Sam Altman entra en la guerra de chips cerebrales contra Musk

Alberto Noriega     12 agosto 2025     4 min.
Sam Altman entra en la guerra de chips cerebrales contra Musk

Sam Altman lanza Merge Labs para competir con Neuralink de Elon Musk, apostando por interfaces cerebro-computadora impulsadas por IA.

Sam Altman, cofundador de OpenAI, respalda una nueva startup de neurotecnología llamada Merge Labs con la ambición de competir directamente con Neuralink de Elon Musk. La empresa, que busca recaudar $250 millones con una valoración inicial de $850 millones, ha sido revelada por Financial Times como el nuevo gran frente en la creciente rivalidad entre ambos magnates tecnológicos. Altman, que no invertirá personalmente pero sí a través del fondo de OpenAI, ha unido fuerzas con Alex Blania, CEO de Worldcoin, para liderar este nuevo proyecto. El mercado de interfaces cerebro-computadora entra así en una fase de competencia feroz que podría redefinir la relación entre humanos y máquinas.

Un mercado con el cerebro en la mira

Merge Labs nace con una visión clara: acelerar la convergencia entre inteligencia artificial y cognición humana. El nombre hace referencia al concepto de “the merge” en Silicon Valley, ese momento hipotético en el que la IA y el ser humano se fusionan funcionalmente. La empresa buscará desarrollar chips cerebrales capaces de conectar mentes humanas a sistemas computacionales, desafiando de forma directa la ventaja tecnológica que Neuralink ha construido en los últimos años.

Según el Financial Times, la mayoría del financiamiento provendrá del equipo de inversiones de OpenAI, lo que refuerza la apuesta institucional de Altman por una integración radical entre IA y neurociencia. Aunque él mismo no invertirá directamente, su participación como cofundador envía un mensaje claro: la carrera por el control del pensamiento computacional ha comenzado.

Mientras tanto, Neuralink no se ha quedado quieta. Con una financiación Serie E de $650 millones y una valoración de $9.000 millones, la empresa de Elon Musk ya ha implantado chips en pacientes humanos. Uno de ellos, cuadripléjico, ha logrado controlar interfaces y diseñar objetos en 3D solo con su pensamiento. El objetivo de Musk es ambicioso: llegar a 20.000 implantes anuales para 2031 y generar $1.000 millones en ingresos por año.

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El duelo personal de Silicon Valley

Este nuevo capítulo en la guerra de chips cerebrales no puede entenderse sin la historia compartida —y luego rota— entre Altman y Musk. Ambos cofundaron OpenAI en 2015, con la visión de desarrollar inteligencia artificial general en beneficio de la humanidad. Pero Musk abandonó la organización en 2018, alegando diferencias estratégicas. Desde entonces, la rivalidad ha escalado en forma pública y constante.

Hace solo unos días, Musk amenazó con demandar a Apple por presunto trato preferente a ChatGPT en la App Store. Altman respondió acusando a Musk de utilizar su plataforma X (antes Twitter) para manipular la narrativa a favor de sus empresas. Merge Labs, en este contexto, parece no solo una apuesta tecnológica, sino también un golpe directo al ego de Musk.

El mercado tampoco es pequeño: analistas proyectan que la industria de interfaces cerebro-computadora alcanzará los $15.140 millones en 2035, con un crecimiento anual compuesto del 16,3%. Empresas como Synchron, Paradromics o Kernel también están innovando en interfaces tanto invasivas como no invasivas, pero la entrada de Altman podría reconfigurar el mapa competitivo por completo.

Fusión, dominio y dilemas bioéticos

Más allá del espectáculo mediático, esta batalla pone sobre la mesa preguntas fundamentales sobre el futuro de la cognición y el control del pensamiento. ¿Qué significa que dos multimillonarios, también rivales en IA, compitan por literalmente entrar en nuestros cerebros? ¿Estamos preparados para una realidad en la que empresas privadas puedan implantar hardware directamente en la mente?

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Por un lado, los beneficios médicos son evidentes: restaurar movilidad, tratar enfermedades neurodegenerativas o permitir a personas discapacitadas recuperar autonomía. Pero por otro, la posibilidad de vigilancia mental, manipulación de datos neuronales o dependencia tecnológica extrema abre dilemas éticos sin precedentes.

Merge Labs promete aceleración, pero también necesitará regulación. En la carrera por controlar la interfaz humano-máquina, la neurotecnología podría convertirse en el nuevo campo de batalla político, ético y económico de la era post-IA. Y Altman, como lo ha demostrado ya con Worldcoin y OpenAI, no teme moverse en los márgenes de lo posible.

Más allá de la ciencia ficción

Lo que hasta hace poco parecía un argumento de Black Mirror hoy se financia con cientos de millones de dólares. La guerra entre Sam Altman y Elon Musk ha abandonado el terreno del software y la IA para adentrarse en la frontera última: el propio cerebro humano.

En ese contexto, Merge Labs no es solo una nueva startup; es una declaración de intenciones, una promesa de fusión total entre mente y máquina. Pero también es un recordatorio de que las decisiones que moldearán nuestro futuro cognitivo no están necesariamente en manos de gobiernos o instituciones académicas, sino de empresarios visionarios y ambiciosos que compiten por el control del mañana.

Habrá que ver si el futuro nos “mergea” o nos divide aún más. Porque lo que está en juego ya no es solo quién domina la tecnología, sino quién define qué significa ser humano en una era donde el pensamiento puede programarse.

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