Tesla planea su propia megafábrica de chips de IA para romper la dependencia de TSMC y Samsung
Elon Musk anunció que Tesla podría construir una gigantesca “terra fab” para producir sus propios chips de IA
Tesla está considerando un movimiento que rompería todas las reglas del sector tecnológico: construir su propia megafábrica de semiconductores, capaz de producir cientos de miles de obleas al mes. La iniciativa, anunciada por Elon Musk durante la junta anual de accionistas en Texas, responde a un diagnóstico claro: la demanda de chips especializados para vehículos autónomos y robots humanoides está creciendo mucho más rápido de lo que la industria puede abastecer.
El anuncio se produjo en un día doblemente histórico para la compañía, ya que los accionistas aprobaron también el paquete de compensación de 1 billón de dólares para Musk. En ese contexto, el CEO planteó la necesidad de una instalación “lo suficientemente grande como para sostener el futuro de Tesla”, una infraestructura que calificó como “Tesla terra fab”.
Según Musk, incluso las capacidades futuras de TSMC, Samsung o Intel quedarían cortas para cubrir las necesidades del fabricante. La fábrica arrancaría con una producción mínima de 100.000 obleas mensuales, con planes para escalar a 1 millón, una cifra equivalente al 70% de toda la producción actual de TSMC, el mayor fabricante de chips del mundo. Es una ambición que, de materializarse, reconfiguraría completamente la cadena global de semiconductores.
Infraestructura masiva y chips diseñados a medida
Construir una planta de este tipo supondría una inversión extraordinaria. Los analistas estiman que una instalación de fabricación avanzada costaría entre 15.000 y 20.000 millones de dólares, aunque la experiencia de la propia TSMC en Arizona —que pasó de 12.000 a 165.000 millones previstos— demuestra que estos proyectos suelen multiplicar su coste inicial.

La motivación detrás del proyecto es clara: Tesla está apostando su futuro a chips optimizados específicamente para su ecosistema de IA. Durante la reunión, Musk presentó detalles del nuevo chip AI5, una pieza diseñada a medida para el software de conducción autónoma y el robot humanoide Optimus. Según Musk, el chip consumirá un tercio de la energía del Blackwell de Nvidia, ofrecerá un rendimiento “aproximadamente comparable” y costará menos del 10%.
Las primeras versiones del AI5 se fabricarán en instalaciones existentes —Samsung en Texas y TSMC en Arizona—, pero en volúmenes limitados. La “terra fab” permitiría a Tesla producir a escala masiva sin depender de terceros. Y el plan no se detiene ahí: ya está en desarrollo el AI6, previsto para 2028 y con el doble de rendimiento.
La hoja de ruta tecnológica de Tesla liga estos chips directamente a hitos estratégicos:
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Cybercab, el vehículo autónomo sin volante, que arranca su producción en abril de 2026.
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Optimus, el robot humanoide que Musk describe como capaz de “eliminar la pobreza” y multiplicar “la economía global por diez”.
Búsqueda de socios y posibles alianzas
Aunque Tesla ya colabora con TSMC y Samsung, Musk sorprendió a los accionistas al abrir públicamente la puerta a una posible asociación con Intel. El gigante estadounidense intenta reflotar su negocio de fundición, y una alianza con Tesla podría revitalizar su posición en un sector dominado por Asia. Tras las declaraciones de Musk, las acciones de Intel subieron un 4% en after-hours.
Sin embargo, el propio Musk dejó claro que nada está firmado y que el objetivo final es la independencia. Su mensaje fue contundente: nadie puede fabricar los chips que Tesla necesitará en los próximos cinco años, y la única solución es construir una planta propia “del tamaño de un estado pequeño”.

La industria observa el movimiento con expectación, consciente de que podría abrir una nueva etapa en la que los grandes consumidores de chips —desde Amazon hasta Apple— se planteen fabricar sus propios semiconductores a gran escala.
Implicaciones para el futuro de Tesla y el sector
La entrada de Tesla en la fabricación masiva de chips cambiaría radicalmente tanto la estructura de la compañía como el equilibrio geopolítico de la industria. No solo implicaría competir con TSMC o Samsung, sino también garantizar la soberanía tecnológica en un mercado donde la demanda supera ampliamente la oferta.
Además, una fábrica con la escala planteada por Musk podría convertirse en una pieza crítica de la infraestructura tecnológica de Estados Unidos, especialmente en un momento en que la administración Trump ha limitado fuertemente la venta de chips de Nvidia a China. Una “terra fab” podría ser vista por Washington como un activo estratégico de primer orden.
Mientras tanto, los inversores aplauden la visión, pero también se preguntan si Tesla —ya sobrecargada con proyectos que van desde robots humanoides hasta taxis autónomos— podrá ejecutar una expansión industrial de semejante magnitud.
En palabras del propio Musk, pronunciadas al cierre de la reunión:
“Si queremos un futuro impulsado por la inteligencia artificial, necesitamos construir el hardware que lo haga posible. Y nadie lo hará por nosotros.”
Tesla, una vez más, se prepara para desafiar a toda una industria.
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