El nuevo mega centro de datos de Google en Reino Unido emitirá 570.000 toneladas de CO₂ al año

El proyecto, clave para la expansión de la IA en Reino Unido, desata críticas por su impacto climático y presión sobre la energía y el agua.
Los planes de Google para construir un gigantesco hipercentro de datos en Thurrock (Essex) han revelado un coste climático alarmante: 570.000 toneladas de CO₂ anuales, el equivalente a unos 500 vuelos de Londres a Málaga cada semana. Así lo indican los documentos de planificación analizados por The Guardian, que sitúan al proyecto en el centro de un debate nacional sobre cómo conjugar la ambición tecnológica con la sostenibilidad.
El complejo, que se extendería sobre 52 hectáreas de terreno semiindustrial, podría albergar hasta cuatro datacenters y forma parte de la carrera de Reino Unido por aumentar su capacidad de procesamiento computacional. El gobierno de Keir Starmer prevé que la demanda de potencia para inteligencia artificial se multiplique por 13 de aquí a 2035, y considera que el país debe actuar con rapidez para no quedarse rezagado frente a rivales como Francia o Estados Unidos.
La decisión se enmarca además en el contexto político de la visita de Estado de Donald Trump a Reino Unido, donde se anunciarán acuerdos millonarios con gigantes de Silicon Valley como Nvidia y OpenAI. Washington y Londres quieren posicionarse como líderes globales de la inteligencia artificial, incluso a costa de aumentar las emisiones en el corto plazo.
La pugna entre productividad y sostenibilidad
El gobierno británico insiste en que el impacto del nuevo centro de datos sobre el presupuesto nacional de carbono será “mínimo” gracias a los planes de descarbonización acelerada de la red eléctrica. Según sus cálculos, el verdadero riesgo no es climático sino estratégico: no invertir en estas infraestructuras podría dejar a Reino Unido en un “déficit de computación” que amenace su seguridad nacional y su crecimiento económico.
Sin embargo, organizaciones ecologistas discrepan radicalmente. El colectivo Foxglove alertó de que la planta de Thurrock generará emisiones “varias veces superiores a las de un aeropuerto internacional” y denunció que los intereses de las tecnológicas estadounidenses pesan más que los del público británico. “Si el gobierno sigue arrodillado ante el eje Trump–Big Tech, serán los ciudadanos quienes paguen en forma de facturas de energía más caras, menor disponibilidad de agua y un planeta más caliente”, advirtió un portavoz.
Los datos refuerzan estas preocupaciones. En la actualidad, los datacenters ya consumen alrededor de 2,5% de la electricidad del Reino Unido, y la Biblioteca de la Cámara de los Comunes prevé que esa demanda se multiplique por cuatro en 2030. A ello se suma el uso de agua para refrigeración, un recurso cada vez más disputado en un país que enfrenta episodios crecientes de sequía.
Una ola de megadatacentros en todo Reino Unido
El de Thurrock no es un caso aislado. Reino Unido vive una auténtica “fiebre del silicio” con proyectos de datacenters valorados en miles de millones. En marzo de 2025 se aprobó un plan de 10.000 millones de libras en Blyth (Northumberland), en el terreno de una antigua central de carbón. Allí se ubicará uno de los nodos clave del acuerdo Reino Unido–EE.UU. para albergar operaciones de Nvidia y OpenAI.
También se ha informado de que Google estudia levantar otro megadatacenter en Teesside, aunque la empresa se ha limitado a decir que “no comenta rumores ni especulaciones”. Según consultoras como Bain & Company, la huella de estos complejos podría crecer de forma exponencial: se estima que para 2035 los datacenters y la IA generarán el 2% de las emisiones globales y hasta el 17% de las industriales, sobre todo en países que aún dependen de combustibles fósiles para generar electricidad.
Google, por su parte, argumenta en sus solicitudes de planificación que las emisiones de Thurrock serían un “impacto menor y no significativo” en comparación con los presupuestos nacionales de carbono. La compañía insiste en su compromiso de operar con energía 100% libre de carbono para 2030, aunque este objetivo enfrenta crecientes dudas en la medida en que la expansión de su infraestructura supera la capacidad de generar renovables limpias al mismo ritmo.
El dilema de la IA: crecimiento exponencial frente a límites planetarios
El debate en torno al datacenter de Essex ilustra un dilema global: la misma tecnología que promete impulsar la productividad y revolucionar la economía está alimentando al mismo tiempo una crisis energética y climática. La inteligencia artificial necesita cantidades masivas de procesamiento y almacenamiento, y con ello consume electricidad y agua a un ritmo sin precedentes.
La comparación con la aviación, uno de los sectores más criticados por su huella ambiental, es reveladora: un solo complejo como el de Google en Essex emitiría lo mismo que cientos de vuelos comerciales semanales. El riesgo es que la “revolución de la IA” acabe erosionando los objetivos climáticos que Reino Unido y otros países se han comprometido a cumplir.
Los defensores del proyecto sostienen que los avances en descarbonización del sistema eléctrico británico permitirán absorber este nuevo consumo sin comprometer las metas de emisiones. Sus críticos responden que estas previsiones son excesivamente optimistas y que, mientras tanto, se incrementa la presión sobre una red eléctrica ya tensionada y sobre recursos hídricos limitados.
El futuro de la IA en Reino Unido, y del propio liderazgo tecnológico europeo, parece estar íntimamente ligado a cómo se resuelva este dilema. En Essex, la decisión de aprobar o no el proyecto de Google marcará un precedente clave. ¿Podrá el país alimentar su ambición digital sin agravar la crisis climática, o la promesa de un crecimiento acelerado en inteligencia artificial vendrá acompañada de una nueva ola de emisiones imposibles de ignorar?
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