere fabricar chips en el espacio

Alberto Noriega     20 mayo 2025     5 min.
Una fábrica en órbita: Space Forge quiere fabricar chips en el espacio

Space Forge obtiene 30 millones para lanzar en 2025 la primera fábrica orbital de semiconductores, prometiendo materiales imposibles de crear en la Tierra.

Space Forge, una startup espacial con sede en Cardiff, ha cerrado una ronda de financiación récord de 30 millones de dólares para lanzar en 2025 la primera fábrica orbital de semiconductores y materiales avanzados. El satélite ForgeStar-1 demostrará que ciertos materiales imposibles de fabricar en la Tierra pueden producirse en condiciones de microgravedad. Esta tecnología podría transformar industrias clave como la computación cuántica o la energía limpia. El hito marca un momento decisivo para la fabricación espacial europea, con apoyo estratégico del Fondo de Innovación de la OTAN.

Una planta de fabricación en órbita

ForgeStar-1, el primer satélite recuperable de Space Forge, ya ha completado su fase de integración y está listo para ser lanzado en los próximos meses. Su misión: probar la viabilidad de producir materiales semiconductores de alto rendimiento en el espacio y devolverlos con seguridad a la Tierra gracias a su tecnología patentada de escudo térmico, Pridwen.

Este escudo representa un avance crucial en la logística de reentrada atmosférica. A diferencia de los satélites tradicionales, ForgeStar está diseñado para regresar múltiples veces, ofreciendo una plataforma escalable para manufactura espacial. La nueva financiación permitirá acelerar el desarrollo de ForgeStar-2, incorporando aprendizajes del primer modelo.

Fundada en 2018, Space Forge ha recorrido un camino meteórico: desde obtener £600.000 en 2020 hasta convertirse en la startup espacial de más rápido crecimiento en Europa. La empresa será la primera en operar bajo licencia oficial de Fabricación en el Espacio emitida por la Autoridad de Aviación Civil del Reino Unido.

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Por qué fabricar en el espacio cambia las reglas

Las condiciones de la órbita terrestre baja (LEO) ofrecen una serie de ventajas imposibles de replicar en la Tierra. La microgravedad elimina los efectos de convección y sedimentación, permitiendo el crecimiento de cristales de semiconductores más grandes, puros y con menos defectos. Más del 70 % de los experimentos espaciales de materiales han mostrado mejoras en estructura, uniformidad y calidad respecto a sus equivalentes terrestres.

Además, el espacio ofrece un entorno de vacío ultralimpio, libre de contaminantes químicos. Esto posibilita técnicas de deposición de películas delgadas con una precisión sin precedentes, lo cual es fundamental en la producción de chips. Al mismo tiempo, el enfriamiento pasivo natural del espacio permite disipar el calor generado durante el procesamiento de manera más eficiente que en la Tierra.

La diferencia térmica extrema entre el día y la noche orbital habilita curados ultrarrápidos de materiales, acelerando procesos que en tierra tomarían horas o días. Todo esto, combinado con la ausencia de humedad y partículas, hace del espacio un entorno ideal para producir semiconductores con propiedades imposibles de conseguir en laboratorios terrestres.

Y lo más importante: la producción en el espacio puede ser radicalmente más limpia. En la fabricación terrestre de chips se utilizan miles de litros de agua ultra pura y productos químicos tóxicos. Según estimaciones de Space Forge, el proceso orbital podría reducir las emisiones de carbono hasta en un 75 % en ciertas aplicaciones, incluso contabilizando los lanzamientos de cohetes.

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De la computación cuántica a la energía verde

Los materiales producidos en ForgeStar no son simples prototipos. Su potencial abarca industrias clave del futuro, desde la computación hasta la energía. Por ejemplo, en computación cuántica, donde la precisión atómica es crítica, estos semiconductores ultrapuros podrían eliminar defectos que limitan la estabilidad de los qubits, ofreciendo procesadores más estables y potentes.

En infraestructura de nube y centros de datos, los chips fabricados en órbita prometen una mayor eficiencia energética, lo que supondría un menor consumo eléctrico global y menos necesidad de refrigeración industrial. En el sector de energías limpias, podrían habilitar celdas solares más eficientes, nuevos materiales para baterías, o controladores de potencia avanzados para estaciones de carga de vehículos eléctricos.

Incluso el sector defensa ha puesto el foco en este desarrollo. El Fondo de Innovación de la OTAN participó directamente en la ronda de financiación, subrayando la importancia estratégica de estos materiales para la seguridad tecnológica europea. En palabras del CEO de Space Forge, Joshua Western, la misión de la empresa no es solo tecnológica: es “construir un mundo más seguro, sostenible y tecnológicamente avanzado”.

Retos por delante, pero una visión clara

A pesar del potencial transformador, los retos técnicos y económicos siguen siendo significativos. Fabricar en el espacio no es barato: los costos iniciales de lanzamiento, los sistemas de recuperación, y la construcción de equipos resistentes al ambiente espacial aún suponen barreras sustanciales.

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Uno de los principales cuellos de botella es el proceso de crecimiento epitaxial de materiales 2D a gran escala, que requiere una precisión extrema y aún no ha sido totalmente automatizado. Además, desarrollar líneas de producción adaptadas a operaciones orbitales implica nuevas inversiones, certificaciones y un ecosistema aún en formación.

No menos importante es el contexto geopolítico. En un momento de rivalidad tecnológica entre bloques, la independencia en producción de materiales estratégicos se vuelve clave. En este sentido, el apoyo de la OTAN y otros inversores europeos posiciona a Space Forge como un jugador clave en el mapa global de la soberanía tecnológica.

Más allá de la atmósfera, hacia una nueva revolución industrial

Space Forge no solo quiere fabricar en el espacio. Quiere industrializar el espacio. Convertir la órbita terrestre baja en una extensión funcional del sistema productivo humano, donde supermateriales puedan fabricarse a escala sin dañar el planeta y sin las limitaciones físicas de la Tierra.

Si ForgeStar-1 demuestra su capacidad este mismo 2025, estaremos ante el nacimiento de una nueva categoría de industria: la manufactura orbital circular. Una industria en la que todo lo que se produce se devuelve, se reutiliza y se mejora. Una industria más limpia, más eficiente y —sobre todo— más ambiciosa. En un mundo saturado de límites, Space Forge apuesta por mirar hacia arriba. Y si tiene éxito, lo que hoy parece ciencia ficción será, simplemente, fabricación.

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