De Fukushima a Marte: la IA impulsa robots capaces de llegar donde los humanos no pueden

Alberto Noriega     17 septiembre 2025     4 min.
De Fukushima a Marte: la IA impulsa robots capaces de llegar donde los humanos no pueden

La IA generativa da a los robots capacidad de comprensión y adaptación para asumir tareas sucias, peligrosas o monótonas que hoy hacen humanos.

La integración de la IA generativa en la robótica industrial abre una nueva etapa: máquinas capaces de comprender espacios, interpretar instrucciones en lenguaje natural y actuar en entornos imprevisibles. Con el lanzamiento de Gemini Robotics por parte de Google DeepMind, la llamada “IA física” se perfila como el motor de una transformación laboral que liberará a los humanos de las llamadas tareas 3D: sucias, peligrosas o monótonas. Desde la limpieza en zonas radiactivas hasta la exploración submarina o espacial, los robots ya han demostrado su utilidad, pero ahora apuntan a un horizonte más ambicioso: convertirse en socios adaptativos en el trabajo cotidiano.

Robots más allá de los entornos controlados

Hasta ahora, los robots brillaban en espacios diseñados a su medida: fábricas, cadenas logísticas o salones domésticos. La irrupción de la IA generativa cambia las reglas, permitiéndoles improvisar en entornos complejos. No se trata solo de evitar obstáculos como hace un robot aspiradora, sino de entender órdenes ambiguas, adaptarse a situaciones cambiantes y ejecutar acciones físicas con destreza.

Casos como Fukushima ya habían mostrado la necesidad de tecnologías capaces de sustituir a los humanos en lugares de alto riesgo. Pero la novedad es que, con la IA, los robots dejan de ser simples ejecutores para convertirse en agentes autónomos capaces de razonar y reaccionar.

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El nacimiento de la IA física

La carrera tecnológica se libra en múltiples frentes. Meta experimenta con modelos de utilidad robótica (RUM), mientras en el MIT entrenan a perros robóticos para hacer parkour gracias a ChatGPT. El movimiento más sonado llegó en marzo de 2025 con Gemini Robotics, la apuesta de Google DeepMind que integra su modelo de lenguaje Gemini en robots capaces de operar en el mundo real.

Según Kanishka Rao, director de robótica en DeepMind, el reto histórico era la dificultad de los robots para adaptarse a situaciones nuevas. La IA generativa llena ese vacío, uniendo lenguaje, cognición y acción. Google se ha aliado con Boston Dynamics para dotar de inteligencia a sus icónicos diseños, conocidos por bailar y correr, pero limitados en escenarios reales hasta ahora.

El impacto en el mundo laboral

La llegada de la IA a la robótica no significa desplazar al ser humano, sino redefinir la colaboración. Spot, el perro robótico de Boston Dynamics, ya vigila plantas industriales y accede a zonas de riesgo. En la construcción, proyectos en la Universidad de San Diego entrenan robots para navegar obras en curso y ejecutar acciones de forma autónoma, preparando el terreno para una convivencia hombre-máquina en tareas críticas.

Como explica Nikolay Atanasov, director del laboratorio de robótica existencial, los algoritmos son generalistas: un robot que entiende y se mueve puede servir en un hospital, una granja o un almacén. Esa versatilidad multiplica las posibilidades de adopción y acelera la transición hacia un mercado laboral donde los robots asumen lo insalubre y los humanos lo estratégico.

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Un cambio cultural inevitable

Los datos confirman la tendencia: según la Federación Internacional de Robótica, ya hay 162 robots por cada 10.000 empleados industriales, y se prevé superar las 600.000 nuevas instalaciones anuales en 2027. El salto cualitativo lo darán los humanoides, cuya expansión masiva en fábricas se proyecta en un horizonte de cinco a diez años.

La pregunta no es si los robots serán parte del día a día laboral, sino qué papel jugarán y bajo qué reglas éticas y sociales. La IA generativa promete máquinas capaces de improvisar, aprender y cooperar. Lo que está en juego es definir cómo integrar esta revolución en un modelo de trabajo que preserve la creatividad, la seguridad y la dignidad humanas.

Uno de los campos donde la IA generativa promete mayor impacto es en los entornos extremos, aquellos donde la vida humana se ve comprometida por la radiación, la presión, la toxicidad o el aislamiento. Desde la minería en profundidad hasta la exploración espacial, los robots con IA integrada podrían convertirse en los pioneros silenciosos de nuevos territorios. Su capacidad para interpretar datos en tiempo real, adaptarse a imprevistos y aprender sobre la marcha abre la puerta a operaciones antes impensables sin exponer vidas humanas.

Hacia una sociedad de colaboración

La clave de esta nueva era no es reemplazo, sino complementariedad. Los robots, potenciados por IA, asumen el esfuerzo físico y el riesgo; los humanos aportan la creatividad, la estrategia y la empatía. En sectores como la logística, la salud o la agricultura, este binomio redefine la productividad y la calidad del trabajo. Pero también plantea dilemas: ¿qué empleos desaparecerán?, ¿cómo se repartirán los beneficios de la automatización?, ¿qué papel tendrá la formación en esta transición? Resolver estas preguntas será esencial para que la robótica generativa sea una herramienta de progreso y no de desigualdad.

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